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Edmund Kemper, el asesino que triunfa poniendo voz a miles de audiolibros

Su aparición en Mindhunter ha recuperado su nombre, pero antes de eso, él ya triunfaba cediendo su voz a miles de audiolibros en Estados Unidos.

Su aparición en Mindhunter ha recuperado su nombre, pero antes de eso, él ya triunfaba cediendo su voz a miles de audiolibros en Estados Unidos.

La figura del asesino en serie Edmund Kemper, con más de una decena de víctimas a sus espaldas, incluyendo a su madre y sus abuelos, ha sido recuperada recientemente debido al éxito de la serie de Netflix Mindhunter. Por ello, y por la notable inteligencia y el temperamento amable y educado que exhibe en cada una de sus apariciones, se ha convertido en uno de los fenómenos seriéfilos del último año. Sin embargo, pocas personas saben que Kemper se ha labrado también un nombre en la industria de audiolibros de Estados Unidos.

Todo comenzó cuando decidió entrar en un programa de creación de audiolibros para ciegos que ofertaban dentro de la prisión. Si algo ha conseguido Mindhunter es que la gente pueda profundizar en la mente de algunos de los asesinos en serie más famosos del siglo pasado. Así, en la pantalla ha podido verse a un Kemper completamente consciente de su trastorno, además de a una persona con un talento natural para contar historias. Visto de esa manera, no resulta tan extraño el éxito que ha conseguido en la industria del audiolibro. Sin embargo, tal vez sea algo siniestro que varios de sus trabajos sean cuentos infantiles.

A día de hoy tiene registradas a su nombre alrededor de 5.000 horas de audiolibros, y ha puesto voz a algunas obras reconocidas, como a la novela de ciencia ficción Dune, de Frank Herbert, o la novelización de la primera trilogía de Star Wars.

El asesino de las colegialas

Kemper comenzó a mostrar síntomas de sociopatía en la adolescencia, y con 15 años cometió su primer crimen. Mató de un disparo a su abuela, sólo "para ver qué se sentía al asesinarla", e hizo lo mismo con su abuelo "porque sabía que se iba a enfadar cuando se enterase". A raíz de eso, estuvo internado en el Hospital Estatal de Atascadero, pero logró el alta rápidamente gracias a la amistad que trabó con su psicólogo.

Una vez en la calle se fue a vivir con su madre. Su turbulenta relación con ella, de hecho, fue uno de los motivos por los que comenzó a matar de nuevo. A comienzos de la década de los setenta secuestró, asesinó, violó y descuartizó, por ese orden, a varias estudiantes que se encontraba en la autopista. Tiempo después se supo que aquellos actos estuvieron siempre precedidos por discusiones con su madre, a la que también terminó matando, esta vez con un martillo, mientras dormía.

A ella la decapitó, violó su cabeza e introdujo sus cuerdas vocales en la trituradora. En su declaración diría que aquello le pareció "apropiado, tanto como ella me maldijo, gritó y chilló por muchos años". Se entregó él mismo, después de conducir durante horas y comprobar que su último asesinato no trascendía en la prensa.

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