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El falso secuestro de Hitchcock en el Festival de San Sebastián

Este jueves regresa El ministerio del tiempo con una trama relativa al viaje de Hitchcock a España. 

Este jueves regresa El ministerio del tiempo con una trama relativa al viaje de Hitchcock a España. 
Con Kim Novak | Cordon Press

Prosiguen las emisiones de El Ministerio del Tiempo, en la noche televisiva de los jueves que, en su tercera temporada, nos presenta en este primer capítulo un supuesto secuestro del director cinematográfico Alfred Hitchcock con ocasión de su visita al Festival del (sic) Cine de San Sebastián, como se denominaba el certamen en su edición de 1958. La patrulla conseguirá salvar de sus raptores al celebrado realizador británico, que rodó sus mejores películas durante sus años en Estados Unidos, entre ellas Vértigo, que fue la que vino a presentar, como estreno mundial, en la Bella Easo.

Era el 21 de julio de 1958 cuando Mr. Hitch llegó a la capital donostiarra acompañado de su esposa, la guionista Alma Reville. No era por entonces quien sería llamado "el mago del suspense" un afamado personaje del Séptimo Arte, pero sin duda comenzaba ya a despertar interés con sus películas. Y su presencia fue acogida con simpatía durante los cuatro días que permaneció en la ciudad. Fue invitado a la Sociedad Gastronómica Gaztelubide, donde hizo gala de su condición de "gourmet" y "gourmand". Del mismo modo que celebró el menú con el que se deleitó en un restaurante de Pasajes de San Juan, consistente en entremeses, lenguado, turnedó, todo ello regado con buenos vinos, concluido con arroz con leche, café y cigarro habano. Y así, con buen apetito, se comportó el resto de las jornadas. Hizo saber a los anfitriones su deseo de recorrer no sólo algunos lugares de San Sebastián sino de los alrededores. Quedó impresionado tras su visita al Museo de San Telmo. Y al entrar en una tienda de anticuario se percató de la presencia en la calle de unos muchachos que no dejaban de mirarlo. Entonces, se situó detrás del escaparate, sin moverse, en tanto tras los cristales la chiquillería creyó estar contemplando un maniquí. Para complacer a su esposa fueron a una tienda del modista Balenciaga. En sus desplazamientos utilizó un espectacular "Cadillac", con el cual llegó a Lourdes, y a Bayona, mostrando su interés en contemplar el interior de la Catedral. Allí, se subió al púlpito, como si fuera a suplantar a algún sacerdote orador. Pero esas fotografías no se publicaron entonces en España, al entenderse que la censura franquista las consideraría irreverentes. Tuvieron mejor suerte otras que le hicieron en el cementerio de Polloe. La idea de llevarlo al camposanto no fue suya sino de un avispado reportero llamado Enrique Herreros (hijo), asociando su presencia allí a las escenas que Hitchcock había filmado para su película Vértigo, que entre nosotros se titularía De entre los muertos. Aquel reportaje de aire necrofílico, muy en consonancia con la filmografía del personaje se publicó en Gaceta Ilustrada y luego en París-Match. Por cierto: después de salir del cementerio, Herreros lo llevó a un asador de sardinas, donde se zampó una docena en menos que canta un gallo.

Quedaba lo esencial: la presencia de Alfred Hitchcock en el escenario del teatro-cine Victoria Eugenia, presentando su mencionado filme Vértigo. La productora Paramount había convenido con la dirección del Festival que entrara a concurso. De ese modo quedaba exonerada de pagar la licencia de doblaje. Se exhibió con un final que no debió ser del agrado del público asistente, que apenas aplaudió al final de la proyección. Final relacionado con el castigo que debía recibir el criminal de la endiablada y maquiavélica historia. Hitchcock había planeado otro, con la muerte fortuita de quien se había enamorado el protagonista, suceso acaecido en el instante justo en el que se las prometían muy felices. No vamos a insistir en las entrañas de aquel argumento, recordando sólo que Kim Novak era la misma mujer, de las dos que formaban el embrollo, la almendra de esa cinta. La estrella era rubia, como Mr. Hitch prefería siempre a sus actrices. Y el galán un ya algo maduro James Stewart, al que el Jurado del Festival presidido por Melwyn Douglas premió como "mejor actor".

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Hitchcock, en el púlpito | Festival de San Sebastián

Sin embargo, Vértigo, amén de la tibia reacción de los espectadores, no logró la codiciada Concha de Oro, sino la de Plata. Y encima "ex aequo" con la película de Mario Monicelli "Rufufú". ¿Y qué filme fue el que se llevó el primer premio? Pues como otras veces ha sucedido, uno que no superó ni de lejos la taquilla y el buen recuerdo para los cinéfilos de Vértigo, Eva quiere dormir, mediocre película en la que figuraba la actriz polaca Bárbara Kwiathowska, que estaba presente en San Sebastián. Acompañada por quien era entonces su novio, y aún no conocido entre nosotros, Roman Polanski. La dirección del hotel donde ella se hospedaba no la autorizó a que ocupara la misma habitación con su amor. Y se vieron obligados a dormir separadamente. En la España de 1958, lo que sucedería todavía más de un decenio después, era imprescindible para alojarse llevar encima el llamado Libro de Familia. Al futuro realizador de Repulsión no le entraban por entonces ganas de ninguna clase para casarse.

No obstante la decepción que Alfred Hitchcock pudo llevarse de aquel certamen donostiarra, prometió volver al año siguiente con su siguiente película. Precisamente había retrasado el rodaje para asistir a la muestra española. Así es que, nada más llegar a Los Ángeles, su lugar de residencia, se dispuso a colocarse tras las cámaras para la filmación de Con la muerte en los talones. En la edición de 1959 del Festival de San Sebastián, Hitchcock, aunque ya no se desplazó al certamen, compitió con aquella otra confusa aventura protagonizada por Cary Grant y Eva Maríe Saint. Y tampoco ganó, obteniendo asimismo una segunda Concha de Plata, compartida con Folco Quilice y su película De los Apeninos a los Andes.

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El Hitchcock de El Ministerio del Tiempo | RTVE

Para la historia del festival guipuzcoano aquella visita de Alfred Hitchcock fue toda una leyenda, a la que se referían anualmente los que tuvieron la suerte de conocerlo en persona, entre periodistas y actores. Un caballero cordial que a preguntas de Herreros de por qué empalmaba película tras película respondió que necesitaba seguir ganando dinero, el suficiente para seguir dirigiendo más películas. Nadie, creemos, le ha hecho jamás sombra en ese género que con tanto éxito cultivó. Moriría en Hollywood hace ahora justo treinta y siete años, en mayo de 1980. Que los de El Ministerio del Tiempo lo hayan escogido como protagonista de un inventado secuestro ha de entenderse, aparte del particular gusto de sus responsables a la hora de introducir fantasía y ficción en la naturaleza de la serie, como un guiño a cuantos personajes hizo "desaparecer" Hitchcock, con la magia de sus relatos llevados al celuloide. El actor José Ángel Egido, de trayectoria muy eficaz, fue el elegido para incorporar la figura del mítico director, y a su alrededor, formando parte del amplio elenco, Hugo Silva, Nacho Fresneda y Cayetana Guillén Cuervo.

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