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Los siete puñales de 'El Gato Montés'

La ópera del maestro Penella impresiona y hiere en el Teatro de la Zarzuela, más allá del celebérrimo pasodoble.

La ópera del maestro Penella impresiona y hiere en el Teatro de la Zarzuela, más allá del celebérrimo pasodoble.
'El Gato Montés' | Javier del Real / Teatro de la Zarzuela

Que mi pare, q’esté en Gloria,
me enseñó a toreá,
y la maresita mía, dende chavaliyo,
me enseñó a resá.

Al igual que Rafaeliyo, que torea y reza, El Gato Montés combina técnica y misticismo en el Teatro de la Zarzuela, en el mismo montaje que ya se vio en 2012 y que ahora regresa con motivo del centenario de su estreno. Siete razones, como los siete puñales del corazón de la Dolorosa a la que reza su protagonista, sintetizan lo mejor de esta obra que, aunque no consiga ser trending topic, nadie debería perderse.

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'El Gato Montés' | Javier del Real

-Es de Manuel Penella (1880-1939), singular e imprescindible maestro, que componía y escribía sus libretos y que alumbró aquí quizá su mejor obra, rica en melodías y desgarradora en su argumento, pese a lo irritante que pueda resultar el macarrónico uso de la jerga rural andaluza. Penella es uno de los grandes de nuestra lírica y como tal hay que recordarle y reestrenarle. Contemplar a su bisnieta Emma Ozores aplaudir desde uno de los palcos en el estreno fue una estampa emotiva.

-La dirigen Ramón Tebar y José Carlos Plaza, dos monstruos de la escena: la dirección de orquesta del primero suena limpia y precisa, con todos los matices de la partitura, de la algarabía de los metales a la solitaria guitarra. Plaza, un habitual del Teatro, sabe extraer de los cantantes una interpretación sin aspavientos -algo complicado en una historia trágica y cargada de clichés- y llenar la escena sin atiborrarla.

-La escenografía de Francisco Leal, sin duda la joya de la función: elementos como el gigantesco espejo, con su barroco marco dorado, o el rostro de la Dolorosa, que recuerda a Dalí y desciende desde las alturas, se convierten en protagonistas. En el buen sentido: añaden en lugar de acaparar. La plaza de toros, que está y a la vez no está, son todo un ejemplo de síntesis, economía e imaginación.

-El pasodoble. Sí, la más arrebatadora pieza popular del género, junto con "Suspiros de España", suena mejor que nunca -acostumbrados como estamos a escucharlo ejecutado por bandas más voluntariosas que entrenadas-. Con toda su pasión cuando es cantada por la pareja protagonista y en su deliciosa versión instrumental en la escenificación de los tercios.

-El reparto. El trío protagonista es afortunado: Andeka Gorrotxategui como un poderoso Rafaeliyo, que da pavor en los aspectos más oscuros del personaje; Juan Jesús Rodríguez, en palabras de nuestro compañero Miguel del Pino, "uno de los mejores barítonos, si no el mejor, del momento" compone un tenebroso y vulnerable Juanillo. Por último, la habitualmente gélida Nicola Beller Carbone salta al otro extremo y cae a veces en el histerismo, pero su voz es tan fantástica como siempre. Pero brillan especialmente los secundarios: Miguel Sola, el alivio cómico de la función, un genio del tempo y la intención; la ambigua gitana de Milagros Martín, otra veterana del Coliseo, a quien hacía tiempo que no veíamos en un papel con peso, y la madre, encarnada por Itxaro Mentxaka. Como punto negativo, la temblorosa interpretación de Carmen Paula Romero, que canta la coplilla: no tuvo su mejor noche en el estreno.

-El baile: la eterna asignatura pendiente de la zarzuela, que han saldado de una vez por todas al confiar en Cristina Hoyos. Su figurativa y sensual coreografía eleva el nivel del conjunto, en ocasiones solo luciendo, en otras enriqueciendo el libreto, con escenas como la del ballet acosando/seduciendo a Soleá.

-El último motivo es la reivindicación, quizá involuntaria -la programación se prepara con meses y meses de antelación-, que supone reponer esta obra en este momento de nuestro país. Con sus toros -gusten o no-, su pasodoble y su conjunto de gente talentosa defendiendo un género. Aunque esta ejemplificación de arte debería poder ser disfrutada por todos, por encima de debates y disquisiciones e ideologías. Ojalá así sea.

Título: El Gato Montés.
Dirección musical: Ramón Tebar.
Dirección escénica: José Carlos Plaza.
Lugar: Teatro de la Zarzuela (Jovellanos, 4, Madrid).
Fecha: Hasta el 2 de diciembre de 2017.

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