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El descubrimiento del mejor futbolista en la historia de los mundiales

Un joven de 17 años cambió la historia para siempre, dando el primer título a una selección que, hoy, es el equipo con más campeonatos mundiales.

Un joven de 17 años cambió la historia para siempre, dando el primer título a una selección que, hoy, es el equipo con más campeonatos mundiales.

Gotemburgo, 19 de junio de 1958. Cuartos de final del Mundial de Suecia. Brasil está sufriendo de lo lindo para superar a una más que sorprendente selección de gales. Feola, seleccionador brasileño, se encomienda a un imberbe chaval -que había sido suplente en los dos primeros partidos del campeonato- para que le resuelva la situación. Y lo hace. Mediada la segunda mitad se encuentra con un balón dentro del área, de espaldas a portería. Controla con el pecho y, sin dejarla caer, realiza un sublime regate para deshacerse de su marcador. De primeras, golpea con el exterior, y supera al portero. Brasil 1 – 0 Gales. Final del partido.

Nadie podía creerse lo que acababa de ver. Nadie podía creerse que el autor de semejante obra maestra tuviera tan solo 17 años. Nadie podía imaginarse lo que aún estaba por venir. Estábamos ante el descubrimiento del mejor futbolista en la historia de los mundiales. Estábamos, efectivamente, ante el nacimiento de Edson Arantes dos Nascimento, O Rei, Pelé.

España se queda fuera

El Mundial repetía en Europa, después de su edición cuatro años antes en Suiza. En esta ocasión, eran 53 selecciones las que se inscribían para alcanzar la fase final, compuesta por 16 equipos. Por primera vez se aseguraba, mediante el sistema de competición, que hubiera un representante africano y otro asiático. Sin embargo, en las rondas finales, Indonesia, Egipto y Sudán se negaron a medirse a Israel por conflictos políticos. Una Israel que finalmente tampoco estaría en Suecia, tras verse superada por Gales en la última ronda.

La competitividad de esta fase previa quedó latente en Sudamérica: de buenas a primeras Uruguay, bicampeón mundial, quedaba eliminada al verse superada por Paraguay. Italia tampoco consiguió su billete para Suecia. Y España, con un potentísimo equipo con jugadores como Di Stéfano, Gento o Luis Suárez, se quedaba con las ganas de regresar a una cita mundialística. Escocia, y su 4-2 en Glasgow, fue la culpable.

Al igual que en Suiza 54, un accidente aéreo empañó la máxima cita futbolística. El 6 de febrero de 1958 el avión que transportaba a los jugadores del Manchester United chocó en Múnich, falleciendo diversos integrantes de una de las mejores generaciones del fútbol británico, los Busby Babes, y base de la selección inglesa. El Mundial de Suecia, además, sería recordado por otro gran acontecimiento histórico: fue el primero que pudo seguirse por televisión, que ofreció los partidos en más de sesenta países.

El destape de Francia

Suecia se presentaba como la gran favorita. Por jugar en casa, y por contar con un equipo tembile. Con el trío denominado GreNoLi (Gren, Nordahl y Liedholm, los tres delanteros del AC Milan dominador del fútbol italiano de la década de los 50) no había quien se le pudiera comparar. Sin embargo, una lesión impidió a Nordahl -cinco veces capocanonnieri en el calcio- llegar a la cita. Aún así, Suecia superó la fase de grupos brillantemente imponiéndose a Gales -que también se clasificó para cuartos-, Hungría y México.

También la URSS, que debutaba en un Mundial dos años después de proclamarse campeona olímpica, con el guardamet Yashin como principal estrella, se encontraba entre las favoritas. Junto a Brasil, lograron el pase en el Grupo D, a costa de una debilitada Inglaterra y una Austria que poco o nada tenía que ver con la de no muchos años atrás.

Francia se postuló de motu propio como otra de la favoritas tras golear a Paraguay y superar a Escocia en el Grupo B, con un nombre por encima de todos: Just Fontaine. El ariete francés terminaría el campeonato con trece tantos, convirtiéndose en el mayor goleador de toda la historia de los mundiales. Y en el Grupo A, Alemania, vigente campeona, e Irlanda del Norte lograban también el pase a cuartos.

La presentación de Pelé

Los cuartos de final se presentaban apasionantes. Pero los resultados demostraron lo contrario. Francia, que no paraba de crecer, goleaba a Irlanda del Norte. Con dos goles, cómo no, de Fontaine. Suecia hacía lo propio con la Unión Soviética, 2-0. Alemania hacía valer su inmensa defensa -lo que ya le sirvió para ganar el título cuatro años antes- para imponerse sin problemas a Yugoslavia, 1-0. Y quizá el partido más disputado fue el que enfrentó a Brasil y Gales.

Era Gales una selección que había llegado a la cita sin hacer ruido, y con mucha fortuna. Tras no pasar la fase de grupos, entró en una repesca, denominada Lucky Loser, entre todos los segundos de grupo europeos, después de que los representantes africanos y asiáticos se negaran a competir para no enfrentarse a Israel. Y en la eliminatoria ante los hebreos logró el pase. Luego, ya en Suecia, sorprendió a todos al lograr tres empates ante Hungría, México y Suecia, y superar a los magiares -que ya no contaban con Puskas, Kocsis o Czibor quienes, como tanos otros, huyeron del país durante la Revolución del 56- en el partido que daba acceso a cuartos.

Ahí se encontrarían con Brasil. Una Brasil que había llegado con luces y sombras. Capaz de superar con facilidad a la URSS, y de empatar con una debilitada Inglaterra. Feola fue introduciendo cambios sobre la marcha, para terminar juntando en el ataque a Garrincha, Vavá y Pelé. Un ataque demoledor.

Pero Gales le complicó las cosas. Brasil era incapaz de superar su férrea y disciplinada de todas. Hasta que Pelé sacó a relucir su magia mediada la segunda mitad para dar el triunfo a los brasileños. Un golazo que sellaba el 1-0 para pasar a semifinales.

Dos semifinales brillanates

Ahí esperaba Francia. Sin duda, la que mejor fútbol había practicado durante el campeonato. Pero se encontró también con la mejor Brasil. La que se olvidó de tácticas y ataduras y se convirtió en espectáculo, arte, ilusión... Porque hasta la fecha, Brasil no sólo había sido fútbol de ataque: hasta semifinales no había encajado ningún gol. ¿Y quién lo hizo? Cómo no, Just Fontaine. Ponía el 1-1 en el marcador.

Pero entonces Brasil se convirtió en un ciclón, y los goles fueron cayendo uno tras otro. Didí, y tres de Pelé ya en la segunda mitad, sirvieron para darle a los suyos un brillante pase a la final. Igual que lo hiciera Suecia, que se impuso por 3-1 a Alemania.

No fue tan fácil como indica el marcador. De hecho, Alemania, haciendo valer su magnífico juego defensivo, consiguió adelantarse en el marcador. Y no fue hasta la segunda mitad, cuando los germanos se quedaron con diez por expulsión de Juskowiak, cuando Suecia consiguió darle la vuelta al marcador.

Al final, se iba a disputar la final deseada por todos: la Suecia anfitriona y la Brasil de Pelé. Antes, pero, hubo tiempo para la disputa por el tercer y cuarto puesto. Un partido que sirvió para poco más que para que Fontanine lograra otros cuatro tantos, sellando así sus históricos trece. En total, el magnífico delantero francés se retiraría con 34 en 26 partidos internacionales.

Rodillo brasileño en la final

Ocho años después, Brasil se presentaba en una final de un Mundial. En el recuerdo, cómo no, el Maracanazo. Pero en esta ocasión, el equipo estaba guiado por lo que ya, pese a sus 17 años, era una estrella. Pelé. Y este no vino sólo, lo hizo acompañado de Garrincha, Vavá, Didí, Zagalo... y vestidos por primera vez de verde y amarillo. Precisamente, tras abandonar el blanco por aquel duelo fatídico de ocho años antes.

Aún así, el miedo a perder una nueva final como la de 1950 paralizó a los brasileños al inicio del partido. Los suecos, brillantes durante todo el campeonato, hicieron su juego y se adelantaron en el marcador con un tanto de Liedholm.

La lluvia que cayó durante todo el partido tampoco favorecía en nada el juego de ataque carioca. Y los peores augurios volvieron a pasar por las cabezas de todos y cada uno de los brasileños. Pero entonces emergió la figura de Garrincha, para dejar en bandeja dos goles a Vavá. Antes del descanso, Brasil ya le había dado la vuelta al marcador. A partir de ese momento, fue una apisonadora.

En la segunda mitad quedó claro que el fútbol iba a bailar al ritmo de la samba de Pelé, que marcaría el tercer tanto, otro soberbio golazo. Zagalo, siempre oportuno, lograba el cuarto. Y pese a que Simonsson lograra acortar la distancia, de nuevo Pelé, ahora de magnífico testarazo, sentenciaba la final... y abría una nueva era: la era Pelé, la era de la Brasil dominadora del mundo.

La imagen de la estrella brasileña rompiendo a llorar nada más terminar el encuentro demostró lo que no parecía comprobarse mientras se jugaban los partidos, y que a muchos aún les costaba creer: que tan solo tenía 17 años. Concretamente, 17 años, 8 meses y 6 días. Edad con la que se convertiría en el futbolista más joven en proclamarse campeón del mundo. "Pelé ha sido al fútbol lo que Shakespeare ha sido al idioma inglés o Cervantes al castellano", citaría, no mucho tiempo después, un periódico inglés. Y fue en Suecia donde presentó la carta. La carta del mejor futbolista de toda la historia de los mundiales de fútbol.

Ficha Técnica de la final:

Brasil, 5: Gilmar, Djalma Santos, Nilton Santos, Zito, Bellini, Orlando, Garrincha, Didi, Vava, Pelé y Zagallo. Entrenador: Vicente Feola
Suecia, 2: Svensson, Begmark, Axbom, Borjesson, Gustavsson, Parling, Hamrin, Gren, Simonson, Liedholm y Skoglund. Entrenador: Georges Raynor

Goles: 0-1, m.4: Liedholm; 1-1, m.10: Vava; 2-1, m.32: Vava; 3-1, m.55: Pelé; 4-1, m.68: Zagallo; 4-2, m.80 Simonsson; 5-2, m.90: Pelé
Árbitro: Maurice Guigue (Francés)
29 de junio. Estadio Rasunda, Estocolmo, 51.800 espectadores

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