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Agapito Maestre

Recuadros taurinos. Morante en Pamplona

Fue la de ayer especial a su segundo toro, en la corrida de San Fermín, porque creó un toreo intimista en un ambiente ensordecedor y jaranero.

Fue la de ayer especial a su segundo toro, en la corrida de San Fermín, porque creó un toreo intimista en un ambiente ensordecedor y jaranero.
Morante durante su corrida en Pamplona. | Twitter

Grandes faenas hemos visto a Morante esta temporada. Fue la de ayer especial a su segundo toro, en la corrida de San Fermín, porque creó un toreo intimista en un ambiente ensordecedor y jaranero. Toreó para sí mismo. Me recordó por momentos la faena trazada el 1 de junio, en Las Ventas, a Pelucón, un toro de Alcurrucén al que toreó de modo templado, lento y exquisito. Toreo de caricia suave. Es toreo de terciopelo, mas efectivo, valioso y bello si el lidiador es José Antonio Morante. Toreo de vertical naturalidad para todo tipo (sic) de toros. Morante también puede con todo. No le importa que sean toros levantados, parados y aplomados, o cualquier otra clasificación que supere a la del gran Montes, para jugar a la muerte con ellos. Su juego es muy en serio, porque a todos los respeta y valora por lo que son: Mitos. Toros bravos. Figuras donde un pueblo puede hallar lo primigenio de su ser. Representación artística de una nación que juega con la muerte para vivir con dignidad. Morante da, desde hace ya mucho tiempo, la lidia (sic) apropiada a todos los toros para convertir su brega, su esfuerzo y su labor en una obra de arte. Toreo de inteligencia sentida, cálida y valiente. ¡Valiente! Morante se entrega a cualquier toro con tal de que tenga un poco de movimiento. Y una pizca de embestida. Puede que alguna vez dé la espantada. Eso será la excepción; pero antes, hace ya mucho tiempo, era casi la norma. He ahí la gran evolución de la tauromaquia de Morante. Ayer lo vi claro en el ambiente más hostil a su toreo, la bullanga de San Fermín; percibí parecido sosiego a la faena de Madrid, pero con trazos más expresionistas, vivos y dinámicos. Eso es el arte de torear con temple. Vi, miré y contemplé lo real como irreal. Toqué el temple. La Bella ficción construida por Morante con Jarandero, un toro de Núñez del Cubillo, era tan real como evanescente. Efímero arte es el de torear. Solo nos queda el recuerdo de unos instantes eternos. Y una genuina Nostalgia, o sea verdadera, de algo grande que sucedió en unos minutos. Visto y no visto. Milagroso. Imposible es la descripción de la faena sin faltar a la verdad y la belleza de su real ficción. Volveré a verla en la televisión, pero apagado el receptor solo me quedará la memoria. Y repasar mis notas y la de mi cronista de cabecera, Inés Montano. Lo escrito queda: dejó una media verónica prodigiosa, recogiendo el vuelo del capote en una mano. Hizo un quite de tres verónicas de ensueño. Brindó al público, hincó la rodilla en el albero y acompañó al burel hacia los medios con unos doblones. Recordó que torear por bajo tiene gran valor. La faena se levantaba como una catedral: al asentar la embestida del toro, llegaron las series con la diestra, medidas, de tres a cuatro pases, abrochadas con unos de pecho. Mas Morante, como si tuviera un pincel en vez de la tela, dibujaba el cuadro de la faena a todo color. Un pase, una pincelada…

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