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El enorme impacto de Tavares y Campazzo y la intensidad de Unicaja marcan las semifinales de la Copa del Rey

El base argentino y el pívot caboverdiano empequeñecieron a Valencia Basket y la actividad de Unicaja tumbó a un cándido Andorra.

El base argentino y el pívot caboverdiano empequeñecieron a Valencia Basket y la actividad de Unicaja tumbó a un cándido Andorra.
Walter Tavares, un martirio para Valencia Basket | Efe

Vivimos momentos en los que podemos comprobar perfectamente lo que supone el miedo cuando se infiltra en las diferentes esferas de la sociedad. La epidemia del Coronavirus de Wuhan y sus efectos a lo largo y ancho del planeta están dejando demostrado bien a las claras los dañinos efectos que en el día a día supone la divulgación de los posibles efectos negativos de una noticia. Pues bien, salvando las lógicas distancias, las semifinales de la Copa del Rey de Málaga se determinaron por un hecho ciertamente similar en lo que a su daño emocional se refiere. En la primera, el enorme impacto de Facundo Campazzo y Walter Tavares pareció acobardar a sus pares en el Valencia Basket, capaces de tumbar al mastodóntico Barcelona el jueves pero empequeñecidos ante la pareja de oro del actual Real Madrid. Y en la segunda, la enorme intensidad defensiva de un Unicaja de Málaga más curtido en estas lides acobardó desde el salto inicial al Morabanc Andorra, que dio la sensación de tener los deberes cumplidos ya en el partido previo a la final.

No es fácil ver en el baloncesto actual un impacto similar al que tiene Tavares cuando está en una cancha de 28x15. La sola presencia del pívot caboverdiano infunde un enorme respeto en sus rivales. Su inacabable presencia física y la intimidación que le proporciona su larguísima envergadura son garantía de un miedo que ya se nota en los primeros ataques del partido. Y si el africano además se muestra físicamente bien, la epidemia es inmediata. Los pívots evitan postear ante él, los exteriores cuando penetran rehusan el lanzamiento o lo hacen con finalizaciones complicadas, y tener un interior capaz de anotar desde fuera parece el único recurso ante el gigante de Maio. Si 'Edy' además se anima a salir con cierta movilidad a puntear esos tiros lejanos, el efecto Coronavirus ya es inevitable. Y para él de momento no parece haber cura. Cuando está al nivel de la semifinal ante Valencia, todo lo que sucede en el partido parece estar mediatizado por él. Mucho más allá de lo que dicen sus 9 puntos y 10 rebotes (con 6 ofensivos, otra de sus grandes amenazas), Tavares es el actual ogro del baloncesto europeo. En los casi 27 minutos que pasó en la cancha ante los 'taronjas', el Madrid venció por un parcial de 33. Y sus pares más directos, Bojan Dubljevic y un Mike Tobey que, precisamente al poste bajo, había masacrado al Barça, parecieron alevines a su lado. Ver para creer.

El terror que genera el efecto Tavares no es nuevo. Todo el mundo sabe ya de qué va esta película cuando el pívot empieza centrado. Lo que pocas veces se ve es a un base generando el mismo pavor en sus oponentes. Y ayer lo logró Facundo Campazzo. El base argentino del Real Madrid estuvo sideral. No solo marcó el ritmo del partido a esa velocidad frenética que él impone. Tampoco se conformó con estar muy acertado en el perímetro, firmando un 3 de 6 notable en el triple. Dar nueve asistencias casi es ya otro día más en la oficina para el cordobés. Pero la exhibición defensiva del Facu ante Valencia fue de antología. Quizá Jaume Ponsarnau lo intuía en la prevía, y activó a Sam Van Rossom para el partido ante el temor del impacto de Campazzo sobre sus bases, Vives y Colom. Y aunque el belga, de baja las dos últimas semanas, no llegó a saltar a la cancha, da la sensación de que si lo hubiera hecho tampoco habría servido de gran cosa. El líder de la Argentina subcampeona del mundo este verano fue ayer un martirio para Valencia Basket. Hasta siete robos de balón logró, un auténtico disparate, convertido desde el salto inicial en un rodillo, pues cuatro de sus recuperaciones fueron en el primer cuarto. Según pasaban los minutos, la confianza de los generadores naranjas menguaban más y más, mientras los 180 escasos centímetros del menudo Campazzo se hacían cada vez más grandes a los ojos de sus rivales. Pocos bases se existen hoy capaces de dominar un partido desde la defensa de forma tan descollante, desde ese desconcierto generado al rival. Quizá la mejor versión de Ricky Rubio. Probablemente ni eso.

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Campazzo dominó el partido a su antojo. | ACB Photo

Con esas mimbres, Valencia Basket pareció un equipo menor. Los de Ponsarnau llegaron en gran forma a la Copa, sumando victorias en la Liga Endesa y la Euroliga. Y tumbaron al Barça con honor. Quizá por ello nadie imaginaba un desenlace tan rápido de una semifinal a la que a la hora de la verdad le sobraron quince minutos después de que el plan de Pablo Laso en el partido le saliera a los suyos a pedir de boca.

Y tampoco faltó el pavor en la otra eliminatoria. Unicaja, henchido tras tumbar en la previa a Zaragoza y con el Martín Carpena rugiendo como en los mejores días, salió con la misma sexta velocidad que ante los maños veinticuatro horas antes. Y ante tal nivel de velocidad en el juego y de actividad de manos en defensa, Morabanc Andorra pareció decir que con alcanzar la semifinal había tenido bastante. Con Jaime Fernández con el traje de MVP en caso de victoria final costasoleña los de Ibon Navarro no entraron al combate y así no es posible llegar a un partido por el título, más ante un Unicaja con el cuchillo entre los dientes en lo que considera una de las oportunidades de su vida.

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Jaime Fernández, líder del Unicaja. | ACB Photo

Para la final queda un duelo que reeditará el de 2005 en Zaragoza, entonces con triunfo malagueño, su único título copero. A los de Luis Casimiro no les quedará otra que seguir con la sexta y encomendarse a que el que gripe sea el motor blanco, pues se hace difícil pensar que los de Laso rehuyan el contacto como Andorra. Y de paso, intentar evitar que Tavares y Campazzo vuelvan de inocular el virus del miedo en el Martín Carpena. Si la epidemia alcanza a los verdes, no existe remedio o vacuna a día de hoy en la medicina tradicional. Los malagueños deberían recurrir a la brujería.

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