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El joven británico Justin Rose, primer líder de un tormentoso Master de Augusta

Los 23 años del inglés Justin Rose, su temprano y glorioso comienzo bajo una fina lluvia británica y sus 67 golpes (5 bajo par) se convirtieron en la primera referencia de un Masters de golf sacudido por las tormentas. El que no lo pasó nada bien fue Sergio García que terminó su recorrido al par (72), decepcionado, ofuscado, parco en palabras y sarcástico: "Tengo ganas de irme a casa y sentarme en el sillón".

L D (EFE) "Todavía estoy aprendiendo, tengo sólo 23 años", comentó Rose, coetáneo de Sergio García y considerado como la mejor promesa del golf inglés desde que en 1998, todavía como "amateur", acabara cuarto en el Open Británico. Un día después se hizo profesional.
 
Rose sacó provecho de formar en el tercer partido del día. El inglés arrancó con dos "birdies" y el madrugón le ayudó tanto a él como a su compañero de viaje, el estadounidense Chris DiMarco -segundo junto a Jay Haas a dos golpes-. La fina lluvia, entonces, ablandó los "greenes" para ofrecerlos con toda la amabilidad posible.
 
Los 67 tiros del joven inglés se explican por su talento innato, el duro trabajo al que se ha sometido con el "gurú" David Leadbetter y a la sabiduría de su caddie, Philip Morbey "Wobbly", que lo fue de Ian Woosnam cuando éste ganó el Masters en 1991 y que portara durante algunas temporadas la bolsa y las anotaciones de otro "Chaqueta Verde", el español José María Olazábal. Rose fue la primera tormenta inesperada del día. Luego vendría otra mayor, encarnada por los máximos candidatos en un Augusta que vio cómo el cielo se iba abriendo para dejar paso al sol y al calor.
 
Tiger Woods, el mejor del mundo, pasaba cierto rubor al buscar su bola en el bosquecillo bajo que rodea el "green" del hoyo 5. Tiger se pasó de frenada en unos tapetes ahora rocosos. El favorito, después de 9 hoyos, sólo supo firmar pares, para cometer cuatro "bogeys". Después, Tiger no enderezó el rumbo. Más bien al contrario, el carburador robótico que mueve su "swing" seguía sin rendir. Siguió enviando bolas fuera de calle en las salidas y atrapaba con más dificultad de las debidas, para firmar cinco pares seguidos y quedar a expensas de los cuatro hoyos más para verse con dificultades para superar el corte. El zurdo Phil Mickelson salvó el par, pero volvió a exhibir su irregularidad con golpes cortos y "putts" desconcertantes. Otros como John Daly (78 golpes), el defensor del título, el canadiense Mike Weir (4 arriba y sufriendo en el 16), o el fiyiano Vijay Singh (75) eran sacudidos por Augusta.
 
Luego, otra tormenta: Sergio García terminó su recorrido al par (72), decepcionado, ofuscado, parco en palabras y sarcástico: "No me apetece estar aquí. Han pasado "cosas"... Ya otras veces he llorado demasiado. Tengo ganas de irme a casa y sentarme en el sillón". Con muchas cosas "patas arriba" en este inicio de Masters, y entre tanto desdén y desorden del que se salvó Rose, apareció la otra tormenta, la meteorológica con aparato eléctrico, que detuvo el juego y dejó a 35 hombres en la casa club a la espera de que el juego se reanudara.
 
Más curiosidades de un día ilógico: Jack Nicklaus, el mejor de todos los tiempos con 18 "Grandes" en su palmarés, caminaba con su cadera de porcelana 2 sobre par en el hoyo 17, dos golpes mejor que Tiger, aunque con 64 años a sus espaldas y 44 Masters jugados. Con el "Oso Dorado" arriba, crecido o rejuvenecido, todavía la clasificación presentaba más cosas interesantes: el norirlandés Darren Clarke es cuarto con 70 disparos y el alemán Bernhard Langer, próximo capitán europeo de la Copa Ryder, figura en la séptima plaza con 71 y sin la posibilidad de rectificar su decisión de no disputar también como jugador esa competición en septiembre.
 
El día estaba tan extraño, con más rostros torcidos que serenos, que la noticia de la muerte del "caddie" de toda la vida del mítico Tom Watson vino a poner la nota luctuosa. Watson se enteró de la noticia de camino al campo. La esclerosis lateral amiotrófica acabó con la vida de Bruce Edwards.

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