
La chica de nieve es uno de esos fenómenos editoriales y seriéfilos que van de la mano. Ya sea en las estanterías de las librerías con las novelas de Javier Castillo, como la serie protagonizada por Milena Smit en el papel de la periodista Miren Rojo, esta historia de misterio ha conectado con ese público deseoso de una investigación con temas candentes relacionados con la igualdad de género, la violencia contra las mujeres, la revisión de identidades femeninas y, en este caso concreto, también el aborto.
La segunda temporada, subtitulada El juego del alma, cae lamentablemente en los mismos clichés que la primera. Porque el tono impostado, afectado y serio de la historia no añade gravedad a los temas tratados, sino que se los quita. La chica de nieve 2 carece de esa atmósfera de misterio e inquietud que uno le supone a una serie negra que desvela secretos de una España atávica, sino que se limita a encadenar una tras otra escenas de conversación para proporcionar píldoras de información que hagan avanzar la convencional trama.
La serie, como en la primera temporada, antepone el mensaje al interés de la propia historia, y el espectador se encuentra a menudo con sentencias morales delante de sus narices. Solo la interpretación de algunos secundarios como Luis Callejo añade oficio a la función, por otro lado rodada de manera competente a nivel técnico. Algo muy parecido a lo ocurrido en la primera temporada, de la que te dejamos aquí mismo la crítica en vídeo:
El devenir de los primeros compases de la serie, donde la protagonista alterna con los personajes de Miki Esparbé y José Coronado, añade eso sí una dinámica más variada a La chica de nieve 2, serie plana que carece de la atmósfera de misterio que uno le presupone a un best-seller de este tipo… a excepción de un puñado de insuficientes secuencias como el estimulante prólogo en la playa.
Nada impide el éxito popular de este nuevo fenomeno de Netflix que, con toda seguridad, continuará en una tercera temporada, y que ciertamente se fundamente en buenas ideas. Pese a las evidentes buenas intenciones, que nadie discute aquí, hay algo, no obstante, que no cuadra, que trivializa el maltrato a la mujer que la serie pretende denunciar: que la determinación de la protagonista para defender mujeres nazca de su propia condición de mujer violada daría para una conversación distinta.