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La Copa del Rey recupera las sorpresas en un jueves de infarto en el que cayeron Barcelona y Valencia

Fútbol Club Barcelona y Valencia Basket, fuera a las primeras de cambio. Dominion Bilbao-Herbalife Gran Canaria, primera semifinal.

Fútbol Club Barcelona y Valencia Basket, fuera a las primeras de cambio. Dominion Bilbao-Herbalife Gran Canaria, primera semifinal.
Bilbao Basket tumbó al Barcelona y devolvió las sorpresas a la Copa. | ACB Photo

Decía Pablo Laso en la matinal del jueves, justo antes de iniciar el entrenamiento del Real Madrid en el Palacio de Riazor de La Coruña, que en la Copa "las hemos vistos de todos los colores". Frase grandilocuente, muy de aquello del torneo de las sorpresas, pero que el vitoriano sabía que decía en buena medida con la boca pequeña, pues desde 2009 en la Copa del Rey Real Madrid y Barcelona no habían perdido ni un solo partido ante equipos que no fueran, precisamente, ellos mismos. Para remontarse a la auténtica locura de esta competición, casi había que irse, exagerando un tanto, al Laso jugador. Sin embargo, esta vez, los cuatro días de adrenalina que proclama la ACB desde hace unas temporadas, empezaron con un empacho de neurotransmisores. Fútbol Club Barcelona y Valencia Basket, dos de los grandes cocos del torneo, uno por presupuesto y tradición, el otro por haber sido el mejor equipo en la Liga Endesa hasta la fecha, se fueron a casa a la primera. Por una parte del cuadro, Dominion Bilbao Basket y Herbalife Gran Canaria se jugarán el sábado el acceso a la final, lo que sería la primera vez en la historia de ambos. Algo bueno, excelente, para el baloncesto español y su salud competitiva.

La victoria de los vascos ante el Barcelona es un bombazo casi inigualable, del que el equipo de Xavi Pascual fue muy culpable. Bilbao es una plantilla construida con saber hacer pero dentro de una economía de guerra. Veteranos implicados como Hervelle, Mumbrú y Raúl López, algún americano más o menos consagrado en la liga (Clevin Hannah, apenas en su segunda temporada), y muchos melones por abrir, de entre los cuales, dos de ellos, el griego Bogris y el alero americano Alex Ruoff, cuajaron un gran partido. No parece, en todo caso, suficiente argumentación para, en condiciones normales, tumbar a todo un Barça, salvo que, como es el caso, los de Pascual estén lejos de esas "condiciones normales". Lesionado Shane Lawal, su valladar interior defensivo, el paupérrimo estado de forma de Ante Tomic, lejísimos de lo que era no hace tanto, falto de confianza absolutamente, les deja sin su gran amenaza interior. Navarro volvió a demostrar que ya no es el que era, algo que el propio Pascual constató dejando al de Santfeliú en el banco durante todos los minutos decisivos. Abrines no termina de explotar como se le espera, y en el resto, salvo arreones de Perperoglou y, sobre todo, Oleson, faltó demasiada sangre. Doellman dudó en dos acciones en el último minuto que le costaron caras a su equipo, Ribas, novato en la plantilla, no termina de meterse al equipo en el bolsillo, algo que pasará antes o después, y Satoransky, que llegaba lanzado a Galicia, decepcionó en uno de esos días para demostrar cosas.

Desde el minuto 1 el Barcelona entró frío en la cancha, a buen seguro infravalorando al rival, con la clásica actitud del que se sabe superior y espera que el oponente caiga de maduro, reservándose para mayores retos a partir del sábado, que ya no llegarán. La primera mitad fue una lamentable sucesión de pérdidas, airballs, o entradas falladas inexplicablemente, y aún el Barça, poco inspirado también desde el perímetro, estaba sólo tres abajo al descanso. Todo hacía indicar que, llegado el momento, apretaría y se llevaría el pase a semifinales, y lo hizo en el tercer cuarto, aunque para aquel entonces, Bilbao había empezado a creérselo, Ruoff cuajaba su mejor partido de la temporada, y Sito Alonso, con su modesta pero sabia plantilla, se le subía a las barbas a Pascual. Llegado el momento decisivo, a los vascos no les faltó experiencia, y el Barcelona pareció hacerse un flan. Tomic volvió a sumar errores, como dos pasos consecutivos muestra de estar lejos de lo que debe, Doellman se empequeñeció y ni los valores más seguros, Oleson y Ribas, estuvieron del todo acertados. Una derrota durísima por lo inesperado para los azulgranas, pero que devolvía a la vida casi una década más tarde a una Copa del Rey a la que la incertidumbre le va como anillo al dedo.

El derrota del Barça cargaba de presión a Valencia Basket, elegido el favorito por los diez entrenadores ACB no clasificados para La Coruña, y con el camino expedito sin el gigante azulgrana hacia la final, cruzándose con un Bilbao al que hace un par de semanas masacró en Valencia (85-49). Sin embargo, los taronja asumieron dicha situación, y su puesta en escena no pudo ser mejor (28-16), hasta que un inexplicable parcial de 0-21, con los de Pedro Martínez descentrados en el peor momento, devolvió a la vida al Herbalife del más de sabio de todos, un Aíto García Reneses que tuvo claro en otorgar a su primer rival en la competición el honor de gran favorito, ese del que todos huyen a priori. El duelo se convirtió en una montaña rusa, en la que Valencia volvió a golpear para rozar los diez de ventaja en el tercer cuarto, echando a faltar capacidad para noquear al rival, que volvió justo a tiempo para jugar la misma carta que Bilbao ante el Barça. Sin nada que perder en los minutos decisivos, el juego de vascos y canarios se pareció más a los que se espera de ellos que el de catalanes y valencianos, atenazados por una Copa rejuvenecida, como si de pronto siete años académicos, sin sorpresas, de puro seguimiento del libreto establecido, se hubieran borrado de un plumazo.

Los focos se posan ahora sobre Real Madrid y Baskonia, que jugarán ante los dos equipos con más entusiasmo de la competición: Fuenlabrada (19h, La1) y el anfitrión, Obradoiro (Movistar Plus, Dial 55, 21:30h), con las orejas tiesas visto lo visto el jueves. Aunque Pablo Laso, el que las vio, buena memoria la suya, de todos los colores, no se fiaba ni de su sombra en la matinal. "Entrenamiento a puerta cerrada pero con ventanas abiertas", bromeaba el entrenador blanco, ante la curiosa escena de un Palacio de Riazor muy luminoso por los enormes ventanales en los que cualquier curioso podría observar desde fuera su entrenamiento. En el baloncesto actual nadie se fía de nadie. Y a veces, como en el inicio de esta Copa del Rey, volvemos a recordar por qué.

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