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UNA TUBERCULOSIS LE RETIRÓ DEL FÚTBOL

Albert Camus, guardameta profesional antes que gran escritor

El autor de La Peste o El Extranjero fue, antes que nada, un prometedor guardameta al que una tuberculosis apartó del deporte.  

El autor de La Peste o El Extranjero fue, antes que nada, un prometedor guardameta al que una tuberculosis apartó del deporte.  

Seguramente, la mayoría de ustedes conoce a la perfección la figura literaria de Albert Camus (Argelia, 7 de noviembre de 1913) e incluso habrá leído alguna de sus grandes obras, como La Peste o El Extranjero. Pero lo que posiblemente no sepan muchos es que el argelino, antes que gran escritor, fue un prometedor guardameta, y que pese a su prematura retirada por una tuberculosis, continuó con el fútbol muy presente tanto en su vida como en sus obras, con más de un artículo dedicado al deporte rey.

Sus primeros coqueteos con el fútbol se dieron ya desde pequeño. En el colegio público en el que estudiaba, esperaba siempre ansioso a la hora del recreo para coger un balón y divertirse con sus compañeros, tal y como ha contado Camus en más de una ocasión. Algunas veces jugaba de delantero, pero dicen que era bajo palos donde mejor se desenvolvía.

Tanto le gustaba que en esos años decidió formar parte también de un equipo, el Montpensier. El escritor destaca que un amigo de entonces fue quien le animó a integrarse en un conjunto que no era el de su barrio, algo que no fue muy bien visto por el resto de sus amigos y vecinos. De aquella época, recuerda Camus, "aprendí que la pelota nunca viene hacia uno por donde uno espera que venga. Eso me ayudó mucho en la vida, sobre todo en las grandes ciudades, donde la gente no suele ser siempre lo que se dice derecha".

Un año después pasó a enrolarse al Racing Universitario de Argel, equipo juvenil semiprofesional con el que se recorrió todos los estadios de la capital argelina, dándose a conocer como un gran guardameta. Camus disfrutaba en un campo de fútbol como en ningún otro lado. "Me devoraba la impaciencia del domingo al jueves, día de entrenamiento, y del jueves al domingo, día de partido".

Sobre el equipo, el RUA -así era conocido en todo el país-, el escritor asegura que se lo pasaban en grande y que jugaban muy bien al fútbol, pero que siempre perdían los partidos que debían ganar. Eso hizo que despertara un cariño inusitado en todo el país, con su joven arquero como una de las principales figuras. A él no le importaba; de hecho, esa era la razón por la que disfrutaba tanto, "no sólo por la alegría de la victoria cuando estaba combinada con la fatiga que sigue al esfuerzo, sino también por el estúpido deseo de llorar en las noches luego de cada derrota".

Una tuberculosis le retira del fútbol

Pero cuando más estaba disfrutando Camus, cuando comenzaron a llegar importantes victorias con el RUA y, sobre todo, cuando se estaba comenzando a vincular al portero con equipos de mayor calado, preludio de una carrera que parecía prometedora, le fue detectada una tuberculosis que le obligó a abandonar los terrenos de juego. Tenía 17 años y tuvo que dedicarse únicamente a su otra pasión: la escritura. Quizá fuera una pequeña pérdida para el fútbol argelino, pero sin duda fue una gran victoria para la literatura.

A pesar de ello, Camus continuó ligado en la medida de lo posible al deporte que tanto había amado. Una vez establecido en Francia, donde desarrollaría la mayor parte de su vida, se hizo seguidor del Racing Club, según él únicamente "porque usan las mismas camisetas que el RUA", aunque hay que decir que en aquella época era uno de los equipos más importantes del país galo, con jugadores como Vignal, Quenolle, Vaast, Cisowski, Diagne o Marche (más recientemente pasaron por ahí Enzo Francescoli o David Ginola, y actualmente el equipo se encuentra en categorías amateurs tras una grave crisis económica).

También en la literatura pudo encontrar un hueco para alabar al fútbol. Más allá de la aparición de algún que otro personaje vinculado al mundo del balón en algunas de sus obras, como en La Peste, fue a través de varios artículos donde halló el mejor modo de seguir hablando de su otra gran pasión.

No en vano, en uno de ellos el escritor llega a afirmar que "después de muchos años en que el mundo me ha permitido variadas experiencias, lo que más sé, a la larga, acerca de moral y de las obligaciones de los hombres, se lo debo al fútbol; lo que aprendí con el RUA no puede morir".

Y a cada ocasión que tenía, hablaba de ello, de su pasión, de la belleza del fútbol, de su admiración al Racing Universitario de Argel y al Racing Club París después y, sobre todo, de su carrera truncada. Y es que, como dice el propio Camus, "los partidos del domingo en un estadio repleto de gente y el teatro, lugares que amé con una pasión sin igual, son los únicos sitios en el mundo en los que me siento inocente".

No obstante, cuando, con el Nobel ya en sus manos, un periodista le preguntó en una ocasión qué hubiese elegido, el fútbol o el teatro, si su salud se lo hubiese permitido, Camus respondió sin titubear: "El fútbol, sin duda".

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