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Liverpool – Barcelona 2019: Una noche trágica. El principio del fin de Valverde

El equipo azulgrana llegaba con tres goles de renta pero acabó viviendo una auténtica pesadilla en Anfield.

El equipo azulgrana llegaba con tres goles de renta pero acabó viviendo una auténtica pesadilla en Anfield.
Gerard Piqué, durante el partido contra el Liverpool en Anfield. | EFE

Llegó el Barcelona eufórico saboreando una final que podía llegar, al fin, cuatro años después. Llegaba con tres goles de renta del Camp Nou y estaba fresca todavía en la mente de todo aficionado una exhibición de Messi en el partido de ida. Es verdad que todos habían visto también que el Liverpool no había merecido tanto castigo en Barcelona, no había aprovechado sus ocasiones y eso se paga en Europa, pero no habían hecho los de Klopp un mal encuentro.

Sin embargo aquella tarde del 7 de mayo de 2019 Anfield esperaba al equipo español con la furia que siempre rodea a sus encuentros. Había dicho el técnico alemán en la rueda de prensa que todo era posible, y no se escondía "tenemos nuestras opciones y las vamos a exprimir". El 3-0 de la ida parecía insalvable pero una noche europea puede ser larga si llegas confiado y el Barcelona de Valverde llegó demasiado eufórico a la cita.

La heroicidad del Liverpool fue colosal, si tenemos en cuenta el resultado del primer partido y las lesiones del conjunto de Klopp. Ni Firmino ni Salah estaban aquella noche y aún así creyó el conjunto inglés. Creyó en su historia, en el ambiente y en la presión que caería a plomo sobre el Barcelona si conseguían los locales marcar pronto. Y lo hicieron. En el minuto 7 Origi anotaba el primer gol del partido. El empuje local fue máximo durante quince minutos pero el Barça se rehizo y dominó hasta el descanso. De hecho Jordi Alba pudo solventar la eliminatoria pero no acertó ante Alison.

No salió mal tras la reanudación pero Luis Suárez falló de nuevo ante la meta inglesa. Fue errar esa ocasión y desaparecer el conjunto de Valverde. Marcó Wijnaldum. en dos minutos, dos goles que empataban la eliminatoria. En ese momento la persiana se cerró para los españoles. Todo era negro, a merced del Liverpool en una noche que presagiaba la tragedia. Esta llegó en forma de despiste tras un corner. Origi anotó el cuarto, la sentencia, sin margen de maniobra, sin plan B, sin ideas, preso el Barcelona de sus propios miedos, los que un año antes le habían hecho claudicar en Roma. Eran dos noches en un año. Y eso Europa no te lo permite.

Todas las miradas se volvieron a Valverde que ese día firmó el principio de su defunción. Tres semanas después perdió la Copa ante el Valencia pero, sorprendentemente, no fue su final. La historia es conocida por todos. Por no cerrar aquella herida a tiempo, llegó la temporada torcida y la destitución en enero del técnico cacereño.

Firmó el Liverpool una de las mayores gestas europeas que se recuerdan. Culminó su obra el equipo red ganando al Tottenham en Madrid, consiguiendo la Champions tras 14 años, habiendo sido finalista el año anterior ante el Madrid de Zidane. Llegó, esta vez sí, en disposición de ganar la final, de favorito y con todos los hombres disponibles, matizando las dos posiciones que habían fallado el día anterior. Una mejor defensa y un mejor portero.

Queda el recuerdo de aquella noche la cara de los jugadores al final del partido. Cuentan que nada fue igual hasta que se marchó Valverde en el mes de enero. Son ocho meses a los que la directiva tenía que haber puesto fin mucho antes. O el propio técnico que se debería haber dado cuenta que era raro continuar así, que aquello no podía terminar bien de ninguna manera.

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