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'Juego de Tronos' 8x01 - Crítica del episodio 'The Winter is Here' de GoT

El primer episodio carece de grandes spoilers y se limita a disponer de manera amena las piezas de la partida final.

El primer episodio carece de grandes spoilers y se limita a disponer de manera amena las piezas de la partida final.
Juego de Tronos - Crítica del primer capítulo de la temporada final | HBO

Hace ya algunas temporadas, con la serie sobrepasando los libros de George R.R. Martin, se produjo un cambio interesante en Juego de Tronos. La ficción de fantasía, que la madrugada del domingo al lunes estrenó el primer capítulo de su temporada final en Movistar y HBO, se volvió entonces verdaderamente imprevisible, coincidiendo además con un cambio natural de tono en la historia de Poniente: menos sexo y violencia en palacio, más épica (si bien triste) y batallas a gran escala. No había ya, en definitiva, libros a los que los fans irredentos pudieran agarrarse y entonar su famoso "te lo dije". Pese a cierta sensación de avanzar demasiado sobre raíles, rápida y segura, la serie no sufrió con este cambio de marchas mientras se dirigía hacia ese desenlace que aquí comienza. Con una relativa tendencia al espectáculo y el triunfalismo, incluso en sus masacres humanas, poco habitual en sus compases iniciales a menudo más sórdidos e intimistas; con menos hebras narrativas y más claridad y rectitud, y sobre todo, un colosalismo de lo más eficaz.

La octava temporada estrena, como es habitual, una nueva introducción al ritmo de la música de Ramin Djawadi. Pero esta vez es especial. Esta vez hay un muro derribado y todo conduce al trono, un instante que los fans de la proyección organizada por HBO España de manera simultánea a la emisión del capítulo celebraron con aplausos. Todo en este primer episodio final, "The Winter is Here", fue como en los comienzos de temporada de las anteriores tandas de capítulos: ningún gran spoiler (si con ello entendemos muertes de protagonistas) y sí un paso adelante hacia el desenlace, reuniendo las piezas del puzzle definitivo y colocando las piezas en el tablero de cara a una gran batalla final, y una posterior resolución. Todo relativamente tranquilo, incluso triunfante y solemne, mientras los héroes se reúnen allí donde todo comenzó cuando aún no había nieve.

El capítulo se permitió algunos momentos de relax, humor y afianzamiento de relaciones que fueron, en el fondo, lo mejor de esta entretenidísima exposición de 55 minutos: ahí está el momento (que a partir de ahora será mítico entre los fans) de dos de los protagonistas forjando aún más su unión... volando con los dos dragones sobre Invernalia. Los efectos visuales y la música están en Juego de Tronos a la altura del largometraje más costoso, eso ya lo sabemos todos, y esta secuencia está ahí para recordarlo. Pero incluso lo bueno en esta serie exuda incomodidad y desconfianza, porque como se dice en el mismo capítulo nada está destinado a durar: la presencia no tanto misteriosa, sino esta vez siniestra de Bran observando cualquier interacción entre los personajes cobra la categoría de mal augurio, lo mismo que las de Daenerys con el resto del reparto, desde Jon a (especialmente) su hermana Sansa. Con respecto al primero, tiene lugar el momento verdaderamente importante del episodio, con ese diálogo con el entrañable Samwell Tarly en las catacumbas en la que éste le revela "esa" verdad sobre su origen y que precipitará la acción hacia un final en el que, obviamente, las alianzas forjadas saltarán por los aires. Ustedes saben de lo que hablamos: el invierno ya está aquí.

Mientras el 70% del reparto se reencontraba tras muchas temporadas en Invernalia, el equipo de los malos en Desembarco del Rey tuvo aquí menos minutos para establecerse. Solo una cosa: a Cersei le gustan los elefantes y está claro que planea una traición sobre el pacto inicial que, de una manera u otra, nos va a doler a todos. Atención a la elipsis practicada con la escena de sexo: esas cosas ya no interesan en Juego de Tronos.

Esto fueron los entretenidos primeros cincuenta minutos del final de Juego de Tronos, temporada que consiste en sólo seis capítulos con los cuatro últimos, eso sí, de una duración excepcional. El episodio pasa en un suspiro y —ojo— alberga casi al final el que podría ser el gran "jump scare" o susto de toda la serie; un momento sobrenatural de una crueldad y horror tremendas que a buen seguro comentarán en redes sociales y que resulta digno de un buen título de terror. Enseguida sabrán a qué nos referimos.

Cuando todo acabe, terminará la única serie que merece de verdad la categoría de evento, de acontecimiento semanal para todo tipo de espectadores. Quizá la última gran serie de televisión tal y como la televisión era antes de que el streaming revolucionase la manera de consumirla. Y sobre todo la última con semejante nivel de producción y narrativa coral, capaz de auparse, enorme y ambiciosa como es, como un fenómeno social sostenido sobre casi una década a nivel global y no el estreno a la moda más comentado del viernes al domingo. Sea lo que sea lo que ocurra, la echaremos de menos.

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