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Londres abre los Juegos con una ceremonia espectacular y muy británica

Shakespeare, 007, Beckham, los Beatles, Harry Potter... todo muy británico en una fiesta cargada de magia, emotividad y humor.

Londres 2012 ha dado el pistoletazo de salida a los Juegos Olímpicos con una espectacular ceremonia de inauguración, toda una sorpresa para los sentidos del cineasta Danny Boyle, director de películas como Trainspotting o Slumdog Millionaire, en la que la campiña inglesa, la Revolución Industrial y el legado musical y cinematográfico británicos han sido los ejes centrales. Todo un espectáculo que ha maravillado a las cerca de 70.000 personas presentes en el Estadio Olímpico y a los cerca de 4.000 millones de telespectadores en todo el mundo.

La ceremonia, que ha contado con un presupuesto de 33 millones de euros –frente a los 85 millones de Pekín 2008–, arrancó a las 20:12 hora local, en un guiño al año de los XXX Juegos de la era moderna, pero la obra de Boyle no se inició hasta 48 minutos después, las diez de la noche en España. Entonces, las vacas (3), ovejas (70), caballos (12), gallinas (10), perros, cabras (2) y patos ya llevaban mucho tiempo en el prado del estadio Olímpico, donde un grupo de futbolistas con calzón largo jugaban un improvisado partido en el país cuna del balompié.

A punto estuvo de sumarse también la lluvia, que comenzó a caer a la media hora del inicio de la ceremonia, aunque cesó poco antes del inicio del espectáculo. Cánticos y símbolos tradicionales ingleses, escoceses, galeses y norirlandeses simbolizaron la unión británica ante los miles de aficionados que abarrotaron el estadio.
 

Espectáculo en el estadio

Luego se produjo la aparición de Bradley Wiggins, el flamante ganador del Tour de Francia que tuvo el honor de tocar la gran campana de 27 toneladas fabricada en la fundición Whitechapel Bell Foundry, la misma que en 1858 creó la del Big Ben. Sin embargo, la fiesta comenzó con una frase de La tempestad de William Shakespeare. "No tengas miedo: la isla está llena de ruidos", fue la cita que marcó el tono del mundo onírico que iba a transformarse ante los ojos de los espectadores. La voz que recitó la frase fue la del actor y director norirlandés Kenneth Branagh, especialista en adaptaciones del escritor más importante de la lengua inglesa. La escena pastoril dio paso a la Inglaterra de la Revolución Industrial, a la de los sindicatos y la reivindicación de los derechos de las mujeres, como el sufragio universal.

Entre un evento musical y otro, cinco anillos olímpicos gigantes hicieron su aparición en el estadio y se fundieron en una explosión de fuego, mientras luces de colores se proyectaban sobre las gradas.

A continuación, un colorido espectáculo de enfermeras contó el nacimiento de la Sanidad pública británica, orgullo de la nación, después de la II Guerra Mundial. Con sus uniformes y empujando camas de hospitales, las enfermeras inundaron el escenario olímpico acompañadas por numerosos niños, en un evento que recordó la creación de un servicio basado en el principio de que "ninguna sociedad puede llamarse civilizada si a una persona enferma se le deniega asistencia médica por falta de recursos", del político laborista galés Aneurin Bevan.

Al servicio secreto de Su Majestad

Faltaba uno los momentos estelares de la noche. La reina Isabel II hizo una insólita incursión en la interpretación, participando en una escena rodada en el Palacio de Buckingham con Daniel Craig, el actor que actualmente encarna a James Bond. El agente 007, siempre al servicio de Su Majestad, acompañó de manera virtual a la monarca en helicóptero hasta el estadio Olímpico, en un filme llamado Happy and Glorious en honor a uno de los versos del God Save the Queen.

A sus 86 años y cumplidas seis décadas en el trono británico, la soberana se interpretó a sí misma en el Palacio de Buckingham, junto a sus inseparables perros corgis, mientras después unos extras se lanzaban sobre el estadio recreando a unos supuestos Bond y la Reina.
 

Literatura infantil y Mr. Bean

El prolífico mundo de la literatura infantil permitió cobrar vida a villanos como el Capitán Garfio, la Reina de Corazones de la Alicia de Lewis Carroll, la malvada Cruella de Vil de 101 Dálmatas, o Lord Voldemort, el archienemigo de Harry Potter.
 
Si en el cine fue Julie Andrews quien inmortalizó a Mary Poppins, la institutriz del Londres de principios del siglo XX que salió de la pluma de PL Travers, en la apertura olímpica el personaje se multiplicó, descendiendo del cielo con su paraguas mágico, a ritmo del Tubular Bells de Mike Oldfield. JK Rowling, la creadora de Harry Potter, participó como lectora de un fragmento de Peter Pan, uniendo otros dos iconos intergeneracionales de la literatura infantil británica.

El cine también ha dado momentos de gloria a la cultura británica y Danny Boyle, ganador de un Oscar en 2009 por Slumdog Millionaire, recreó una de las escenas míticas del cine olímpico, la de la carrera por la playa en Carros de Fuego. La película, galardonada con cuatro Oscar en 1982 incluyendo el de mejor película, quedó en el imaginario popular por esa carrera por la playa con música de Vangelis, que se recreó con el actor cómico Rowan Atkinson, cuyo personaje Mister Bean dio la vuelta al mundo.

El pop y el rock británicos, con míticos temas de los Beatles, los Rolling Stones, Queen, OMD o Eurythmics, entre otros, dio paso al mundo del mañana, con Londres dando las "gracias a Tim" Berners-Lee, por revolucionar la sociedad como el creador de la web. "En un país tan pequeño, es increíble la cantidad de música que fuimos capaces de producir", había explicado este viernes Danny Boyle, orgulloso del sentido creativo de su país.

Luego la ceremonia pasó al desfile de las delegaciones, 204 en esta ocasión, pero Danny Boyle había dejado ya de entrada su sello personal, con un espectáculo de una hora y veinte minutos so british que fue una declaración de amor al país, su cultura y su legado.

Beckham y Alí

Faltaban por aparecer dos estrellas como David Beckham y Muhammad Alí, el boxeador más grande de todos los tiempos. La llama olímpica recorrió el Río Támesis en un yate patroneado por el exfutbolista del Real Madrid y éste se la entregó a Steve Redgrave, campeón de remo, que la entregó a siete jóvenes encargados de llevarla al centro del campo para encender un pebetero gigante formado por 204 pétalos mientras una explosión de fuegos artificiales iluminaba el cielo de la villa olímpica.

Con Hey Jude y después de que los 62.000 espectadores le acompañaran con el na, na, na de la famosa canción de los Beatles, Paul McCartney dio por clausurada una ceremonia que reflejó toda la diversidad y el dinamismo de Londres, que ahora se prepara para la fiesta del deporte hasta el próximo 12 de agosto.

 

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