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Corbalán recuerda a Mirza Delibasic en el Centro Sefarad-Israel de Madrid

El exjugador repasa la carrera del que fuera su compañero en el Real Madrid durante dos temporadas y de cuya muerte se acaban de cumplir 20 años.

El exjugador repasa la carrera del que fuera su compañero en el Real Madrid durante dos temporadas y de cuya muerte se acaban de cumplir 20 años.

Los más jóvenes del lugar ni siquiera habrán oído hablar de él, pero estamos sin lugar a dudas ante el mejor jugador de baloncesto bosnio de todos los tiempos. Mirza Delibasic, el Genio de Tuzla. Un extraordinario tirador y pasador que metía canastas como churros, dejando su huella y atemorizando a sus rivales en la cancha de 28x15 metros, con una media de 24 puntos por partido —antes de la instauración de la línea de triples en el baloncesto FIBA, allá por 1984, lo que tiene más mérito todavía porque sus canastas valían uno o dos puntos, nunca tres—.

"Era un violinista en la cancha". Son palabras de alguien que lo conoce demasiado bien como es Juan Antonio Corbalán, excompañero y sobre todo amigo de Mirza, con quien compartió vestuario en el Real Madrid durante dos temporadas (1981-1983). El que fuera mítico base de la selección española, ganador de la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles’84, ya era un perfecto conocedor de Delibasic y de su juego antes de su llegada al club blanco en 1981.

"A mí me gustaba el Mirza de 17-20 años, pero cuando vino al Madrid nos dio un enorme salto de calidad", añade Corbalán, médico especializado en cardiología desde su retirada deportiva en 1991 y autor del libro Conversaciones con Mirza (Ediciones JC, 2012). Y es que Delibasic aterrizó en la casa blanca ya con 27 años y a la par que otro fichaje de campanillas como fue el de Fernando Martín. El bosnio, entonces yugoslavo, llegó a la Liga española —todavía no era ACB— procedente del Bosna Sarajevo, el equipo de moda en Europa con el que se proclamó campeón continental en 1979 —derrotando en la final al Emerson Varese de Dino Meneghin—, en una plantilla en la que también había jugadores de la talla de Zarko Varajic o Svetislav Pesic —exentrenador del FC Barcelona—.

A la siguiente temporada (1979-80), Mirza enmudeció el Pabellón de la Ciudad Deportiva del Real Madrid —que años después pasaría a llamarse Pabellón Raimundo Saporta, en honor del presidente del equipo de baloncesto del Real Madrid— anotando 44 puntos contra los blancos. Meses después, la entidad madridista anunciaba su fichaje y, cuando sólo llevaba una semana en el equipo, Mirza ganó el Mundial de Clubes de 1981 disputado en Sao Paulo (Brasil). Y es que Kidje, como también era conocido, no tardó en dejar huella en el Real Madrid y en Madrid. No sólo por su calidad deportiva, sino sobre todo por su calidad humana. Un jugador extraordinario que era muy amigo de sus amigos.

Un espectacular fichaje el de Delibasic, reforzando a una plantilla, la madridista, en la que había jugadores de la talla de Wayne Brabender, Juanma López Iturriaga, Joe Llorente, Rafa Rullán o Fernando Romay, además del propio Corbalán, todos ellos dirigidos bajo la batuta de otro entrenador excepcional como fue Lolo Sainz.

"Un gran jugador de mus"

"A la semana de llegar a Madrid, Mirza ya hablaba español. Lógicamente le costaba un poco más que a los demás, pero enseguida se ponía a jugar con nosotros a las palabras encadenadas como uno más", rememora Corbalán, recordando cómo una vez Delibasic, a los pocos meses de llegar a España, le espetó un "vamos, coño" a la hora de pedirle un balón. "Y tampoco tardó demasiado en aprender a jugar al mus. Era un gran jugador de mus, que se tiraba sus faroles, sus órdagos...".

Así evocaba Corbalán la figura de Delibasic en un acto de homenaje al genio bosnio, que tuvo lugar este lunes en el Centro Sefarad-Israel de Madrid y al que también asistieron la embajadora de Bosnia-Herzegovina en Madrid, Danka Savic, o la consejera de Cultura, Turismo y Deporte de la Comunidad de Madrid, Marta Rivera de la Cruz, entre otras personalidades, con el director del propio Centro Sefarad-Israel, Miguel de Lucas, como maestro de ceremonias.

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Corbalán (d), junto a la embajadora de Bosnia, Danka Savic; el director del Centro Sefarad-Israel, Miguel de Lucas; y la consejera Marta Rivera de la Cruz. | Centro Sefarad-Israel

Un acto celebrado cinco días después de cumplirse veinte años del fallecimiento de Mirza Delibasic, en su casa de Sarajevo con 47 años de edad. Un cáncer linfático se llevaba al mejor baloncestista bosnio de todos los tiempos, probablemente el último romántico de la canasta. Un "violinista en la cancha", un jugador excepcional a quien Corbalán compara con el mismísimo Michael Jordan. "Cuando veo jugar a Mirza es como ver a un cisne en un lago porque, además de un jugador buenísimo era un jugador elegantísimo", destacaba el que fuera base blanco durante toda su carrera deportiva antes de colgar las botas hace treinta años, en las filas del CB Valladolid —sólo estuvo una temporada en el conjunto pucelano—.

De esa elegancia de Delibasic en la cancha hablaba también Miguel de Lucas, seguidor madridista gracias a la sección blanca de baloncesto tras haber sido siempre hincha del Atlético de Madrid. De hecho, esa elegancia le pudo haber llegado a Mirza del ballet, expresión artística que el bosnio practicó en su juventud, llegando a compaginarla con el deporte del tenis.

Mirza se retiró de las canchas antes que Corbalán, en concreto siete años antes (1984), no sin antes haber sido campeón del mundo y de Europa con Yugoslavia —en un equipo en el que había otros jugadores como Drazen Dalipagic, Dragan Kicanovic o Zeljko Jerkov, por citar algunos nombres—, campeón de Europa de clubes con el Bosna y del mundo con el Real Madrid. Delibasic también fue seleccionador de Bosnia en 1992, poco después de que este país se independizara de Yugoslavia.

"No se cuidaba, fumaba mucho"

En el Madrid se sentía como en casa, "como uno más", pero quiso vivir en Sarajevo desde 1983 hasta su muerte, hace ahora dos décadas. Corbalán recordaba también del genio bosnio que "no se cuidaba nada" y que "fumaba mucho", lo que le trajo muchos problemas de salud, además de que incluso a veces bebía más de lo recomendable pese a las dos embolias que había sufrido en 1993. De hecho, Delibasic llegó a decir que había vivido dos vidas, una de día y otra de noche.

El hecho de que Delibasic eligiera Sarajevo para pasar los últimos días de su vida y de que el acto para recordar su figura se celebrara en el Centro Sefarad-Israel tienen una gran simbólica. Los padres de Mirza eran musulmanes, pero él, por no ser creyente, se consideró siempre bosnio a secas y ello le trajo numerosos problemas. En ocasiones necesitó de una fuerte protección militar al figurar en una lista de personas más buscadas por la milicia serbia, que le tachaba de "traidor a la causa" en plena Guerra de los Balcanes.

La muerte de Mirza el 8 de diciembre de 2001, como consecuencia de un cáncer linfático, fue un mazazo para el mundo del baloncesto, para el madridismo y sobre todo para sus amigos, entre ellos un Juan Antonio Corbalán que, veinte años después, sigue recordando su figura. "Era un nihilista y tenía un gran desapego de las cosas materiales, lo que más le importaba era su familia y sus amigos", destacó el antiguo base madridista en un emotivo acto en el que, finalmente, no se pudo proyectar Shooting for Mirza, el documental estrenado el pasado mes de octubre en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (Seminci), del que el propio Corbalán es promotor y que cuenta con el protagonismo de Danko Delibasic, uno de los hijos del legendario alero: el 11 de Yugoslavia, el 12 del Bosna y el 15 del Real Madrid.

Una figura eterna en el mundo del baloncesto, uno de los mejores jugadores de la historia de este deporte, cuyo legado permanecerá imborrable con el paso del tiempo.

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