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El Baskonia, campeón de Liga diez años después tras tumbar al Barcelona (67-69)

Los de Dusko Ivanovic se llevaron el triunfo en un igualadísimo encuentro.

Los de Dusko Ivanovic se llevaron el triunfo en un igualadísimo encuentro.
El Kirolbet Baskonia celebra la victoria | EFE

Era un equipo roto Kirolbet Baskonia cuando despidió a Velimir Perasovic el 20 de diciembre, tras una dolorosísima derrota como local ante el Real Madrid. Había lesiones, sí. Pero sobre todo no había fe en el proyecto. Existió hasta un amago de motín en el vestuario por la negativa del club a fichar y aligerar la carga de los jugadores, que estuvo a punto de acabar con el peculiar Pierria Henry despedido. Inimaginable que fuera decisivo para el título liguero seis meses después. Porque era complejísimo el escenario con el que llegaba el tercer advenimiento de Dusko Ivanovic al club de Zurbano. Cuando el montenegrino puso a entrenar a su equipo por primera vez la mañana del 25 de diciembre recordó a sus métodos pretéritos, durísimos pero exitosos. Cuentan que llegó a no parar el bus tras una derrota y que los jugadores debieron orinar en botellas. Nadie daba un duro porque Baskonia pudiera hacer nada reseñable aquel día de Navidad. Hay cosas que ni la fe puede generar. Y el látigo de Ivanovic podía estar obsoleto.

Pero este anómalo 2020 traía consigo una oportunidad sorprendente. Los vitorianos ni siquiera se metieron en la Copa del Rey. Nadie esperaba, cuando un virus paró el mundo, que Baskonia pudiera sacar partido de ellos. Que reinase en el caos, con Ivanovic dándole la vuelta como un calcetín a la mentalidad de los suyos, haciéndoles ver que el formato de la Fase Final de la Liga Endesa podía ser propicio para ello. Y recuperando lesionados de larga duración como Vildoza, MVP de la final, ahí es nada, y Granger, líder emocional del torneo tras su gravísima lesión en el tendón de Aquiles, comenzó a haber argumentos. Solo le faltó Garino, operado de la rodilla y sin tiempo material.

Había avisado el técnico alavés en la previa de que si su equipo hacía las cosas como él quería, tendría opciones de ganar. Era consciente de que físicamente llegaban como un tiro y de que a un partido todo es más factible. El día antes de la final también aseguró que si su equipo corregía los errores de su primer partido en Valencia ante el Barça, estaría sin duda en la pugna por su cuarto título liguero, una década después de aquel milagro de San Emeterio. A partir de ahí, Baskonia creyó en el plan y jugó al límite. No le importó llevar al extremo sus cambios defensivos, para que Mirotic se viera permanentemente en ventaja al poste bajo ante la intensidad de piernas de Vildoza y el otrora cuestionado Henry, más comprometido que nunca. Era el séptimo partido en catorce días para los dos contenientes. El físico pesaba más que nunca, lo que auguraba una lucha agónica si nadie rompía el partido. Vaticinaba que ganaría el carácter. Y ahí Baskonia, sobre todo con Ivanovic en el banquillo, suele llevar las de ganar.

Los vascos iban a lograr el más difícil todavía: echar a Mirotic del partido. Sobre todo porque el de Podgorica había empezado acertado, con seis de los siete primeros puntos de los suyos. Pero la maraña alavesa de dobles y triples defensas le sacó mentalmente y añadió una nueva piedra a una mochila cada vez más pesada, que cuestiona su valía en los partidos decisivos. Acabó con 8 puntos y un rebote, fallando sus cinco triples, desacertadísimo y desesperado en la segunda parte, tomando malas decisiones cuando más falta hacía el cuajo de ganador. Y lo que es peor, eliminado por faltas cuando faltaba un mundo, dejando a los de Pesic sin su guía. Ahí empezó Ivanovic a ganar el partido, por más que Heurtel y Higgins sí demostraran tablas en envites de postín.

Como durante todo el torneo, Baskonia cuajó un gran tercer cuarto. La irrupción ofensiva de Vildoza limó por la vía rápida la ventaja azulgrana al intermedio (39-33). Los vascos, sobre todo parecieron mostrar más hambre. Los dos tapones de Shengelia y otro más de Shields llegando desde atrás en clara desventaja intimidarían a cualquiera, por mucho que Heurtel siguiera empecinado en mostrar lo contrario. Con Mirotic ausente, el Barça parecía colapsado, consciente de que llegar al final con igualdad convertiría el título en una lotería a la que debía evitar llegar, pues cuestionaría su superioridad. Y acumulando pérdidas, llegando a una inasumible cifra de 18 finalmente.

Se acercaba el último acto de la gran obra de Ivanovic. Apareció Dragic, fichado en enero y determinante en la semifinal, para un triple que seguía aumentando el nivel de confianza vitoriano. El técnico ha sabido sacar partido de sus secundarios, quienes en diciembre solo aportaban dudas: Diop (10 puntos, 7 rebotes), estuvo extraordinario. Polonara, cuestionadísimo todo el curso, volvió a resultar letal en su combinación con un ya exhausto Shengelia. Su triple encaminó el porvenir vitoriano definitivamente, ya con Mirotic fuera del encuentro hacía mucho tiempo.

Sin embargo, todo se iba a decidir en la pizarra. Y en el duelo de la vieja escuela balcánica, también ganó Ivanovic. Con 10 segundos y cuando ya las fuerzas flaqueaban hasta el extremo, despistó al Barça para dejar solo a Vildoza bajo el aro y que el argentino, imposible MVP en enero cuando su hombro apenas le había permitido jugar un puñado de partidos, dejó en bandeja de plata el primer título baskonista en una época. Luego, con tres segundos, Pesic volvió a su versión más conservadora y se olvidó de Heurtel para el último tiro. Hecho incomprensible que en la calle Zurbano probablemente le agradezcan durante mucho tiempo. Higgins falló por centímetros el tiro final y dejó al Barça sin título por sexto año consecutivo. Fue el epílogo a una final de altísima carga física, de piernas pesadas y en la que el ‘Carácter Baskonia’ al fin resucitó. Por obra y gracia de Dusko Ivanovic y su trabajo más complicado. El montenegrino, en una versión menos dura y más mental que la pretérita, ha sido el auténtico MVP de esta liga tan especial.

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