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Crítica: 'Wecrashed' (Apple TV+), con Jared Leto y Anne Hathaway

Jared Leto y Anne Hathaway protagonizan la sátira de Wework, la empresa que pasó de valer millones... a nada.

Jared Leto y Anne Hathaway protagonizan la sátira de Wework, la empresa que pasó de valer millones... a nada.
Jared Leto y Anne Hathaway en Wecrashed | Apple TV+

En el mundo de las empresas cool, woke, urbanas, inclusivas y galácticas, WeWork fue la reina. Wecrashed, irónico título para la serie de Apple que protagonizan Jared Leto y Anne Hathaway, abunda en la exquisita factura de otros productos "premium" de la plataforma que comenzó sus pasos con The Morning Show. El resultado es una sátira del mundo empresarial tras la crisis del 2008, cuando todo cambió para que todo siguiera igual: en tiempos mundo de Yupi, de ideología bien, el nuevo corporativismo (fundamentado en vacíos sentimentales como el del matrimonio protagonista) solo cambió el lenguaje del dinero de la era Reagan por el de la inclusividad y el amor, o como decían al final de Poltergeist, se llevaron las tumbas pero se olvidaron de mover los cadáveres.

Una nueva clase de emprendedor encarnado perfectamente por Jared Leto, actor de pintas crísticas perfecto para el papel de entrañable cantamañanas israelí. Cuando el espectador llega al tercer capitulo de Wecrashed la serie se distancia un poco de la crónica del espectáculo de Wall Street, aspecto en el que es entretenida aunque sumamente convencional, para sumergirnos en los pormenores familiares del personaje de Anne Hathaway. Y es ahí donde la serie pilotada (en sus tres primeros episodios) por Glenn Ficarra y John Requa (Philip Morris, te quiero) realmente acaba de despegar.

Wecrashed es la crónica de una empresa que creció por encima de sus posibilidades y, también, de un sueño hecho realidad. Pero si destaca por encima de otros relatos más o menos estándar y moralizantes de Wall Street es porque va a la madre del cordero psicológica del tema (y lo hace de manera dinámica y entretenida). ¿Qué vende realmente Adam Neumann, creador de un espacio de coworking que se convirtió en una marca global con un valor de 47 mil millones de dólares? ¿Qué sentimiento -aparte de la ambición- le guía, qué vacío trata de llenar en sí mismo y la sociedad a la que realmente le dio la impresión de que le compraba algo?

Un nuevo nivel del capitalismo emocional, una nueva burbuja optimismo fundamentado en la nada en la que el dinero pasa de ser algo real a una suerte de ente imaginario con el que jugar, y una serie con un aceptable nivel de coñas a costa de la página web femenina de Gwyneth Paltrow (Rebekah, el papel interpretado por Hathaway, era realmente prima de la actriz de Seven). Hathaway, por cierto, no encuentra dificultad alguna en alzarse como la mejor intérprete de toda la serie, incluso cuando permanece obligadamente a la sombra de su "partenaire".

Lo amargo de Wecrashed es la contrariedad que provoca pensar en lo que representa, si es que representa algo real, ese espacio coworking ideado por Adam. Un lugar pensado (es un decir) para sentir, conocer, enamorarse, divertirse, trabajar y vivir. Un intento más bien infantil de dar sentido al mundo, de transformar un entorno sin tener demasiada idea de qué hacer con ello. Una huida desesperada del dolor que se oculta tras los eslóganes de buenismo bien que abundan en la parafernalia de la nueva izquierda.

Resulta de una lógica aplastante que tras Wecrashed esté Lee Eisenberg, salidos de la cantera de la versión americana de The Office. Porque Wework no deja de ser otra oficina concebida como patio de colegio solo que enmarcada en el mundo real y no en el de las sitcom. A veces, es una pena que la serie no escoja la vía más grotesca, aquella senda que recorrió Scorsese en El Lobo de Wall Street, sino una más equilibrada entre comedia y drama, pero es lo que hay y Wecrashed se esfuerza en desarrollarlo bien.

La serie es mejor cuando ahonda en la psicología de los personajes y por qué hacen lo que hacen, algo que ni ellos parecen saber bien. Y, por supuesto, cuando recurre a la nada sutil ironía: el concierto concebido como apología del cambio social acaba en un macrobotellón de alcohol y drogas, o el retrato del soñador que lucha contra el sistema… aunque el sistema es ahora el que tiene el sentido común, como si del reverso tenebroso de Una mente maravillosa se tratase, son solo algunos de sus puntos de interés.

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