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Ventanas FIBA: cronología del suicidio del baloncesto europeo

La guerra abierta entre FIBA y Euroliga hace pender de un hilo la credibilidad del baloncesto en el Viejo Continente.

La guerra abierta entre FIBA y Euroliga hace pender de un hilo la credibilidad del baloncesto en el Viejo Continente.
Pau Gasol y José Manuel Calderón celebran ante David Andersen el bronce olímpico de España ante Australia en Río 2016 | Cordon Press

Si hay un deporte especializado a lo largo de la historia en tratar de autodestruirse, ese es sin duda el baloncesto. Desde casi los albores de su existencia, los diferentes estamentos que han regido la política internacional de la canasta han tratado de barrer para su propia casa, olvidando en la inmensa mayoría de las ocasiones el bien común de uno de los juegos más populares del planeta. Ahora, la cuerda ha vuelto a tensarse en exceso, amenazando con reventar una gallina de los huevos de oro que durante años había estabilizado un sistema que, muy especialmente en Europa, había funcionado razonablemente bien. Empero, el nuevo episodio del particular `Juego de Tronos´ que ha enfrascado a la FIBA y la Euroliga, tiene en serio riesgo la estabilidad de dicho statu quo.

¿Se imaginan a la selección española de fútbol buscando clasificarse para un Mundial sin contar con sus jugadores del Real Madrid, Barcelona, Atleti, Chelsea, Bayern de Múnich o Manchester City? No, no se rían, porque el baloncesto se lo ha propuesto. Por más absurdo que parezca, por más que leyendas como Sasha Djordjevic le recordaran a este redactor hace unas semanas que "el baloncesto creció con las competiciones de selecciones hasta llegar a su gran punto de popularidad". Pese a todo ello, el actual seleccionador serbio, plata en el pasado Eurobasket, ya avisaba de lo que estaba por venir: "muchos equipos van a ir con selecciones que no son las mejores, nosotros los primeros. Y en mi manera de verlo, a la selección deben ir los mejores. Eso es imposible claramente con el sistema actual. Pero a la gente, a los medios, a los patrocinadores, hay que darle un producto atractivo para que nos sigan y pidan cada vez más".

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Sasha Djordjevic, muy crítico con las ventanas FIBA. | Archivo

Pues bien, cuando el próximo viernes, España salte al Moraca Sports Center de Podgorica para medirse a Montenegro en el primer partido del camino a la próxima Copa del Mundo de 2019, pocos reconocerán al combinado nacional, y menos aún podrán verlo por televisión si nada lo evita a última hora, como consecuencia de la nefasta guerra de poder que asedia ahora mismo al baloncesto mundial. Un hecho que ha llevado a Mediaset, poseedora de los derechos del evento, a anunciar que renuncia a retransmitirlo, como medida de presión ante lo que consideran que "devalúa el carácter competitivo de estos partidos clasificatorios y el interés de los aficionados y telespectadores". ¿Qué está pasando en el baloncesto mundial para que ahora mismo esté en serio peligro que un partido oficial de la selección española de baloncesto se televise en España por un medio diferente a un streaming de pago a través de internet? El propio seleccionador español, Sergio Scariolo, hace saltar las alarmas: "Lo estoy viviendo decididamente mal. Es una situación entre lo atípico y el absurdo", declaró recientemente.

Las relaciones entre FIBA y Euroliga ya hace años que no son buenas, pero si hay que poner una fecha de inicio a este dislate, debería ser el 11 de noviembre de 2012, momento en que el Central Board de la FIBA, reunido en Kuala Lumpur, anunció importantes novedades en su calendario de eventos, empezando por cambiar la cadencia del Mundial para evitar que coincidiera con el de fútbol, con lo que habría un parón de cinco años entre España 2014 y China 2019, para volver a celebrarse a partir de ahí cada cuatro años, desde 2023. Además, el Eurobasket pasaría a celebrarse también cada cuatro años, en lugar de cada dos, con el objetivo de estimular a las grandes estrellas europeas que están en la NBA a no renunciar a ninguna cita, otorgándoles a cambio un verano completo de descanso, algo inexistente hasta ahora. Y por otro lado, recuperar los partidos internacionales de selecciones durante la temporada casi dos décadas más tarde. Un hecho absolutamente anacrónico cuando, hoy día, hay más de 100 jugadores no estadounidenses en la NBA, y resultaba más que evidente que la competición americana no iba a parar su deambular para ceder jugadores a las diferentes selecciones.

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Patrick Baumnann, Secretario General de la FIBA. | Cordon Press

Aquel día, con el parto de las llamadas ventanas, la FIBA puso, de forma totalmente consciente, una nueva piedra para la siguiente gran guerra del baloncesto internacional, que ahora, un lustro más tarde, nadie sabe, ni parece querer, abordar. En esa línea, Alfonso Reyes, ex jugador y actual presidente de la Asociación de Baloncestistas Profesionales, declaraba hace escasas fechas en esRadio que "los mensajes que se transmiten desde el mundo del baloncesto para el jugador, y el aficionado que es al final al que hay que llegar, son negativos. Y esa tendencia la tenemos que cambiar como sea, pero es difícil porque los problemas cada vez son mayores. Han ido engordando y no hemos sabido qué hacer hasta que no nos explote en la cara". Y lo que está a punto de salir es el pus de un grano que ciertamente empieza a apestar.

Con ese movimiento, el gran objetivo de la FIBA no era otro que recuperar parte del mango de la sartén del baloncesto europeo. Un gesto evidente, perfectamente descrito el pasado mes de agosto por Pau Gasol: "Intentan hacer fuerza los unos y los otros a ver quién puede más, sacando codos y a ver quién se lleva más parte del pastel. Es peligroso ese juego porque a base de tanto estirar el jugador puede plantarse y hacer fuerza, y si el jugador sufre, las competiciones sufren y todos sufren. Puede romperse la cuerda y que haya problemas más graves". Efectivamente, en la cuerda ya sólo quedan algunas fibras intactas.

Con la Euroliga implantada y con cada vez más importancia en las competiciones de clubes, la FIBA pretendía reforzar su gallina de los huevos de oro: los torneos de selecciones, y pareció hacerlo sin analizar los pros y los contras de una medida que, ya en 2012, escandalizó a buena parte del universo baloncesto. Tanto que, cuando en noviembre de 2015, la Euroliga aprobó el nuevo formato de Liga Regular a partir del curso 2016/17, dio una estocada letal a la FIBA. Porque la Euroliga, tan pertinaz e interesada en su propio negocio como su rival de despachos, e igualmente indiferente ante el interés general del baloncesto, como demuestra por ejemplo su voracidad hacia las ligas nacionales, no se puede negar que actualmente ofrece un producto que está funcionando excelentemente entre los aficionados, creciendo e impacto y repercusión año a año. Y ante esa posición de fuerza, la FIBA lo único que ha hecho ha sido lanzarse al vacío, sin red alguna, y poniendo en serio peligro la credibilidad del baloncesto mundial, aunque muy especialmente en el Viejo Continente.

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Jordi Bertomeu, Director Ejecutivo de la Euroliga.

Enormemente celosa del poder de la Euroliga a nivel de clubes, la FIBA creó el curso pasado la llamada Champions League, nombre cuanto menos paradójico, una competición paralela a la Euroliga y la Eurocup, evidentemente con menos nivel deportivo, pero en la que los premios económicos han tentado, especialmente este año, a varios clubes ACB a renunciar a la Eurocup por disputar esa Champions League. Para mayor ironía, el vencedor de dicha competición disputa la Copa Intercontinental, obviando al evidente campeón europeo, el ganador de la Euroliga. Así, el rival del Guaros de Lara venezolano esta campaña en la Intercontinental no fue el Fenerbahce de Zeljko Obradovic, sino el Iberostar Tenerife. No, no le busquen sentido, porque más allá de alguna cabeza pensante en algún despacho suizo, no tiene ninguno. De hecho, seguramente el premio para el ganador de la Eurocup es superior: que le pregunten a Unicaja, que la alzó hace unos meses, lo que le permite disputar este curso la deseada Euroliga.

Pero el dislate FIBA no acaba aquí. En 2016 amenazó a países como España, Grecia, Rusia, Croacia o Serbia de que si sus equipos no jugaban la Champions League y seguían optando por la Euroliga, sus selecciones podrían ser sancionadas de cara a los siguientes eventos internacionales. A españoles y ex yugoslavos les advirtió con un riesgo palpable de no acudir a los Juegos Olímpicos de Río, aunque el tiro en el pie de la FIBA no se consumó, y los de Scariolo se colgaron un bronce, justo por detrás de Serbia, plata ante Estados Unidos en la final. Sin embargo, el ridículo, otro más, ya estaba hecho. La FIBA ha conseguido que pocos la tomen en serio ya, de no ser por el evidente riesgo que sus decisiones tienen sobre la estabilidad del baloncesto.

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Juan Carlos Navarro (derecha), ante Thomas Heurtel, en los Juegos Olímpicos de Río.

Llegamos así al inicio de esta temporada, con la primera ventana clasificatoria fechada para el mes de noviembre, y la Euroliga crecida tras el incontestable éxito de su liga regular en su estreno. El choque de trenes era evidente, y ha llegado. Este próximo viernes coincidirán en hora, por ejemplo, el citado Montenegro – España con un Panathinaikos – Real Madrid de la Euroliga, la consumación de un disparate anunciado hace un lustro y que ya se toca con la yema de los dedos. Una situación que pone contra la espada y la pared a los protagonistas del juego: entrenadores y, sobre todo jugadores, obligados a elegir entre el club que les paga o la selección nacional por la que sienten devoción. La FIBA no se apea de su caballo de unas ventanas antediluvianas, y la Euroliga se enroca en su nuevo formato, tan exitoso como exhaustivo para las piernas y las mentes de los jugadores. Mientras, la voz más autorizada del baloncesto europeo, en las últimas dos décadas, Zeljko Obradovic, recuerda a LD que "un jugador cuando ficha por un equipo tiene obligaciones, y la primera es estar dispuesto a entrenar y jugar con ese equipo. ¿Qué pasa si un jugador decide irse con la selección? ¡Que tiene derecho, ojo! ¿Cómo va a reaccionar su club? Él ha firmado por ese equipo sin que nadie le ponga una pistola obligándole. ¿Qué va a ocurrir si se lesiona y no juega, como ha pasado con Llull?", mientras toca madera sobre la mesa al nombra al jugador del Real Madrid, el técnico de Cacak se enerva, como no puede ser de otra forma.

Eso sí, el ente dirigido por Jordi Bertomeu propuso este verano un calendario alternativo, que eliminaba los partidos de selecciones durante el curso, y otorgaba los meses de junio y julio completos para partidos internacionales. Una solución que fue bien acogida entre el colectivo de jugadores, entrenadores y clubes, pero que a los burócratas de la FIBA, aduladores de su becerro de oro, sólo les pareció que representaba perder la guerra ante Euroliga. Y a eso no estaban dispuestos, faltaría más. Eso sí, nadie ponía en duda que los jugadores NBA no acudirán, pero ante la competición estadounidense la FIBA parece que sólo sabe bajarse los pantalones. Hecho ante el que Zeljko Obradovic se pregunta, con tino: "si los NBA no pueden venir con las selecciones, ¿Por qué los otros sí tienen que jugar, los de Euroliga? Pierdes ochenta jugadores europeos, ¿Es esta la calidad de competición que quiere la FIBA?".

Pues bien, las consecuencias de todo este galimatías ya están sobre la mesa. Una selección como España teniendo que clasificarse para el Mundial con el que podría ser su tercer equipo, ante la ausencia de todos sus jugadores de NBA y de Euroliga. Los de Scariolo, como Francia o Serbia, serán los más perjudicados de toda esta situación, por más que la FIBA estime que el 89% de los jugadores podrán participar en estos próximos partidos, hay selecciones que salen muy maltrechas, lo que igualará mucho las fuerzas con selecciones que en condiciones normales son inferiores a estas, y que, al perder a menos jugadores de alto nivel, saldrán menos malparadas a la pista. Como avisó Marc Gasol recientemente en la Cadena Ser, "confundes al aficionado, no sabe si este equipo va a jugar al final el Mundial o no, o quién va a jugarlo".

Y ante todo ello, Mediaset, empresa privada que tampoco tiene ningún interés en el bien del baloncesto, sino exclusivamente en su cuenta de resultados, no tardó en renunciar a televisar dichos partidos para toda España. En la misma entrevista, el menor de los Gasol sentenció que "toda la gente que manda, la FIBA, la Euroliga, la NBA... se tienen que sentar y buscar una solución". Por desgracia, parece que el pívot de los Grizzlies puede esperar tranquilo. Claro, que él quizá tenga algo del margen que a su hermano Pau, debido a que la arena no para de caer en reloj, se le podría escapar, como advertía Jorge Garbajosa recientemente en El País: "A Pau, si esto sale mal y no logramos clasificarnos para el Mundial ¡Lo vamos a retirar! Las ventanas son decisivas".

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La selección de baloncesto, en 2016, junto a Jorge Garbajosa, Presidente de la Federación, y el Rey Felipe VI. | Cordon Press

Porque Pau Gasol, como más de dos docenas de nombres importantes del baloncesto español, no estará en Montenegro, ni en Burgos ante Eslovenia el domingo, con los campeones europeos sin los madridistas Randolph y Doncic. Momentos complejos que darán lugar a especulaciones sobre los que defiendan entonces la camisetas nacional, como describía el italiano Ettore Messina en el pasado Eurobasket: "Resulta incluso humillante paras las federaciones tener que recurrir a un determinado grupo de jugadores para que les ayuden a clasificarse y luego prescindir de ellos diciendo: 'Gracias. Algún otro jugador mejor que tú va a ocupar tu lugar en el torneo'. Es una humillación para los jugadores. Juegas por tu país, consigues una clasificación y después 12 jugadores mejores que tú vienen y disputan la competición principal". En esa tesitura se encuentra el joven Sergi García, uno de los 16 convocados por Scariolo, ya concentrados en Guadalajara, y que el pasado fin de semana declaraba en Tirando a Fallar, consciente de esa situación, que "si las cosas se hacen de mala manera, caen mal". Los grandes protagonistas del juego claman contra los que ocupan sus despachos, como no podía ser de otra manera.

El baloncesto ha vuelto a ese momento que tanto parece gustarle a los que mandan en él: la autodestrucción. Y llegados aquí, el final es imprevisible, como ya advirtió Ettore Messina en el pasado Eurobasket: "siento curiosidad por saber cuál será el próximo paso a dar en este concurso de mentes brillantes que llevamos presenciando los dos últimos años. Quiero ver quién va a ser el ganador".

Desde luego, el baloncesto no lo será.

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