En algún momento de Alaska Revelada, el documental en tres capítulos sobre la mítica estrella del pop estrenado en Movistar, la cantante manifiesta lo refrescante que es deshacerse de juicios previos. Entonces, la angustia y la frustración desaparecen y -parece querer decir- accedemos a un nivel de comprensión que solo está reservado a unos pocos afortunados. Porque esa es una lección que muchos todavía parecen no comprender, una paradoja que hace que la figura que Olvido Gara resulte engrandecida.
Alaska aquí abre la puerta a un mundo en el que fantasmas conviven con los vivos y en el que todas las sensibilidades (artísticas, vitales) tienen su lugar. No extraña nada que Alaska Revelada asombre y destaque entre tanto documental laudatorio y efímero contenido de streaming. Tras revolucionar el panorama audiovisual patrio con Alaska y Mario, el documental de la directora Pite Piñas, con su guion perfectamente escalonado para comprender la identidad de Alaska tanto personal como profesional, tanto innata como construida (en el caso de ella, todo parece formar parte del mismo paquete), resulta honesto e inspirador.
Su apuesta por ensalzar películas prohibidas, comer chuminadas, la música de Bowie, la lectura y la familia trasciende imágenes preconcebidas y sorprendería incluso en un artista de por sí "sui generis". Alaska Revelada comienza con un evocador plano aéreo de Madrid para enmarcar una reivindicación cultural que abarca desde el LSD hasta Escohotado, culturismo y filosofía, la pérdida del ego a base de trabajo, dinero y libertad y la recuperación de valores habitualmente denostados y cohesionados por las altas esferas. Lo integra todo en un relato de buen ritmo, entretenido y natural que pasa en un suspiro.
Alaska Revelada es una reivindicación del oficio y la gamberrada, de la diversión como herramienta para hacerse con un bagaje cultural sólido. El retrato de una feminista sin serlo, como dice Loquillo, que ya en el primer capítulo comienza su recorrido nada menos que en un quirófano, realizando una peculiar reivindicación de la cirugía estética como elemento para construir su propia identidad. El segundo, que realiza un tradicional pero apasionante recorrido por la carrera musical de Alaska y la movida madrileña de la que formaron parte Almodóvar, Fabio McNamara y otros, parece deshacerse definitivamente de filtros para comentar con serenidad y sinceridad todos los aspectos, los oscuros y luminosos, del trasiego de grupos musicales de los ochenta y noventa.
El documental se revela como un producto sólido, entretenido y tan vigente como la propia Alaska. Cumpliendo el expediente más básico pero preocupándose de lejos de conformarse con la astracanada superficial o el biopic académico, es una divertida evocación de cómo conocerse a uno mismo, cómo emprender ese particular viaje del héroe interior, es el mejor motor de cambio individual y colectivo. Y sí, también es un retrato de España. Porque el trabajo, la creatividad y la voluntad de encontrar tesoros (en la alta cultura, en la cultura popular e incluso en la basura), no importa quién diga qué o si los demás te dicen azul o rojo, es la mejor manera de convertirse en reina de la noche (y de la mañana).