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Earl 'The Goat' Manigault, el basket callejero en su máxima expresión

Pocos ha habido como él en el mundo del baloncesto. Pero prefirió tomar otro camino. Renegó del éxito, pero siempre será una leyenda.

Pocos ha habido como él en el mundo del baloncesto. Pero prefirió tomar otro camino. Renegó del éxito, pero siempre será una leyenda.
Earl 'The Goat' Manigault realizando uno de sus espectaculares mates. | Archivo

Hablar de Earl Manigault es hacerlo de uno de los mayores talentos que ha visto jamás el baloncesto estadounidense. Aunque nunca llegara a jugar en la NBA. Su terreno era otro: la calle. El Playground. A pesar de ello, ha quedado para el recuerdo como una leyenda. Alguien del que en Estados Unidos, con sólo pronunciar su nombre, evoca al baloncesto más espectacular. Pocos ha habido que fueran capaces de emular lo que él era capaz de conseguir en una cancha…

Una vida complicada

Earl Manigault nacía el 7 de septiembre de 1944 en una zona extremadamente pobre de Charleston, South Carolina, Estados Unidos. Era el pequeño de nueve hermanos de una familia que vivió en una pequeña casa con lo justo para sobrevivir.

Todos se mudaron a Harlem, Nueva York, en busca de una vida mejor. Una vida mejor que no se cumpliría. Pero aquel cambio lo significó todo para el pequeño Manigault. Ahí, en Harlem, descubriría el baloncesto callejero. La mayor parte del día lo pasaba jugando con una pelota de basket. Ahí podía mostrarse como realmente era. O como quería ser. Era el mejor. Era el centro de atención. Dominaba a todos…

Su fama se multiplicó en cuanto comenzó a destacar en la Rucker Park, como define el periodista Gonzalo Vázquez "el santuario por excelencia del baloncesto en la calle", por donde pasarán grandes figuras como Lew Alcindor, Wilt Chamberlein, Julius Erving o más recientemente Kobe Bryant o Kevin Durant.

Y Earl Manigault brilló en aquel santuario. Todo llamaba la atención en su juego. Su capacidad para anotar. El sacrificio a la hora de defender. Su visión de juego... Era, como le definen algunos de sus coetáneos, "el Jordan de su tiempo". "Poca gente ha podido igualarle. Cuando llegaba a la pista hacía magia. Le dabas el balón y terminaba en el aro de cualquier manera".

Pero sin duda lo que más llamaba la atención de aquel jugador era su increíble facilidad para machacar el aro. El único capaz de realizar en toda su complejidad el Double Dunk: machacar dos veces el mismo balón en el mismo aro en el mismo salto, primero con una mano y luego con la otra.

No sólo eso. En una ocasión le animaron desde la grada a que si lograba 20 mates de espaldas, le darían un puñado de dólares. Logró el doble. Y en muchos partidos le colocaban un billete de un dólar encima del tablero, para que Manigault fuera capaz de cogerlo mientras realizaba un mate.

Tampoco fueron pocas sus víctimas. Especialmente recordados fueron sus duelos con Lew Alcindor, años más tarde conocido como Kareem Abdul-Jabbar, una de las grandes estrellas de todos los tiempos en la NBA.

Por eso, no es de extrañar que en la película que se dedicó a la figura de Manigault, Rebound: The Legend of Earl "The Goat" Manigault, apareciera Abdul-Jabbar manifestando que había sido el mejor jugador al que se había enfrentado en toda su vida. Fue a modo de homenaje, de reconocimiento, claro. Pero como apunta Gonzalo Vázquez "también fue su manera de rendir tributo al jugador que posiblemente más le había impresionado".

Las malas decisiones

Fue en su etapa de instituto cuando más prometedor era el futuro de Manigault. En un partido llegó a anotar 57 puntos. Tanto es así que, pese a que había sido expulsado del mismo instituto por comenzar a coquetear con las drogas blandas –especialmente la marihuana-, más de 70 universidades le ofrecieron becas para jugar en su equipo de baloncesto. Las célebres Indiana, Duke y North Carolina entre ellas. Sabían que se trataba de una de las grandes estrellas del futuro.

Manigault, en su ingenuidad, escogió la Johnson C. Smith. Una universidad menor, pero en la que predominaban los estudiantes negros, como él.

Pero en ese equipo de baloncesto encontraría Manigault un estorbo para sus ansias. Un entrenador eminentemente táctico, que obligaba a su equipo a jugar un ritmo más lento y estudiado, y que le encorsetaba tremendamente. Y Manigault, que jamás fue capaz de aceptar la autoridad, decidió abandonar. Si no podía disfrutar jugando, no iba a hacerlo. No ahí.

Es entonces cuando regresará a Nueva York, y cuando se convertirá en leyenda del baloncesto callejero. Pero también cuando se complica su relación con la droga. Algo que naturalizaba, pues la había visto prácticamente desde su niñez.

Todo lo que ganaba –que en su momento de máximo esplendor no era poco– lo gastaba en droga. Especialmente heroína. Y llegaría a convertirse en un delincuente. Víctima de sus adicciones, pero también de una serie de compañías que le llevan directamente al abismo.

Sería detenido y encarcelado hasta en dos ocasiones. En 1969, por posesión de heroína; pasaría 16 meses en prisión. Y en 1977, cuando vivía su momento de mayor grandeza en el playground. Manigault se vio envuelto en un intento de robo a mano armada. Pasaría dos años más entre barrotes.

Todo aquello frenó en seco cualquier especulación sobre su desembarco en el baloncesto profesional. A pesar de que había estado a prueba en los Utah Stars de la ABA. A pesar de que tenía calidad de sobra para hacerlo. Pero su vida, su adicción, le hacían imposible triunfar en el mundo del baloncesto profesional.

La redención

Tras su segunda estancia en prisión abandonó Nueva York y regresó a su Charleston natal. No huía de la gran manzana; trataba de huir de la droga. Y, en cierta manera, lo consiguió.

Sin dinero -malgastado todo- trató de dar una vida digna a sus hijos trabajando en todo lo que le ofrecieran: pintando casas, cortando el césped…

Y una vez logrado regresó de nuevo a Harlem. Regresó de nuevo a lo que más amaba: el baloncesto callejero. Pero jamás volverá a ser lo que había sido. Manigault cae en la indigencia, agravada por graves problemas de corazón. De hecho, en 1987 será intervenido en una operación cardíaca a vida o muerte. Tenía el cuerpo destrozado.

Tendrá tiempo, no obstante, a crear diferentes torneos –subvencionados por fondos públicos- destinados a los más jóvenes. Entre ellos el campeonato Walk Away From Drugs, con el objetivo de mantener a los chicos del barrio alejados de las drogas.

"Nos enseña cómo evitar las drogas y cómo mantener la cabeza en alto y ser alguien y no cometer el error que él cometió. Que nos procuremos una educación además de jugar al baloncesto, porque no puedes depender de ello", declara uno de sus discípulos en un documental de la CNN.

La muerte le alcanzó prematuramente en Nueva York, el 15 de mayo de 1998, a los 53 años. Se marchaba uno de los más grandes jugadores que han visto nunca las calles de la gran manzana. Sin duda, el más asombroso. Una leyenda que sigue viva.

"En todo Michael Jordan hay un Manigault oculto que puede despertar si algo falla. No se puede hacer todo bien. Alguien puede caerse. Pues bien, ése fui yo". Earl Manigault, New York Times, 1997.

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