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Concha Velasco: ayer en la ruina, hoy recuperada

La actriz acaba de estrenar en Sevilla Reina Juana, un monólogo escrito por Ernesto Caballero, que representará por toda España.

La actriz acaba de estrenar en Sevilla Reina Juana, un monólogo escrito por Ernesto Caballero, que representará por toda España.
La actriz Concha Velasco, en una entrevista reciente. | EFE

No conocemos un caso similar al suyo en el mundo del espectáculo español. Concha Velasco trabaja sin desmayo, empalma obra de teatro tras otra, cuando no las alterna con sus apariciones televisivas, pues del cine no la llaman desde que hace un par de años rodara Flow, filme del que no tenemos noticias y no creo haya añadido gloria alguna a su muy estimable filmografía. Y en ese constante devenir, ha superado duros achaques en su salud, su infelicidad matrimonial, dos ruinas económicas que la dejaron "con lo puesto" pero llena de deudas… Tesonera, con una envidiable dignidad, ha salido adelante.

Este pasado jueves, 7 de abril, ha estrenado en Sevilla una obra que llevará en verano de gira por toda España: Reina Juana, monólogo escrito por Ernesto Caballero y dirigido por Gerardo Vera. Es la primera vez que en un escenario se cuenta la última noche en la vida de quien aún sigue siendo conocida como Juana la loca. Hija de los Reyes Católicos, esposa de Felipe, madre de Carlos I y abuela de Felipe II. Una maltratada por la Historia y por toda su familia que pasó encerrada cuarenta de sus setenta y seis años. Su nieto le pedía que se confesara y, al fin, lo hizo ante el futuro Santo Francisco de Borja, quien se interesó por la presunta herejía de Juana. Moriría a las seis de la mañana del 12 de abril de 1555, a la edad de setenta y seis años. Justo la misma edad que cuenta ahora su protagonista, Concha Velasco.

"Tengo que aparecer con la cara lavada, mostrando mis arrugas, con el pelo blanco, o sea, como estaba Juana en aquella última noche de su vida", comenta la gran actriz vallisoletana, defensora de aquella mujer desdichada, culta, que hablaba varios idiomas y de la que ha quedado para el pueblo la leyenda de su locura de amor por el llamado Felipe el Hermoso, su marido, que la engañaba a todas horas. Pero estaba más cuerda de lo que se ha contado. "Los hombres nos ponen los cuernos cuando quieren y no pasa nada pero si una hembra engaña a su esposo ya es una puta. ¡Qué injusticia se cometió con Juana…!".

La propia existencia de Concha Velasco ha estado marcada por altibajos sentimentales. En los años 60 se enamoró de un gran director de cine, José Luis Sáenz de Heredia, que estaba casado y vivía con su legítima en su casa madrileña. Aunque mantenía con la actriz una encendida relación, que duraría hasta finales de aquella década cuando ella cayó en los brazos del galán sevillano Juan Diego, que acabó cansándola un poco con sus permanentes reivindicaciones sociales. Fue entonces cuando se relacionó con F.A., acreditado director de fotografía, episodio amoroso poco divulgado en sus biografías; que no quería romper tampoco su matrimonio para irse a vivir con Concha. Fugaz romance, aun intenso, que nunca podría olvidar.

"El hombre más guapo que he conocido"

El 4 de septiembre de 1976 nació su primer hijo, Manuel. Era madre soltera. El 18 de abril de 1977, en ceremonia privada, contrajo matrimonio con Francisco Marsó, a quien siempre se le conoció familiarmente con el apelativo de Paco. Por pura chiripa asistimos a la fiesta que luego celebraron en los ya desaparecidos salones del restaurante Mayte. El 5 de abril de 1979 tuvieron un varón, llamado como el padre. La vida hogareña de esta pareja estuvo años después salpicada de constantes desencuentros: ella era inmensamente popular; él, sólo un actor de reparto, pero "el hombre más guapo que he conocido", repetía Concha, muy enamorada. Debió Marsó sentirse desplazado, tal vez celoso del éxito de su mujer, quién sabe si menospreciado (no por Concha, por supuesto), en el papel de "marido de…". El caso es que ello lo convirtió en un hombre a veces inestable, incluso hosco con los periodistas que conocíamos a la pareja.

Montó un negocio de puertas blindadas y no parece satisfizo sus expectativas. Hasta que su mujer comprendió que lo mejor era proporcionarle un puesto cerca de ella, una actividad que lo ilusionara. Y así se convirtió en productor de espectáculos. Lo mucho que ganaron como empresarios con el musical Carmen, Carmen, texto de Antonio Gala de 1988, lo invirtieron cuatro años después en La truhana. Y ahí perdieron ciento treinta millones de pesetas. Se rehicieron gracias a que Concha aceptó ser presentadora de varios programas de televisión (¡Viva el espectáculo!, Querida Concha, Encantada de la vida) para arruinarse de nuevo en 2001 con un magnífico ¡Hello, Dolly!. Llenaban el teatro Calderón a diario, pero no amortizaban el cuantioso desembolso.

Elevadísimas deudas

Concha Velasco tuvo otra vez que "tirar del carro" y hacer frente a elevadísimas deudas que aún coleaban no hace mucho, aceptando nuevos contratos televisivos; incluso anunciando una marca de compresas o más recientemente unos platos de ducha. Tuvieron que deshacerse del espléndido chalé de su propiedad en la selecta urbanización de La Moraleja, que yo conocí: un lujo. Le embargaron luego un piso en el centro de Madrid; empeñó sus joyas en el Monte de Piedad. Siempre dando la cara en tanto él se endeudaba en los Casinos, agravando más la economía familiar. Hubo de recurrir a su plan de pensiones, pero guardó en el banco seis mil euros: "Para mi funeral, por si me llega la última hora".

Con el divorcio de Paco Marsó le llegó la tranquilidad, aunque llorara su inesperada y desdichada muerte. Tampoco la salud de Concha era para estar tranquila. En 1982 sufrió desprendimiento de retina en el ojo izquierdo y hubo de ser intervenida con urgencia. Y en 1985, mientras representaba Buenas noches, madre, padeció problemas coronarios, resueltos con un oportuno artilugio. En 1988 tuvo que ir a un psiquiatra: se veía fea mirándose al espejo, no se aceptaba como era. Un cáncer linfático en la primavera de 2014 a punto estuvo de llevarla al otro mundo.

Hoy puede decirse que está completamente recuperada de sus alifafes. También de sus cuitas pecuniarias, tras ir pagando la hipoteca de su último piso. Escribe un diario. Está permanentemente en contacto con sus hijos, ya hace tiempo estrenado su papel de abuela, con dos nietos. Y no quiere saber nada de la política tras aquel desengaño con Zapatero cuando era una "de las de la zeja". Después de sus últimos brillantes éxitos escénicos (Hécuba y Olivia y Eugenio) también se comprometió con la productora de la serie Velvet. Ha dicho: "La muerte ahora me preocupa menos. Tengo una carrera estupenda y me quiere mucho la gente".

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