Menú

Rafael Rullán: "Con Lolo Sainz di un salto importante, me había quitado una presión muy grande"

El mítico pívot mallorquín, el hombre que más veces ha vestido la camiseta del Real Madrid, repasa su carrera en una entrevista a Libertad Digital.

Empezó a jugar al baloncesto siendo un chaval, casi sin comerlo ni beberlo –"por prescripción médica", como él mismo relata– y acabó convirtiéndose en el jugador que más veces ha vestido la camiseta del Real Madrid. Allí, entre la década de los 70 y los 80, jugó durante 18 temporadas, algo impensable hoy en día.

Y además de todo ello, Rafael Rullán Ribera (Palma de Mallorca, 8 de enero de 1952) fue uno de los pívots modernos en el baloncesto europeo. Teniendo en cuenta su menor corpulencia ante otros cincos como Dino Meneghin –uno de sus grandes rivales en el Viejo Continente junto a Kresimir Cosic–, Rullán se salía de la pintura, abandonando una lucha que tenía perdida de antemano, para sorprender a sus rivales con su magnífico juego de pies y su poderoso tiro exterior. Y, cómo no, con sus ganchos, una técnica que aprendió de otro mito de la canasta blanca como Clifford Luyk.

En las casi dos décadas vestido de blanco, bajo la dirección de Pedro Ferrándiz y Lolo Sainz, el gigante mallorquín –2,07 metros– ganó catorce ligas, nueve Copas de España y tres Copas de Europa, entre otros títulos. Y también la Recopa de 1984 ante la Simac de Milán de Meneghin y Mike D'Antoni, el actual entrenador de los Lakers; un partido en el que Rullán, saliendo desde el banquillo y jugando como alero, fue clave al anotar 27 puntos y provocar la quinta personal de Monumento Nazionale.

Con la selección española, siempre a las órdenes de Antonio Díaz-Miguel, disputó un total de 161 partidos y conquistó la medalla de plata en el Campeonato de Europa de Barcelona’73 tras ganar en semifinales a la URSS de Sergei Belov, algo impensable hasta entonces.

Poco después de retirarse en las filas del Bancobao Villalba, Rafa Rullán tuvo la desgracia de ver cómo su hijo Jaime, con apenas quince años, perdía la vida en el calentamiento de un partido con el equipo cadete del Madrid. Desde hace casi tres lustros, coincidiendo con la llegada de Florentino Pérez a la presidencia del club, Rullán es director de las escuelas de baloncesto de la Fundación Real Madrid.

En su despacho del Santiago Bernabéu, el exjugador, que también compartió vestuario con leyendas como Emiliano, Brabender, Paniagua, Carmelo Cabrera, Corbalán, Robinson, Biriukov o Fernando Martín, entre otros, recibe a dos redactores de Libertad Digital y conversa con ellos en una distendida entrevista.

Entrevista a Rafael Rullán

Pregunta: ¿Cuándo empezaste a jugar al baloncesto?

Respuesta: Con 12 ó 13 años y fue por prescripción médica. Había pegado un estirón tremendo. Ya medía 1,93 y estaba delgadísimo...

P: ¿Y no te había llamado la atención el baloncesto hasta entonces?

R: Para nada. Yo con esa edad veía las películas de Rin Tin Tin, El Llanero Solitario... pero de baloncesto, nada. Hacía piragüismo, eso sí, y los fines de semana íbamos al club náutico. A la bahía, a remar un poquito. El caso es que nos fuimos al médico y le recomendó a mis padres que hiciera algún deporte, para asentar masa muscular porque me veía muy endeble. La única opción que vio mi padre fue el baloncesto. Me apunté en el equipo del colegio, el Luis Vives en Palma de Mallorca, y ahí di mis primeros pasos como jugador de baloncesto. Muy rústicos, eso sí. Hasta que no llegué a Madrid con quince años no me di cuenta realmente de lo que era el baloncesto competitivo.

P: Fue a través de la Operación Altura, ¿no?

R: Sí. Mi padre habló con la Federación Balear de Baloncesto para que yo hiciera más cosas y no me quedara sólo en el equipo del colegio. Le dijeron que la Federación Española organizaba la Operación Altura en verano. Seleccionaban a chavales de todos lados y ese año (1966) tocaba en Segovia. Me fui para allá durante quince días. El director de esa Operación Altura era Antonio Díaz-Miguel y allí concidí con Azpiazu, Luis Miguel Santillana… Yo era un chaval alto, pero los había aún más. La Federación distribuía a los chicos por regiones, pero como los baleares no teníamos equipos allí, me tocó el Canoe en Madrid. Unos meses después, en diciembre del 66, mi padre y yo nos vinimos de Palma para conocer a mi club y a Juan Tamames, que era el responsable de la sección de baloncesto del Canoe.

P: ¿Cómo fue tu primera experiencia en Madrid?

R: Hacía mucho frío, estaba casi nevando. Nos citamos con Juan Tamames en el Canoe y, cuando llegamos, vimos las piscinas pero no los pabellones. 'Y el chaval, ¿dónde va a entrenar?', le preguntó mi padre. Tamames le dijo: 'Nuestros equipos entrenan en el parking de coches, por donde habéis entrado. Ahí ponemos unas canastas los fines de semana para jugar los partidos'. Mi padre se desilusionó y me dijo: '¿Cómo te voy a poner yo a entrenar aquí, con el frío que hace?'. El caso es que mi padre, que era puertorriqueño (Mayagüez), conocía a otro puertorriqueño que vivía en Madrid, que se llamaba Pedro Arbona, y se lo explicó todo. Y Arbona le dijo: 'No te preocupes, que yo conozco al delegado del primer equipo de baloncesto del Real Madrid (Paco Amescua)'. Al día siguiente Pedro Arbona llama a mi padre: 'Que dice Pedro Ferrándiz que quiere ver al chico'.

Nos fuimos al día siguiente a la Ciudad Deportiva del Real Madrid. Allí me dieron unas zapatillas, la camiseta y el pantalón, y bajé al campo. Estaba entrenando el primer equipo y detrás del campo grande había dos tableros que se quitaban y ponían, para tener otras canastas y poder hacer ejercicios de tiro. Me dijo Ferrándiz: 'Vete a la canasta y a botar, a correr y a tirar'. Me vio y ahí me ficharon.

P: Pero todo eso estando en el Canoe, ¿no?

R: Sí, pero yo no había firmado nada con ellos. Lo que pasa es que, al desobedecer a la Federación, me sancionaron un año y no pude jugar en federados. Pasó el año y, ya con quince años, me presenté aquí en septiembre del 67. En el Madrid estuve el primer año en juvenil, el segundo en júnior y el tercero compaginando el júnior con el primer equipo. Jugué la fase final del Campeonato de España júnior con 17 años, con Lolo Sainz como entrenador, mientras entrenaba con el primer equipo.

LD | David Alonso Rincón

P: ¿Te impresionó tu llegada al primer equipo? ¿Cómo os trataban los veteranos?

R: Imagínate, allí con los Emiliano, Sevillano, Clifford Luyk... se respetaba mucho a esa gente. En algún viaje que hacíamos, si se te ocurría decir algo en la comida, te daban un toque: 'Chaval, tú calladito…'. Así que ver, oír y callar.

P: Y en cuanto a nombres de jugadores, ¿alguno que te ayudara especialmente a adaptarte el primer equipo?

R: Clifford. Era el espejo en el que yo me miraba. Adquirí el gancho gracias a él. Hoy en día no se ve mucho esa jugada, pero en aquella época sí lo manejábamos bastante, tanto el gancho de izquierda como el de derecha. Es el jugador con el que más me he identificado, sobre todo al principio. Y luego todos los demás: Emiliano, Carlos Toncho Nava, Wayne Brabender, Vicente Ramos, Cristóbal Rodríguez, Paniagua, Carmelo Cabrera... Con muchos de ellos he pasado un montón de años en el primer equipo.

P: Precisamente te pregunto por tu juego porque has sido un pívot revolucionario en Europa...

R: Básicamente por el juego de pies, que me permitía moverme muy bien. Yo era muy polivalente y tenía un tiro muy bueno desde 5-6 metros. La mayoría de pívots ganaba la posición bajo el aro y desde ahí metían canasta. Yo en cambio, con mis condiciones físicas, me tenía que salir un poquito porque no podía ir a la lucha con gente que me sacaba veintitantos kilos. Tuve una época muy buena de juego, que fue entre los 25 y los 31 años.

P: En cuanto a entrenadores, ¿alguno con el que te quedes especialmente?

R: Lolo Sainz. Estuve con él en el júnior, luego fue asistente de Pedro Ferrándiz en el primer equipo (1966-75) durante unos cuantos años y después primer entrenador (1975-89). Y también Antonio Díaz-Miguel en la selección.

P: ¿Cómo era Pedro Ferrándiz cuando llegaste al primer equipo?

R: Era durillo, nos tenía muy machacados a los jóvenes. Yo noté un cambio en mi rendimiento como jugador cuando Pedro dejó el equipo y lo cogió Lolo. Noté un salto cualitativo importante porque me había quitado una presión muy grande con Pedro. Y luego estuve con Lolo durante trece años. Con él ganamos dos Copas de Europa (1978 y 1980), muchas ligas, varias Copas del Rey, tres Intercontinentales consecutivas (1976, 1977 y 1978) y el Mundialito de Clubes en Sao Paulo (1981), que fue el primer torneo que jugaron con nosotros Fernando Martín y (Mirza) Delibasic.

LD | David Alonso Rincón

P: Hablando de trofeos: cuando llegaste al primer equipo, el Madrid venía de ganar cuatro Copas de Europa prácticamente consecutivas (1964, 1965, 1967 y 1968)...

R: Yo debuté en el Madrid después, en la temporada 1969/70. El equipo venía de perder la final de Barcelona contra el CSKA de Moscú. La primera Copa de Europa que gané yo fue en el 74 en Nantes, que fue la quinta; luego ganamos en Múnich en el 78 y la séptima fue la de Berlín contra el Maccabi de Tel Aviv en el 80. Luego se ganó la octava en Zaragoza en 1995, siendo yo delegado del equipo con Sabonis, Arlauckas... Y desde entonces seguimos esperando a la novena, que parecía que iba a haber llegado el año pasado en Londres, pero...

P: ¿Cuáles eran vuestros grandes rivales en Europa?

R: Los equipos fuertes entonces eran el Ignis de Varese, con Meneghin; los yugoslavos con la Jugoplastika de Split y el Zadar, que era donde jugaba (Kresimir) Cosic, y el CSKA de Moscú.

P: Con el Madrid, como bien apuntas, ganaste tres Copas de Europa. ¿Qué recuerdos guardas principalmente?

R: En la de Nantes en el 74, contra el Ignis Varese (84-82), yo todavía no era un jugador hecho y jugué muy pocos minutos. Luego en la de Múnich, contra el Mobilgirgi, y la de Berlín sí. Sobre todo la de Berlín, de la que guardo grandes recuerdos. El Maccabi tenía un equipazo, con un cinco titular que imponía: Aroesti, Berkowitz, Silver, Aulcie Perry y Williams. Y tampoco me olvido de las dos seguidas que perdimos contra el Varese (1975 y 1976).

P: Tu gran rival en Europa era Dino Meneghin...

R: Era un poco más bajo que yo pero más corpulento. Me costaba mucho enfrentarme a él, era un jugador muy duro. Yo al físico perdía siempre, pero como era más ágil me salía fuera de la pintura, buscando el tiro exterior. Pero con quien de verdad se pegaba Meneghin era con Clifford, que entraba al trapo. Yo no porque salía despedido. Ya me costaba cerrar el rebote para que no me los cogiera. Pero bueno, yo tenía más manejo de pies que él y me defendía...

P: ¿Y con Cosic?

R: Cosic se parecía más a mí que Meneghin. Era un jugador de 2,11 y delgadito como yo. Eso que hacía de coger el rebote y subir el balón como si fuera un base, a lo Magic Johnson, nos descolocaba a todos... Nosotros cogíamos el rebote y dábamos un par de botes. Pedro Ferrándiz se levantaba y decía que el primer pase era para el base. Cosic hacía cosas que en aquella época llamaban mucho la atención. Y encima tiraba bien de fuera.

P: Aunque no tuviera el caché de la Copa de Europa, otro título importante para vosotros fue la Recopa del 84, contra la Simac de Milán...

R: Sí, estaba Meneghin y también Mike D'Antoni, el entrenador de los Lakers.

P: Hiciste un partidazo pese a salir desde el banquillo...

R: Efectivamente, yo no era titular. Estaban Fernando Martín, Romay, Wayne Robinson, Brian Jackson, Corbalán, Biriukov... Fernando Martín llevaba muchas faltas y Lolo Sainz me sacó a mí, pero de alero, porque yo de quinto pívot no hacía nada. Metí 27 puntos y le forcé la quinta personal a Meneghin. Yo ya no jugaba mucho por aquellos años y me daban los minutos de la basura, pero bueno... En aquella época no existían las rotaciones de hoy en día: un jugador aguantaba con dos o tres faltas y, si estaba haciéndolo bien, jugaba los 40 minutos. A Corbalán le pitaron la cuarta falta al comienzo de la segunda parte y Lolo Sainz lo tuvo que quitar.

P: Donde no teníais rivales era en España porque ganabais casi todos los años la Liga...

R: Quitando un año (1978) que ganó el Juventud con Slavnic, creo recordar incluso que hemos ganado alguna liga sin perder un solo partido (1973 y 1974). Aquí dominábamos bastante y los únicos que nos hacían un poquito de sombra eran el Barcelona y el Juventud, con sus americanos, y el Estudiantes, con jugadores de la cantera. Pero poco más. La mayoría de equipos eran catalanes, con el Barça, Juventud, Pineda, Mollet, Español o Manresa. Luego estaban el OAR de Ferrol, el Baskonia, el KAS de Vitoria, el Atlético San Sebastián...

P: Tu gran rival en España fue Luis Miguel Santillana, ¿no?

R: Sí, pero también estaban Miguel Ángel Estrada y su hermano Gregorio. Éramos los pívots que más sombra nos hacíamos entre nosotros porque el resto eran jugadores americanos. En aquella época se fichaban americanos altos porque aquí dabas una patada a una piedra y te salían dos o tres bases y aleros. En el Barcelona estaban (Norman) Carmichael, Charles Thomas...

LD | David Alonso Rincón

P: Dieciocho años como profesional dieron para mucho, incluso para lesionarte. Me consta que las lesiones no te respetaron demasiado en la parte final de tu carrera y que en varias ocasiones tuviste que pasar por el quirófano...

R: Durante tres años tuve problemas con la fascitis plantar, como le ocurrió a Juan Carlos Navarro, con dos operaciones que me hizo López Quiles aquí en Madrid en dos veranos. Al no tener resultados óptimos, al tercer año (1980) me llevaron a un especialista de pies en Barcelona, el doctor Viladot. Y ese médico me los dejó fenomenal. A partir de entonces nunca tuve problemas, salvo una hernia discal que me dio cuando jugaba en el Bancobao Villalba. Gracias a Dios no he tenido problemas con las rodillas. En un partido contra el Mobilgirgi (enero de 1977) me torcí el tobillo y me rompí el maléolo, pero eran operaciones sencillas que no tenían complicación. Sin duda lo que me ha dado más guerra son los pies.

P: Y además de lesiones, dieciocho años también dan para que te hicieran ofertas. ¿Tuviste alguna?

R: Sí que las tuve. En el 74, jugando el Campeonato del Mundo en Puerto Rico, me ofrecieron jugar la liga puertorriqueña, que además se jugaba en verano durante tres meses. Pero dije que no porque estaba muy arraigado en Madrid y en aquella época, además, irte a jugar a Puerto Rico era como otro mundo, una aventura demasiado arriesgada. Aquí en España también las he tenido. Me quiso fichar el Barcelona en 1980, que fue cuando me hicieron aquella operación de la fascitis que me hizo perderme los Juegos de Moscú. Estuve allí hospitalizado y José Luis Núñez vino a visitarme y me dijo que me quería fichar. También lo intentó el Juventud en el 82 o el 83, pero no había demasiada diferencia de dinero.

P: ¿Te habrías ido si la oferta hubiera sido buena?

R: No lo sé, siempre he estado muy atado sentimentalmente al Madrid. Mi ilusión era acabar mi vida deportiva en el club.

P: Pero tus últimos meses estuviste jugando en el Bancobao Villalba...

R: Me iba a haber retirado en junio del 87 en el Real Madrid, pero vino Pedro Antonio Martín, que había sido directivo nuestro en el Madrid y que en ese momento llevaba en la sombra el Bancobao Villalba con unos amigos, entre ellos el presidente Fernando Hueso, para pedirme que aguantara un año más y les echara una mano. Yo vivía en Majadahonda, a mitad de camino, y dije: 'Venga, un año más'. En octubre, en un partido en Villalba contra el Real Madrid, el entrenador Pablo Casado me saca y de repente… 'zas, trallazo'. Una hernia discal. Me operó Cristóbal (Rodríguez) en la Asepeyo y a los dos meses estaba otra vez incorporado. Entonces pensé: '¿Qué hago yo aquí?'. Entre las lesiones y que estaba cansado, lo dejé, aunque luego me arrepentí. Mira por ejemplo a Corbalán, que estuvo retirado durante un año y luego lo fichó el Valladolid de Sabonis. O Brabender, que estuvo hasta los 40 en el Cajamadrid. El caso es que podría haber aguantado un par de añitos más, que era cuando se empezaba a ganar bien en el baloncesto. Entonces ya había jugadores que ganaban 30 ó 40 millones de pesetas. Mi ficha más alta en el club había sido de 8 millones. De pesetas, que no de euros… (Risas)

P: Eso en cuanto a nivel de clubes, porque tu etapa en la selección también ha sido dilatada con 161 partidos como internacional...

R: Mi vida deportiva en la selección empezó con 18 años. Antes había estado en la selección juvenil y en la selección júnior, en el Campeonato de Europa de Atenas con (Ignacio) Pinedo de entrenador y con Juan Tamames como jefe de expedición, aunque nunca he tenido ningún problema con él pese a lo del Canoe. Cuando debuté con la selección absoluta entré con Santillana, que también medía 2,07 metros. Luis Miguel y yo hemos tenido unas trayectorias deportivas muy parecidas y hemos estado diez años juntos en la selección.

P: Tu mayor logro con el equipo nacional fue la medalla de plata en el Europeo de Barcelona 73...

R: Sí, luego quedamos quintos en el Campeonato del Mundo de Puerto Rico'74, pero el mayor logro fue en Barcelona. La selección llevaba 38 años sin ganar una medalla y en aquella época fue importantísimo ganar a la URSS, que estaba dos o tres escalones por encima. Estaban Belov, Paulauskas, Edeshko, Kovalenko, Miloserdov… y Kondrasin de entrenador. Nuestros rivales, con los que nos pegábamos de tú a tú, eran Checoslovaquia y Polonia. Pero dimos la campanada ganando a la URSS un sábado y ya al día siguiente, en la final contra Yugoslavia, ya era imposible, no teníamos nada que hacer. Bastante habíamos hecho ya con ganar una medalla de plata.

P: ¿Cómo era el ambiente en la selección? La mayoría erais jugadores del Madrid, ¿no?

R: El ambiente era muy bueno. En aquella época no había aún esa tensión que se vivió a finales de los 70 y principios de los 80, con los enfrentamientos Barça-Madrid. ¡Para nada! Es verdad que éramos muchos del Madrid, con Clifford, Brabender, Vicente Ramos, Carmelo Cabrera y yo, y con Paniagua y Juan Corbalán de suplentes, pero luego del Barça estaban Nino Buscató, Santillana y Manolo Flores, los hermanos Sagi-Vela del Estudiantes, Miguel Ángel Estrada y Enrique Margall del Juventud…

P: Y de Díaz-Miguel, ¿qué recuerdos tienes?

R: Díaz-Miguel nos daba una mentalidad muy buena. Manolo Flores tenía unos piques muy grandes con Wayne Brabender porque siempre se defendían mutuamente en los Barcelona-Real Madrid. Saltaban chispas. ¿Qué hacía Díaz-Miguel en la selección? Los metía juntos en la misma habitación. Y se llevaban muy bien. Quiero decir con todo esto que había buen ambiente, sin problemas. En las concentraciones, salíamos todos juntos por las noches a tomarnos nuestro heladito... A Antonio no le gustaba decir la selección nacional, sino que él decía el equipo nacional.

P: Una espina que tienes clavada con la selección, o equipo nacional, es no haber podido disputar los Juegos de Moscú'80.

R: Sí, por la fascitis plantar. Jugamos el Preolímpico de Ginebra y nos clasificamos. Díaz-Miguel me quiso sacar en un partido durante unos minutos, pero no podía jugar por el dolor. Al llegar a Madrid el club me dijo que tenía que operarme y me perdí la Olimpiada de Moscú. Sólo estuve en unos Juegos, los de Múnich'72, porque para los de Montreal'76 no nos clasificamos al eliminarnos Brasil en el Preolímpico de Hamilton. Y luego en Los Ángeles'84 se ganó la plata, pero yo ya no iba a la selección, había perdido el tren. Los pívots que jugaron en Los Ángeles fueron De la Cruz, Romay, Fernando Martín y Fernando Arcega.

LD | David Alonso Rincón

P: Hablábamos de Luyk, Lolo Sainz, Ferrándiz y Díaz-Miguel como figuras clave en tu carrera deportiva, pero no me puedo dejar en el tintero a Raimundo Saporta...

R: Ha sido un hombre clave en el baloncesto español, como un segundo padre para mí en el Real Madrid. Es más, yo a quien le pido permiso para casarme no fue a mi padre, sino a Raimundo Saporta. Yo con 22 años, ya tenía una relación de dos y medio con Marisol, mi primera mujer y madre de mis hijos Jaime y Jorge, y llevaba desde los quince viviendo de alquiler. ¡Estaba hasta el gorro de andar de un lado para otro! Estaba asentado en el baloncesto español y hablé con Saporta: 'Don Raimundo, me gustaría casarme'. 'Muy bien, te doy mi permiso'. En aquella época, hasta que no te casaras, el club tenía los ahorros de los jugadores españoles que veníamos de juveniles en unas cartillas. Los míos, los de Carmelo Cabrera, Paniagua, Cristóbal Rodríguez… Así que me dieron la cartilla y llamé a mi padre: 'Oye papá, que me caso en julio'. ¿Que querías comprarte un traje o unos zapatos? Tenías que ir al club a hablar con Saporta y él te daba la autorización para que Paco Amescua sacara el dinero. ¡A cualquiera le dices tú ahora que le vas a retener el dinero en una cartilla, se te suben por las paredes! (Risas). Saporta era clave para nosotros. En el baloncesto español era Dios, el que manejaba el cotarro.

P: Te retiraste en el 88 en las filas del Bancobao Villalba con 36 años. ¿Qué hiciste después?

R: Había montado con Emilio de Villota una empresa de escuelas deportivas que se llamaba Sport Club. Editábamos una revista con ofertas de escuelas de toda España: de vela, atletismo, alpinismo, por supuesto automovilismo… Estuve cuatro años hasta que en el 90, a raíz de la muerte de mi hijo, José María García se pone en contacto con Mariano Jaquotot, que era el presidente de la sección de baloncesto del Real Madrid, y me nombraron a mí como delegado del equipo. Y en julio del 91 vuelto al club como delegado. Estaba George Karl de entrenador y duró hasta navidades. Luego se quedó como entrenador Clifford Luyk.

P: ¿Cuánto tiempo estuviste de delegado?

R: Ocho años, hasta el 99.

P: ¿Y después?

R: Salgo del club en julio del 99 y luego, tras ganar Florentino Pérez las elecciones en 2000, vuelvo a entrar como director de las escuelas de baloncesto de la Fundación Real Madrid. Y hasta ahora.

P: ¿En qué consiste exactamente la labor de director de las escuelas de baloncesto de la Fundación Real Madrid?

R: Nosotros cubrimos un hueco que no cubre la sección de baloncesto del club. La sección de baloncesto coge al chaval que tiene buenas aptitudes y luego hay una selección: esos van a las categorías inferiores del Madrid. Nosotros aceptamos a cualquier niño o niña que quiera jugar al baloncesto, de entre 5 y 16 años, con lo que cubrimos un espectro muy amplio de chavales que su ilusión es jugar en el Madrid pero que no llega al nivel. En Madrid capital tenemos seis escuelas y luego hay en Majadahonda, Las Tablas, en el Colegio SEK-Ciudalcampo. Tenemos 600 niños y este año hemos puesto en marcha escuelas de baloncesto en silla de ruedas, en Majadadonda y en Las Tablas para chicos con discapacidad intelectual, otra para chicos y chicas con síndrome de Down... Vamos ampliando el abanico para llegar a colectivos con dificultades para cubrir esas expectativas. Los cursos duran desde octubre hasta junio y tenemos un torneo interno los domingos por la mañana. Y luego a nivel internacional, en la Fundación tenemos un departamento que lleva acuerdos con socios locales o con empresas como Mapfre, Iberdrola, Endesa... Trabajamos en Sudamérica, África, Polonia o China, donde lo que hacemos es formar a los entrenadores, les implantamos la filosofía de la Fundación para que ellos transmitan esos valores en el extranjero. En el área de baloncesto y fútbol, a lo que nos dedicamos principalmente es a dar soporte técnico de las escuelas que tenemos en España.

P: Te referías antes a la muerte de tu hijo Jaime. No sé si tendrías algún reparo en hablar de ello...

R: ¡Ha pasado tanto tiempo! Fue el 9 de diciembre del 90. Él tenía quince años y jugaba en el Real Madrid Cadete. Aquel día era domingo y jugaba en el Colegio San Viator, en campo descubierto. Jaime estaba acatarrado, tenía mucha tos. Ese día amaneció despejado, con un sol tremendo, pero mucho frío, con tres o cuatro grados bajo cero. El partido era a las 9:30 y había que estar media hora antes. Me llevé a Jaime al campo y le dije que no se quitase el anorak, que hiciera el calentamiento con él. 'Cuídate, que estás acatarrado'. Los padres dejamos a los chavales en el campo y nos fuimos a tomar un café. Cuando volvimos, mi primera imagen al entrar en el campo fue ver a un grupo de chavales encima de otro chaval. Era Jaime, tumbado en el suelo. '¿Qué ha pasado'. 'Jaime estaba haciendo el calentamiento, de repente se ha parado y se ha desplomado'. ¡Dios! Le vi la cara, tenía los ojos blancos. Me fui a por el coche y lo metí en el campo. El delegado del equipo se puso en el asiento de detrás con Jaime tumbado y nos fuimos al Doce de Octubre. Tardamos poco en llegar al hospital, que estaba cerca. Entramos por Urgencias y al cabo de diez minutos salieron los médicos a decirme que no se había podido hacer nada, que había muerto. Un palo tremendo. Me metí a despedirme de él, que estaba vestido con su equipación del Madrid. Le di un besillo... y hasta hoy. Era casi como yo de alto, medía 2,05 y en las radiografías decían que iba a medir entre 2,13 y 2,17. Ya jugaba bien y en cadetes dominaba totalmente. Había cumplido 15 años cinco días antes de morir.

P: Tu otro hijo, Jorge, ¿también jugaba al baloncesto?

R: Sí, era mucho más vivo y más espabilado. Cuando murió su hermano, él tenía 12 años. A raíz de morir su hermano, se bloqueó. Seguía jugando, pero muy forzado, se le veía que no disfrutaba. Jorge aguantó jugando hasta los 18 años hasta que un día, jugando él en el equipo EBA de Las Rozas, le dije: 'Mira hijo, no me tienes que demostrar nada, ni a mí ni a nadie. ¿Tú quieres jugar al baloncesto?'. 'Papá, es que no disfruto'. 'Pues déjalo'. Fue morir su hermano y como que él sintió un peso encima. Algún partido ha jugado, con sus amigos y con nosotros en los veteranos, pero nada. Y es una pena porque era un chico de dos metros que botaba muy bien el balón y tiraba bien.

Temas

En Deportes

    0
    comentarios