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'23 Hours to Kill' de Netflix: Jerry Seinfeld en tiempo de ofendiditos

El último especial de Jerry Seinfeld, 23 hours to kill, ya está disponible en Netflix.

El último especial de Jerry Seinfeld, 23 hours to kill, ya está disponible en Netflix.
Jerry Seinfeld | Netflix

Jerry Seinfeld no tiene nada que demostrar. Y ni siquiera se esfuerza en demostrar que no tiene que hacerlo. Este círculo vicioso que podría confundirse con desidia, pero no, es el combustible de 23 Hours to Kill, el primer monólogo del legendario cómico norteamericano en dos décadas y el segundo para Netflix tras el especial Jerry Before Seinfeld. Un título digno de una película de James Bond (al comienzo Seinfeld se tira él mismo de un helicóptero) para un show grabado en el Beacon Theatre de Broadway a finales del año pasado. El asunto, el de siempre: tratar asuntos vulgares que, bajo su particular mirada, adquieren resonancias humanas universales.

23 horas para matar, en 2020, demuestra que el humor de Seinfeld, estancado en el tiempo, eterno en sí mismo, resulta por eso mismo doblemente refrescante en tiempos de opresiva cultura "woke". Seinfeld nunca ha sido vocacionalmente políticamente correcto o incorrecto. Las ínfulas de superioridad del personaje creado a golpe de stand-up no nacen de su vocación de ofender (si quieren eso pónganse Humanity de Ricky Gervais o Delirious de Eddie Murphy: ambos están en Netflix y son estupendos) o de una conciencia comprometida con los desfavorecidos. Incluso él, el propio Jerry Seinfeld, se ve perfectamente conservado a sus 65 años.

La cuestión de Seinfeld, con su humor construido a base de anécdotas, es otra muy distinta; incluso complicada e indescifrable. Como dice en 23 Hours to Kill a propósito de comerse un (mal) perrito caliente, tener una vida "apestosa" o "genial" son a menudo la misma cosa. Un razonamiento que no está nada mal hacer en tiempos de acalorados debates tuiteros (en los que, ya saben, todo "apesta" o es "genial") que, en el fondo, son la última manifestación del tema central de su monólogo. Todo son, en el fondo, demostraciones de nuestra necesidad constante de llenar el vacío, lanzar palabras al aire sin demasiado significado bajo la premisa de "me gusta" o "lo odio".

Todo esto viene a colación porque 23 Hours to Kill es más de lo mismo, y eso es precisamente lo que nos empieza reconociendo el propio Seinfeld. Irregular como es el monólogo (hay secciones más divertidas que otras) Seinfeld sigue enlazando temas con agilidad y maestría, pasando en un momento de la comida del buffet a la cultura del móvil y la mejor de todas ellas: el matrimonio. Los ha debido hacer mejores, pero no está mal para un comediante selectivo en sus proyectos.

Al final, la falta aparente de sensibilidad de Seinfeld se percibe, en realidad, como una lección de humildad. Con un ritmo y oficio aprendido demuestra que "una mierda" y "genial" es la misma cosa, que nuestra incapacidad para estar a gusto en un lugar, en un momento concreto, es lo nos hace humanos. La hora que dura 23 Hours to Kill se pasa bien.

23 Hours to Kill ya está disponible en Netflix.

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