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Gustavo Ayón, la estrella del Real Madrid de baloncesto a la que nadie quería fichar en 2014

El MVP de la Copa del Rey pasó por momentos delicados antes de la Copa del Mundo, cuando el Barcelona le rechazó y no tenía ofertas europeas.

El MVP de la Copa del Rey pasó por momentos delicados antes de la Copa del Mundo, cuando el Barcelona le rechazó y no tenía ofertas europeas.
Gustavo Ayón, MVP de la Copa del Rey | Cordon Press

Corría el verano de 2014, poco antes de la Copa del Mundo celebrada en nuestro país, aquella que se nos indigestó ante Francia en una noche llena de despropósitos. En un pequeño pabellón de barrio en Granada, Gustavo Ayón, líder absoluto de la selección de México, atendía a Libertad Digital, dejando un titular que corrió como la pólvora por las redes sociales: "sólo tengo una oferta de China".

A 25 de agosto, con todas las grandes plantillas prácticamente cerradas en Europa, y recién salido de la NBA, las dudas que generaba su hombro izquierdo, recubierto al completo de hielo durante la charla, era el principal motivo de la desconfianza generalizada en sus posibilidades de volver al mejor nivel. A todo ello, el Barcelona había reforzado enormemente su plantilla, y corría la sensación generalizada de que, por primera vez en varios veranos, había fichado mejor que el Real Madrid. El Barça, por cierto, pese a contar con sus derechos, le había dicho claramente que no lo quería, cuando el propio Ayón llamó al club para conocer su situación.

Gustavo Ayón es un tipo de perfil bajo fuera de la cancha, con una modestia y humildad exageradas, casi patológicas. A la salida del Coliseum de La Coruña, con la Copa del Rey y el MVP bajo el brazo, no se acercó a los aficionados a fotografiarse y darse un baño de multitudes. Simplemente se dirigió al bus con la sensación del trabajo bien hecho, mientras sus padres eran quienes portaban el trofeo de mejor jugador y la réplica de la Copa, como si tamaño reconocimiento le llegara a molestar. Ayón, granjero en sus ratos libres, sencillo en grado extremo, es un tipo que renuncia hasta de sus motes, pues cuando se le pregunta si le gusta eso de `Machete´ o el `Titán de Nayarit´, no rehúye decir que no, que simplemente es Gustavo. Alguien que no ha tenido un camino nada convencional hasta llegar convertirse en pieza básica del Real Madrid de Pablo Laso.

Hasta los 18 años no empezó a tomarse en serio la canasta, algo que hizo con un interés desorbitado, con descomunal entrega, dejando hasta la última pizca de energía en cada entrenamiento. Con 24 años ya estaba en España y con 26 en la NBA, después de exhibirse en Fuenlabrada en su primer año en una liga de alto nivel. En su periplo en Estados Unidos le azotaron las lesiones y los cambios de equipo, hasta llegar a aquella entrevista cuando el mundo del baloncesto de elite europeo le daba la espalda, empezando por el Barcelona y continuando por todos los que no se atrevían a firmarle. Pero ocurrió que su Copa del Mundo fue colosal, que México alcanzó unos históricos 1/8 de final y que algunos se acordaron de Gustavo Ayón.

Entre ellos, el Real Madrid, acuciado por los buenos fichajes en Can Barça, y que comenzó a entender que el norteamericano era, sencillamente, el pívot perfecto para el estilo de juego de Pablo Laso, ese que había quedado tan tocado la temporada anterior, tras batir todos los récords disponibles y sólo ganar una Copa del Rey.

Así que Ayón desembarcó en Madrid a finales de septiembre, para irse casi directamente a Vitoria a jugar y ganar la Supercopa que dio inicio al año perfecto del Real Madrid. Su primer mes fue excelente, confirmando que la apuesta había merecido la pena pero, paralelamente a sus problemas personales, llegaron las dudas, el bajón en minutos, y la poca importancia en el juego. Tardaría en levantar el vuelo, pero cuando lo hizo ya fue imparable.

Se aferró al amor por su hijo Álvaro, y la Copa 2015 fue su primer gran manotazo sobre la mesa blanca. La semifinal de la Final 4 de Madrid, una exhibición descollante e inolvidable, en la que terminó de ganarse a los pocos dudosos que aún quedaban. En la celebración de la ansiada Euroliga, no le costó afirmar que los `Sergios´ y Rudy Fernández, los capos de este Real Madrid, "al fin comprenden mi juego". Gustavo Ayón se había ganado los galones, algo que, en este equipo de Pablo Laso, no es nada fácil siendo un jugador interior.

El actual curso está siendo el de la consolidación definitiva. No pocas han sido ya las exhibiciones del poste mexicano esta temporada, en cualquier competición. Llegó como torbellino a la Copa del Rey tras masacrar al Khimki, y su rendimiento en La Coruña ha sido descomunal.

Determinante en ambos lados de la cancha, algo no muchos jugadores pueden decir. En defensa, Ayón es un tipo arácnido, de enormes y hábiles brazos que llegan a todas partes, con la velocidad de un felino, lo que le permite defender a grandes y pequeños y llegar a ayudas poco menos que impensables. En la ofensiva, no necesita que el balón repose en sus manos (estilo Bourousis), pero es un finalizador extraordinario de una intensidad atroz. El complemento perfecto para los `Sergios´, pues no les quita el balón de las manos, juega tan rápido como ellos, y les entiende a la perfección.

Sin embargo, no hace ni 18 meses nadie en Europa le quería, y China, allá donde se gana muchísimo dinero pero donde los partidos todavía hoy son una feria ofensiva de escaso rigor táctico y nulo esfuerzo defensivo, emergía como su siguiente parada. Sólo él parecía creer en sí mismo, al decidir esperar al Mundial para elegir destino. Y, a la vista de lo sucedido, no se equivocó, pues Gustavo Ayón es, posiblemente, y con permiso de Felipe Reyes, el mejor pívot que ha tenido el Real Madrid desde un tal Avydas Sabonis. Y de eso ya ha llovido.

Tras terminar de grabar aquella entrevista, y tomándose el periodista la licencia de desvelar un off the record, le dije a Gustavo Ayón: "No me creo que el Real Madrid no te llame en las próximas semanas". Él, simplemente sonrió, espetando, con la boca pequeña, un modesto "ya veremos". Como si le molestara siquiera la insinuación en su enorme sencillez. Las vueltas que le puede dar la vida a un MVP.

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