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Real Madrid, CSKA, Fenerbahce y Olympiacos, una Final Four de la Euroliga de altísimo nivel y sin favorito

El formato Final Four dota a la resolución del título de campeón de Europa de una intriga y ausencia de favoritismo que no tienen los playoffs.

El formato Final Four dota a la resolución del título de campeón de Europa de una intriga y ausencia de favoritismo que no tienen los playoffs.
El Maccabi dio la sorpresa hace un año, superando a CSKA (en la imagen) y Real Madrid | EFE

Es sin duda el gran acontecimiento del año baloncestístico en el viejo continente, y este año será en España. La Final Four, ese torneo tan dado a la sorpresa en el que, tras un larguísimo camino, los cuatro mejores equipos de Europa, después de dos fases de grupos y un duro playoff a cinco partidos, se juegan el título continental a un solo duelo de semifinales y final. Y es eso lo que le da su sabor tan especial.

Pocas, muy pocas posibilidades habrían tenido Olympiakos y Maccabi de hacerse con el título en las tres ediciones precedentes en una Euroliga decidida en forma de liga, o incluso a través de unos playoffs. Sin embargo, la resolución a un partido del pase a la final, o del título de campeón, introduce de forma decisiva un plus mental en cada encuentro de ese fin de semana de locura, igualando sobremanera las apuestas y evitando que se pueda hablar de un favorito claro. Se hizo con CSKA hace tres temporadas, y Olympiakos obró un milagro, Madrid, CSKA o Barcelona lo fueron en Londres, y los griegos repitieron, y los blancos lo fueron sin duda en Milán hasta que la fe ciega del equipo de David Blatt tumbó primero al CSKA de Messina y posteriormente a los de Pablo Laso. Algo que, a buen seguro, hubiera sido mucho más difícil que ocurriera en una serie larga. La regularidad permite alcanzar la Final Four, pero dista mucho de garantizar ganarla.

Los invitados de este año serán Real Madrid, que además ejercerá como anfitrión, Fenerbahce, rival de los blancos en la semifinal, Olympiakos y CSKA de Moscú. Las apuestas dan como favorito al equipo ruso, el mejor del torneo hasta la fecha y reforzado a última hora con un Andrei Kirilenko que quiere despedirse del profesionalismo levantando un trofeo que tuvo demas hace tres temporadas. El siguiente en el escalafón es el Real Madrid, al que se considera casi al mismo nivel de los rusos, quizá por aquello de jugar en casa, por más que ser anfitrión nunca haya sido una garantía para una Final Four, como ocurre también en la Copa del Rey española. No en vano, en las diez últimas temporadas, sólo el Panathinaikos en 2007 ha ganado el título como local.

El hecho de jugar en casa suele ir más en contra que a favor, pero la tercera fase final consecutiva del proyecto de Pablo Laso bien merecería el premio de alzar el título en casa. El Fenerbahce de Zeljko Obradovic ha cumplido, al fin, con las expectativas, algo que no solían hacer los equipos turcos. En su segundo año en Estambul, el entrenador más laureado de Europa, con ocho Euroligas con cuatro equipos diferentes, ha conseguido encauzar el poderoso barco otomano, y con los Goudelock, Bogdanovic, o Vesely como estiletes será una gran amenaza en la semifinal ante el anfitrión. Finalmente, Olympiakos no dejó escapar vivo al Barcelona de su guarida tras robarle una victoria en el Palau, y se vuelve a colar en un torneo en el que los Spanoulis y Printezis se mueven en partidos tan psicológicos como pez en el agua.

Del 15 al 17 de mayo Madrid vivirá un torneo para recordar. La fecha en torno a la que todos los grandes transatlánticos del baloncesto continental preparan todo su estado de forma de la temporada, no hay más que ver el desplome físico y mental del Real Madrid tras perder ante el Maccabi hace un año. Apuestas hagan las justas, no parece el momento de querer ganar dinero con el baloncesto, pues las sorpresas y la incertidumbre estarán a la orden del día. Eso sí, para los que quieran ser optimistas con el Real Madrid, no olviden que el Real Madrid desea que a la tercera sea la vencida, y que sus fichajes de esta temporada fueron destinados precisamente a eso. A que su estilo liderado por el núcleo nacional tenga el refuerzo suficiente para que, en partidos tan complejos, los secundarios emerjan con papel decisivo, como en la pasada final de la Copa del Rey.

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