Menú

Sergio Llull y su mejoría en los tiros decisivos a partir de la Copa del Rey 2014 en Málaga

El menorquín se ha convertido en un jugador letal en los minutos decisivos, algo que llegó a convertirse en una obsesión para él.

El menorquín se ha convertido en un jugador letal en los minutos decisivos, algo que llegó a convertirse en una obsesión para él.
Sergio Llull dio el triunfo al Real Madrid en Valencia | Cordon Press

"¡Siempre las fallaba, siempre las fallaba!" Instantes después de ganar sobre la bocina la Copa del Rey 2014 en el Martín Carpena de Málaga, Sergio Llull se abrazaba al MVP de aquel torneo, Niko Mirotic, expresando una alegría exultante fruto del éxito deportivo y la liberación personal. El balear, aficionado blanco desde pequeño, cuando desde siempre soñó con meter la canasta clave, la del último segundo, se había quitado un peso enorme de encima. Una losa con la que empezó a virar su relación con los tiros decisivos, y que le hacen ser hoy uno de los mayores clutch players del baloncesto europeo.

Aquella tarde de febrero, en la Costa del Sol, quedaron atrás muchas frustraciones, se olvidó de un mal tiro en el Palau que le costó media liga a su equipo en 2012, tras un inolvidable triple de Marcelinho Huertas acto seguido, y se borró de un plumazo el mal recuerdo de unas palabras de Marc Gasol que aún resonaban en su cabeza cuando, tras confiar en él Scariolo para ganar a Turquía en el Eurobasket de 2009, el pívot dijo aquello de "si te la juegas con el chico nuevo… pasan estas cosas". Que hubiera habido falta en la acción de Semih Erden poco importaba, el mazazo ya estaba ahí.

También había habido alegrías, como ajusticiar a Siena para recuperar el average en la Euroliga de 2009, aún en Vistaalegre, u otra locura con rectificado en Estambul, ante el Efes Pilsen, al límite del descanso, donde también había asestado golpes a CSKA y Barcelona, ya en 2013 Había ganado también un partido al Fuenlabrada en 2011. Llull tenía las piernas, la técnica, el hambre, y la capacidad de anotar tiros importantes sobre la bocina, pero en los momentos realmente decisivos, para ganar partidos importantes ante rivales de enjundia, superar eliminatorias, o ganar títulos, aquello se atrancaba. Y retumbaba en su cabeza.

Y eso que sus entrenadores siempre confiaron en él para los tiros calientes, desde siempre. Lo hicieron Plaza, Messina, Scariolo y, por supuesto, Laso, al que siempre se ha acusado de dar excesiva libertad al menorquín, pero al que nadie le podrá negar que le ha ido excelentemente haciéndolo así. Tiros decisivos en este Real Madrid han metido Reyes, Sergio Rodríguez, Jaycee Carroll o KC Rivers, pero nadie tantos como Sergio Llull, que en Valencia puso otra rúbrica en su particular historia de éxito en momentos decisivos, en la que por cierto los taronja son víctima habitual, pues ya es la tercera vez que el mismo protagonista les gana un partido desde el triple. Hace unos meses, ya envió prácticamente a los de Laso a la final de la Liga Endesa, con otra canasta letal ante los valencianos.

Venía de rebotarse de madrugada el baloncesto por una nueva barbaridad de Stephen Curry, con 12 triples y un triunfo sobre la bocina ni más ni menos que en cancha de los Thunder, uno de sus grandes rivales en el Oeste. Había ganado el de Akron su partido desde lejísimos, aumentando su escandaloso porcentaje de más del 70% esta temporada cuando lanza entre 8`5 y 15 metros del aro, un dato absolutamente inhumano. Era sin duda la canasta del fin de semana, hasta que Llull se inventó una genialidad que debería dar la vuelta al mundo. Instantes antes, el propio base blanco acababa de empatar el partido con una penetración a máxima velocidad y un sensacional recurso en el toque final para anotar ante la defensa naranja. Acto seguido, la pizarra de Pedro Martínez funcionó y Diot sentenció el partido para la mayoría de los mortales. KC Rivers empezó a pedir tiempo muerto (alguien debería haberle explicado algo ya, pues no es la primera vez que lo hace), Maciulis y Ayón sintieron el yugo de la derrota, y sólo Felipe Reyes, que sacó rápido, y el propio Llull, creyeron en un milagro en manos de sólo unos pocos. Desde 21 metros el balón voló para terminar entrando limpio en el aro local y sumando un episodio más a la consagración de un jugador cada vez más canibalesco cuando el reloj se acerca a cero.

No son ya sus dos canastas ante Valencia en esta jornada, no es ya su exhibición en el último minuto de las semifinales de la pasada Copa ante el Baskonia, no es tampoco su triple asesino en la Fonteta el curso previo, no es su canasta para remontar al Baskonia el año pasado, ni su tiro para vencer en Rusia al Unics Kazan, por poner sólo unos pocos ejemplos de lo ocurrido a partir de esa Copa en 2014. La lista se alarga, y amenaza con no tener fin. Llull, al que llaman alocado, del que critican sus "mandarinas", del que se duda de su lectura de juego, al que acusan de ser el mimado de Pablo Laso, sigue rubricando una historia fascinante, en la que todo empezó a girar con un tiro sobre la bocina en Málaga.

Temas

En Deportes

    0
    comentarios