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Aíto García Reneses y Sergio Llull, nombres propios de unas semifinales apasionantes en la Copa del Rey

Herbalife Gran Canaria y Real Madrid jugarán la final de la Copa del Rey, tras remontar los canarios a Bilbao y sufrir los blancos ante Baskonia.

Herbalife Gran Canaria y Real Madrid jugarán la final de la Copa del Rey, tras remontar los canarios a Bilbao y sufrir los blancos ante Baskonia.
Sergio Llull celebra el pase del Real Madrid a la final | ACB Photo

Languidecían las opciones del Herbalife Gran Canaria ya muy avanzada la segunda parte, ante un Bilbao Basket que, con la inercia de su heroico triunfo ante el Barça en cuartos de final, veía cómo los magisterios de Mumbrú al poste y las diabluras de Hannah en el perímetro le ponían a las puertas de su primera final copera de siempre. En el banquillo, Aíto García Reneses esperaba su momento. Tranquilo, calmado, por más que el partido se escapara, o eso pareciese. Muy al contrario que su alumno con galones, Sito Alonso, valiente y genial entrenador, pura intensidad, alguien del que se puede decir que vive en la famosa posición de triple amenaza tan propia del baloncesto, preparado para todo en cualquier momento. En el lado amarillo, mientras, Aíto pensaba y, muy especialmente, transmitía la calma necesaria a su equipo para huir del histrionismo avanzar si era posible hacia una remontada poco menos que imposible.

De repente, a los vascos se les acabó el depósito de gasolina. La fluidez en el juego desapareció, los tiros dejaron de entrar, y el `Granca´, de forma paulatina, comenzó a reducir la renta, con buenos minutos de Pablo Aguilar y el sabio Albert Oliver, que había sido el único en sostener hasta entonces las débiles opciones canarias. Llegado ese momento, Aíto siguió sin dejarse llevar por las emociones, por ver que la rendija a la final de la Copa del Rey empezaba a hacerse algo más ancha. Ni un exabrupto, ni una voz más alta que otra, fiel a su estilo de muchos años. Aíto podría ser catedrático en la universidad del baloncesto, o maestro de la escuela de la canasta. Su currículum es tan extenso como su lucidez a la hora de gestionar situaciones como la de la semifinal. Una vez iniciada la remontada, y con el equipo de Sito Alonso seco como una pasa, sólo tenía que dejar que todo fluyera. La mayor profundidad de plantilla grancanaria haría el resto, mientras Aíto seguía sentado, observador, reflexivo, histórico una vez más. Aíto, al que hay que escuchar cada vez que habla, huía una vez más del gesto exagerado, manteniendo una calma gélida donde el común de los mortales, Sito Alonso incluido, vería su adrenalina desbordarse. Por eso es tan clarividente. Y tan necesario para el baloncesto. Los magníficos últimos minutos de ese jugador de deliciosos movimientos que es Eulis Báez hicieron el resto.

Así que Herbalife hizo historia, alcanzando por primera vez el domingo en la Copa (antes sólo había llegado una vez a semifinales). Tras ello, llegó el que podría ser, con permiso de Aíto, el gran duelo del torneo. Real Madrid y Laboral Kutxa, con cuentas pendientes por ambas partes, se enzarzaron en una batalla frenética que comenzó dominando el vigente campeón a lomos de un Gustavo Ayón fabuloso, aprovechando la mala versión de Darius Adams, tan genial como imprevisible, capaz de ganar un partido por su ingente talento, o de mandarlo casi todo al garete por su mala cabeza en momentos puntuales. La vuelta del mejor Adams coincidió con un apagón general de los de Laso, que llevó a los vascos con ventaja al descanso, después de dominar el Madrid con holgura muchos minutos de la primera parte.

Baskonia cuajó un partido completo, tan intenso como corresponde a un equipo de Perasovic, compitiendo hasta el último instante a un buen Real Madrid. Había negado Ioannis Bourousis una vez más tener un extra de motivación ante sus ex, pero su mirada al banquillo madrileño tras dos triples importantísimos en la recta final, permiten pensar lo contrario. Su partido (16 puntos, 13 rebotes), rayó la perfección, como su juego al poste, que vuelve a ser el de sus mejores años, top europeo. Pero no fue suficiente ante un Real Madrid en el que el más regular fue Ayón, completísimo, decisivo en ambas pistas, y en el que varios jugadores tuvieron su momento puntual de importancia. Nocioni, que acabó lastimado, volvió a jugar al nivel físico de las grandes tardes, no era para menos, Gustavo Lima apareció en defensa en la segunda parte para mejorar las prestaciones blancas atrás, y Sergio Rodríguez, oscuro la mayor parte del encuentro, tomó los galones en el último cuarto, hasta que apareció su tocayo y compañero de andanzas. Sergio Llull, que tampoco había tenido su mejor día, volvió a demostrar en el último minuto por qué a día de hoy es uno de los jugadores más determinantes de Europa. Dos penetraciones consecutivas, de esas en las que pone una velocidad de centella imposible para ningún otro sobre el parqué, enfilaron el triunfo blanco, que el mismo se encargó de apostillar con una suspensión tras paso atrás, lo que ahora los cursis modernos llaman un step back, como si no se pudiera decir en castellano. El de Mahón volvió a rugir en un torneo que le encanta, e hizo hincar la rodilla a un Baskonia soberbio que ha vuelto a la elite para quedarse tras varias temporadas con demasiadas dudas, y que tiene un filón en la que es sin duda la mejor afición de Europa, que volvió a dar una lección en La Coruña, como tantas otras veces.

El maestro y la centella. Aíto y Llull. Uno en su karma, en su equilibrio y sosiego interior. El otro en su explosividad incontrolable. Ellos fueron, por diferentes razones, los grandes protagonistas de las semifinales. Dos personalidades radicalmente opuestas. Dos joyas del baloncesto español.

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