Menú

Kostas Sloukas, el hombre de las seis finales de Euroliga a LD: "Si haces lo que dice Obradovic, vas a ganar"

El escolta griego del Fenerbahce, uno de los jugadores más decisivos del baloncesto europeo, repasa su trayectoria y momento actual para LD.

Puede que al lector más novel le cueste recordarlo, e incluso admitirlo. Pero hubo una época en que el centro neurálgico del baloncesto griego no fue Atenas. No, ni Olympiakos ni Panathinaikos dominaban tierras helenas. Ni siquiera lo hacía el AEK, destinado históricamente a ser el hermano pobre en la capital. A finales de la década de los 80 el pulso en Grecia se marcaba también a orillas del mar Egeo pero más al Norte, desde Salónica. Allí se forjaba una de las mayores rivalidades del Viejo Continente, con Aris y PAOK poniendo a la segunda ciudad del país en el foco mediático, tanto por su nivel baloncestístico como por lo difícil en todos los sentidos que resultaba jugar allí para cualquiera. Mientras en el bando amarillo se hacían leyenda dos mitos como Nikos Gallis y Panagiotis Giannakis, en los negros el martirio de los rivales era la muñeca de ‘Bane’ Prelevic y la inacabable envergadura del pívot Panagiotis Fassoulas, no por casualidad bajo el mote ‘La araña’. El Aris había alcanzado la ‘Final 4’ tres cursos seguidos, de 1988 a 1990, y la selección griega había pasado del anonimato a ser una potencia continental, con un inolvidable título en 1987 tumbando a Yugoslavia y la URSS y un subcampeonato dos años más tarde en Zagreb ante para muchos la mejor Yugoslavia de todos los tiempos, ahí es nada. Todo ello, con la base de los equipos de la capital de la región de Macedonia Central.

Pero mediada la década de los 90, ya acostumbrada a reinar en Grecia y codearse con los mejores en Europa, Salónica empezó progresivamente a decaer a lomos de una galopante crisis económica. La Copa Saporta ganada por el Aris en 1993, ya sin Gallis, y la ‘Final 4’ a la que llegó el PAOK ese mismo año, fueron en buena medida el canto del cisne del baloncesto de elite en la ciudad. En ese contexto de pasión desmedida por una pelota naranja había nacido en el mejor sitio posible Kostas Sloukas un 15 de enero de 1990. Hoy, veintinueve años después, es uno de los faros del Fenerbahce de Zeljko Obradovic y puede presumir de haber jugado, se dice pronto, seis de las siete últimas finales de la Euroliga.

"Sí, Salónica siempre fue una gran ciudad de baloncesto. Aquellos años de Gallis y Yannakis son historia de nuestro deporte. Yo no pude vivirlos, y sólo recuerdo al Aris en una Euroliga ya en 2006, pero estoy muy contento de ser de allí y me hace muy feliz cada vez que voy", reconoce a Libertad Digital este escolta parco en palabras y algo retraído en el discurso. "En realidad mis ídolos pertenecen a la siguiente generación. Diamantidis, Papaloukas, Spanoulis… Crecí con ellos. Pero de Gallis desde luego que he visto muchos vídeos y veo que allí la gente le adoraba", señala.

sloukas-olympiacos-chacho-sergiorodrigue
Sloukas, ante Sergio Rodríguez, en la final de la Euroliga de 2013. | Cordon Press

Con tamaños ejemplos, pero sin tener un cuerpo especialmente privilegiado para el baloncesto, Sloukas creció como uno de los mejores proyectos griegos, pero quizá sin aparentar en lo que se acabaría convirtiendo. A los 16 años, aún en Salónica, se enroló en la Academia Mantoulidis, una suerte de NCAA a la griega que desarrolla el talento sin olvidar los estudios. Fue en el verano de 2008 cuando todo cambió para él. Tras liderar a una Grecia anfitriona al oro europeo sub 18, una llamada ya entrado agosto le descolocó. Al otro lado estaba el Olympiacos dispuesto a darle su primera oportunidad profesional. "Lo primero que pensé es que no quería, desde luego era un gran honor y la oferta me hizo muy feliz, pero era consciente de que el nivel era demasiado alto para mí. ¡Ellos jugaban Euroliga y yo estaba en la tercera división griega en Salónica!", recuerda. "Allí había auténticos iconos, referentes para mí allí. No era fácil pensar que podía entrenar con alguien como Papaloukas", admite.

Las dudas quedaron atrás, y poco después el citado Theo Papaloukas se había convertido no sólo en su compañero de equipo, sino de habitación. Poco menos que un mentor. "Aquel verano fueron los Juegos Olímpicos de Pekín, y allí estaba yo cada madrugada viéndole jugar por televisión sin pensar en mucho más. Cuando fui consciente de que él estaba en la cama de al lado fue algo muy raro, me generó incluso ansiedad y no podía dormir, ¡Tenía 18 años!", evoca. Una experiencia de tutorización que le serviría para abrirse camino hacia el actual jugador que es. "Me dio grandes consejos, pero también me escuchó. Él es la principal razón por la que a día de hoy trato de proteger y cuidar mi cuerpo como lo hago", afirma. En todo ello, claro, caben muchas anécdotas entre el veterano y el novel: "Recuerdo que una noche estaba viendo la tele, una película que me gustaba. Y él me preguntó si de verdad quería verla. Sólo le dije, ‘¡Toma, toma el mando!’ Realmente estaba muy nervioso por tenerle al lado".

Pese a la tutorización de Papaloukas, los comienzos en Olympiacos no fueron fáciles, casi como corresponde. "Lo pasé mal, sufrí los dos primeros años, porque entrenaba muchísimo pero prácticamente no jugaba". Dusan Ivkovic no confiaba en él demasiado. Le reprochaba sus carencias defensivas y algunos kilos de más, por más que su muñeca y su creatividad no dejaran lugar a la duda. En 2010 se marcharía un año cedido a casa para jugar en el Aris, antes de volver a El Pireo y comenzar su llegada definitiva a la elite del baloncesto europeo. Aunque para ello tuvo que abrir los ojos a la realidad: "En Olympiacos descubrí la forma en que los grandes jugadores trabajan para mejorar", aclara. Era un equipo especial aquel, nunca favorito en septiembre, pero que jugó tres finales de Euroliga entre 2012 y 2015. Una garrapata para el rival, siempre aferrada a un hilo de vida, que por más que pudiera ir veinte abajo en un partido, siempre volvía al mismo. Que le pregunten a CSKA y Real Madrid, que aún hoy se preguntan cómo perdieron aquellas finales de Estambul y Londres. Los blancos se tomarían al menos venganza en 2015, pero tuvo que ser en Madrid. "Olympiacos tiene un gran carácter, una mentalidad muy fuerte. Allí se pelea cada partido. Y creo que la clave está en los jugadores locales. Siempre están juntos, unidos. Cada uno se parte el pecho por el otro. Suelen ser siempre un gran grupo. Desde luego que tienen sus referentes, como Spanoulis y Printezis, pero la química y la mentalidad son la clave", afirma un Sloukas que sabe bien de lo que habla.

En este punto, la charla se detiene en Spanoulis, santo y seña del baloncesto griego de la última década. También mentor de Sloukas, también compañero de habitación. Pura letalidad en la cancha, simplemente Kill Bill. "Sé muy bien lo que ha trabajado, lo que hace en cada entrenamiento. Siempre bien, siempre duro. Su mentalidad es muy fuerte y trabaja como un robot. Y aparte, cree mucho en sí mismo. Es capaz de no meter un tiro en todo el partido y hacer un tres de tres en los dos últimos minutos". Efectivamente, casi cualquier equipo europeo puede dar buena cuenta de ello.

kostassloukas-1.jpg
Sloukas, durante la entrevista con LD.

Fue en 2015, tras dos años sin alzar la Euroliga, cuando le llegó al de Salónica el momento de dar otro giro a su carrera. De nuevo, una llamada. El interlocutor esta vez era Zeljko Obradovic, buscando reclutarle para su tercera temporada en el Fenerbahce. "Él fue la principal razón de mi decisión. Me llamó y me dijo lo qué quería hacer en este equipo. Me hizo feliz que el mejor entrenador de Europa viniera a por mí, que quisiera que estuviera con él. Cuando eso pasa, no puedes decir que no. Hablamos sólo cinco minutos, me explicó lo que quería de mí… Y no hablamos de dinero. Lo más importante no era eso, sino cómo confiaba Obradovic en mí". Comienza ahí una de esas relaciones tan especiales del técnico serbio de Cacak con sus discípulos. "En estos cuatro años he confiado en él como si fuera mi padre y él lo ha hecho en mí igual, creo que hemos hecho un buen trabajo", opina Sloukas del serbio. "Confío en él ciegamente. Sé que es muy duro, que le pide el 150% a sus jugadores, pero el baloncesto que juega es 100% ganador. Si haces lo que él te pide, vas a ganar. Esto es lo más importante. La mentalidad del Fenerbahce a través de lo que transmite el entrenador. Intentamos ganar cada partido. Me encanta esa química que hemos creado los últimos cuatro años", añade.

Tiempos de éxito para el equipo turco, capaz de dejar atrás al fin ese mantra de que los otomanos casi siempre decepcionaban en Euroliga. En tres cursos en Estambul, Sloukas ha jugado tres finales de la Copa de Europa, convirtiéndose además sin duda en uno de los mejores jugadores del Viejo Continente cuando realmente se juegan los partidos. Tomando el relevo de Navarro, Spanoulis o Llull, por hablar de referentes recientes en la materia. Un astro del clutch time, que dirían en la NBA, casi siempre la primera opción de los de Obradovic en momentos de apuro: "Intento escuchar al entrenador, lo que me aconseja. Tengo grandes compañeros, me siento cómodo con ellos, jugando el pick & roll con Datome, Melli o Kalinic. Tenemos una buena química de grupo y yo lo que trato es de encontrar las soluciones a los diferentes problemas que se plantean en la cancha. A veces logras hacerlo y a veces no, pero la clave pasa por encontrar soluciones a los problemas".

obradovic-sloukas-fenerbahce.jpg
Sloukas (derecha) discute con Zeljko Obradovic en un partido del Fenerbahce. | Cordon Press

Remedios que no hallaron en la final del curso pasado en Belgrado, cuando el Real Madrid les superó en la segunda parte y el propio Sloukas reconoce que no dio la mejor cara. "Lo pasé mal durante varios días", admite. "Hicimos una buena primera mitad. Pero en la segunda no jugamos en equipo como solemos hacerlo. Yo no estuve bien, fallamos tiros sencillos, Causeur nos generó muchos problemas… Me duró el enfado bastantes días. Es muy importante llegar a la final, estar ahí, pero una vez que llegas ahí, quieres ganar. Fue duro perder", asume.

kostassloukas-4.jpg
Un momento de la entrevista con LD

Con esas miras llega el este jueves Fenerbahce a Madrid para buscar una pequeña revancha de la final de Belgrado. El equipo turco es líder sólido de la Euroliga y pretende una victoria que casi asegure esa posición de privilegio, pues los turcos no tienen otro objetivo que no sea repetir final en Vitoria el 19 de mayo. Por más que exista cierto caldo de cultivo que dude del futuro de la economía otomana y la viabilidad del club al más alto nivel, Sloukas zanja por la vía rápida el asunto: "No pierdo tiempo en eso. Confío en el entrenador, en el club y en Maurizio Gherardini, el mejor Manager General en Europa. Sólo puedo pensar en baloncesto y en cómo Fenerbahce afrontará el próximo partido". Junto a Obradovic sólo cabe pensar en repetir final continental, la que sería la séptima en ocho años para Kostas Sloukas, el heredero de Gallis y Yannakis. El chico de Salónica que se ha acostumbrado a ir decidiendo partidos y ganando títulos por Europa pese a que su físico parezca hacerlo inverosímil y durante años le pusiera un asterisco a su carrera.

Temas

En Deportes

    0
    comentarios