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La emotiva historia de Klas Ingesson: entrena al Elfsborg en silla de ruedas por un cáncer

Tras la salida del anterior entrenador, la directiva le propuso entrenar al primer equipo por su buen trabajo con la cantera.

Tras la salida del anterior entrenador, la directiva le propuso entrenar al primer equipo por su buen trabajo con la cantera.
Klas Ingesson, junto a a algunos futbolistas del Elfsborg.

Klas Ingesson, un exjugador de fútbol que fue tercero con Suecia en el Mundial de Estados Unidos'94, se ha convertido en la sensación de la nueva temporada de la Liga sueca como técnico del Elfsborg por un motivo ajeno al fútbol: padece un cáncer que le obliga a dirigir los partidos en silla de ruedas.

A Ingesson, de 45 años, le detectaron por primera vez un mieloma múltiple, un tipo de cáncer de sangre, en diciembre de 2008. Dos años después, recuperado ya físicamente, aceptó una oferta para entrenar al filial del Elfsborg, uno de los equipos punteros del fútbol sueco en la última década y campeón de liga por última vez en 2012.

Pero volvió a recaer de la enfermedad hace un año y tuvo que ser sometido a un trasplante de células madre. Pese a su condición física deteriorada, y después de la salida del técnico anterior, la directiva le propuso entrenar al primer equipo por su buen trabajo con la cantera y su capacidad de liderazgo y de motivación: una oferta que acabó aceptando tras vencer las dudas iniciales.

"No tenía ninguna gana, pero la pregunta volvía todo el tiempo y cuando lo pensé un poco, me di cuenta de que esta oportunidad no iba a volver otra vez", reconocía en una reciente entrevista Ingesson, quien cree que no por estar ocioso en casa iba a encontrarse mejor.

La dureza del tratamiento ha tenido sus secuelas en forma de una acusada debilidad física: el que fuera mediocentro del Gotemburgo, Michelen, PSV Eindhoven, Bari, Bolonia y Marsella, entre otros equipos, tuvo que recurrir a un andador para caminar por culpa de la osteoporosis.

Tras la derrota en la primera jornada a domicilio contra el Atvidaberg, se cayó en el vestuario y se rompió un brazo, por lo que ahora debe usar una silla de ruedas. Así dirigió el pasado viernes a su equipo contra el Hacken en la primera victoria de la temporada (3-1): al acabar el partido, lo llevaron en silla hasta el medio del campo, donde hizo la ola sentado junto a su equipo, con el público local en pie.

"Está bien cuando los aficionados creen en mí como entrenador y están conmigo", declaró entonces Ingesson, quien ya había recibido una ovación similar de la hinchada rival en el campo del Atvidaberg.

Aunque está preparada para una hipotética nueva recaída del cáncer, la directiva mantiene su confianza en Ingesson, que en su época de jugador, en la que sumó 57 partidos con Suecia, destacaba por su poderío físico y por su entrega. "Significa mucho para nosotros por su liderazgo y como persona", reconocía antes del último partido el presidente, Bosse Johansson.

Johansson admitió también que la batalla de más de un lustro de Ingesson contra el cáncer le ha servido a la directiva para darse cuenta de que el resultadismo a corto plazo no siempre es el mejor camino para el éxito.

Horas antes del partido del viernes, Ingesson difundió una carta abierta en la web del club pidiendo que se deje de centrar la atención en su enfermedad y sea juzgado como el resto. "Física y psíquicamente no hay ningún problema para realizar mi trabajo. Como cualquier otro debo ser examinado para saber si valgo para este puesto teniendo en cuenta mis conocimientos y mi competencia, no mi estado físico", defendió en la misiva.

Minutos después de celebrar con el puño en alto el primer triunfo en liga, Ingesson, cuyo hijo mayor juega en las inferiores del club, volvió a insistir en esa idea de normalidad: "No hay nada que me impida ejercer mi papel".

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