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El día en que Facundo Campazzo se hizo gigante en el Real Madrid de baloncesto

La exhibición de Facundo Campazzo, y la solvente victoria de Iberostar Tenerife ante Valencia Basket, protagonistas del estreno de la Copa del Rey.

La exhibición de Facundo Campazzo, y la solvente victoria de Iberostar Tenerife ante Valencia Basket, protagonistas del estreno de la Copa del Rey.
Facundo Campazzo, en primer plano, celebra una asistencia a Walter Tavares, al fondo | ACB Photo

Con el Gran Canaria Arena aún casi vacío, paseaba intranquilo Chechu Mulero por la grada de un recinto tan bonito visualmente para el espectador como laberíntico y difícilmente descifrable para trabajar en su seno. El Director Deportivo de Valencia Basket quizá se veía venir, más de una hora antes de que empezara la Copa del Rey 2018, los problemas que el vigente campeón de la Liga Endesa iba a tener ante la telaraña que el dirigente sabía que le iba a tejer Fotis Katsikaris, entrenador de Iberostar Tenerife. Los recientes triunfos ante San Pablo Burgos y Real Betis en la competición local, y el aún más brillante frente al CSKA de Moscú en la Euroliga, no hacían obviar el drama que los taronjas presentan en el puesto de base. Hace escasamente diez días sus cuatro jugadores especialistas en el `uno´ estaban de baja médica, y para la cita canaria, tan sólo el joven Sergi García estaba recuperado, y con alfileres, sin apenas entrenamientos previos. Ni Guillem Vives, al que se espera de vuelta en breve, ni Sam Van Rossom, que parará aún algunas semanas, ni un Antoine Diot sin fecha prevista de regreso, comparecían ante los aurinegros. La papeleta volvía a ser para el gallego Alberto Abalde, escolta puro, y obligado a ejercer de base en la pista como hizo con nota ante burgaleses, sevillanos y moscovitas. Pero quizá, en el fuero interno de Mulero, algo le decía que Abalde iba a ser la presa a la que iba a atacar Katsikaris con su pizarra.

Enfrente, muy al contrario, las dudas sobre la disponibilidad del director Rodrigo San Miguel y el francotirador Kostas Vasileiadis se resolvieron rápido, con ambos en el `5´ inicial y resultando decisivos en un partido que siempre fue lo que quiso Iberostar Tenerife. Katsikaris le ganó la partida a Txus Vidorreta casi desde el salto inicial, llevando a los de La Laguna a la primera victoria de su historia en una fase final copera en un partido donde los ex de Valencia Basket resultaron decisivos. Las 8 asistencias de San Miguel le convirtieron en el mejor socio para un Mike Tobey que fue el primero en endurecer el partido como la relevancia del mismo exigía. El estadounidense dominó la zona a su antojo en la primera mitad, superando a todas luces a un Bojan Dubljevic alejadísimo de su mejor versión. En la segunda, Fran Vázquez y Abromaitis le cogieron el relevo, frente a un Tibor Pleiss que fue el mejor de los valencianos. Al tiempo, emergió un jugador descomunal, Mateusz Ponitka. El polaco, debutante este año en España, está llamado a ser sin duda el alero titular de un equipo de Euroliga en el medio plazo. Amén de leer el juego maravillosamente, su instinto competitivo y su poderío físico son envidiables. Lee el juego maravillosamente bien, ataca el rebote ofensivo como si le fuera la vida en cada rechace, y sólo la falta de una muñeca de élite le priva ya de ser sin duda uno de los tres mejores aleros de Europa. No tardará en estar en la agenda de los mejores del continente, a los que se adelantó este verano el Director Deportivo tinerfeño, Aniano Cabrera. Así las cosas, según avanzó el partido, Valencia cayó de maduro ante un Iberostar superior en casi todos los sentidos.

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Ponitka penetra ante la defensa de Valencia Basket | ACB Phto

Con la primera sorpresa (relativa, visto lo visto) servida, haciendo honor a un torneo que siempre presumió de ellas aunque la última década hayan escaseado, saltaron a la cancha Real Madrid y Unicaja. Los blancos, buscando su quinto entorchado consecutivo, sexto en siete años de era Laso, que se dice pronto, y con Gustavo Ayón sudando en los minutos previos al partido casi como uno más, como pidiendo paso en la rotación de cara a una posible semifinal. Los malagueños, tratando de olvidar su decepcionante actuación del año pasado, cuando dejaron escapar vivo al Barcelona más timorato que se recuerda. Y a fe que lo consiguieron, pues nadie podrá reprocharles en esta ocasión a los de Plaza no haber llevado al límite a su rival, merced a un acierto exterior colosal (13/25 triples), con Carlos Suárez, Sasu Salin y Adam Waczynski combinándose para sumar 11 de 16 dianas entre los tres. Tamaño acierto tuvo cuasi noqueado al Madrid muchos minutos, pese a que los blancos no sufrieron esta vez ante el gigante georgiano Shermadini, habitual coleccionista de puntos ante los de Laso. Apenas hubo un aviso de escapada blanco (31-23), contrarrestado ipso facto por el primer bombardeo malagueño hasta un 34-43 que Campazzo, Tavares y Doncic se encargaron de arreglar al descanso (46-45).

Pero a esas alturas, Unicaja ya había encontrado su filón. Con Tavares tan inmenso en la pista como determinante en defensa cerrando la puerta a los interiores rivales, la tormenta exterior no cesó para los de Plaza, que alcanzaron el final del tercer cuarto con un 58% de triples, cifra francamente inhabitual a esas alturas de juego. No es de extrañar que el técnico blanco bromeara con Carlos Suárez cuando ambos se cruzaron de camino a la rueda de prensa –"¡Descansa, anda, que las metíais todas, vaya partido!", le espetó cariñosa palmada en la espalda mediante-. Waczynski, en el mejor momento de forma que se le recuerda en Málaga, permitió soñar con la sorpresa con su quinto triple sin fallo, mientras Doncic se obcecaba en resolver por sí mismo quizá más veces de las necesarias, lo que hizo saltar la alarma merengue (70-77).

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Tavares (izquierda) y Campazzo, tan dispares en lo físico como compenetrados en la cancha. | Cordon Press

Pero ahí llegó la decisión que, desde el banquillo madrileño, cambio el partido. Laso, acusado tantas veces de ganar por inercia, sentó a Doncic a 5 minutos del final, y entregó el equipo al casi eternamente cuestionado Campazzo. La genialidad del base cordobés, sumada a sus fantásticas piernas y una excelente toma de decisiones, le convirtió desde ese momento en el hombre del partido. Con Tavares mastodóntico en la pintura, especialmente en el tablero propio, y la oportuna irrupción de Rudy Fernández ya con Doncic en el banquillo, Campazzo encontró a sus perfectos aliados para darle la vuelta a un partido que Unicaja empezaba a tener controlado.

El Madrid dio uno de esos chispazos de locura genial que tiene el equipo de Laso, y en menos de un minuto había enjugado la desventaja. Unicaja, con Carlos Suárez imperial, mantuvo la iniciativa, pero Campazzo bordó la perfección hasta el bocinazo final, penetrando en la zona andaluza para anotar, sacar falta o asistir casi una vez tras otra. Además, en la pista trasera se las ingenió para meter una de esas manos tan difíciles de pitar y robarle a Nedovic el balón que podía darle la prórroga o el triunfo a Unicaja. El argentino aseguraba después en zona mixta haber tocado balón limpiamente, mientras que desde Unicaja se transmitía que la mano del serbio estaba enrojecida por el golpe, en una jugada que ni la repetición de televisión se encargó de esclarecer definitivamente, y que supuso el broche de oro al día en el que Facundo Campazzo, definitivamente, se hizo gigante en el Real Madrid. Pese a sus escasos 180 centímetros de altura, sus 17 puntos, 7 asistencias y 8 faltas recibidas, pero sobre todo su dominio del partido sirvieron para que, en rueda de prensa, Pablo Laso sacara pecho al ser cuestionado por él y reivindicando su confianza en Facu desde el primer día. Era de justicia.

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