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Cientos de aficionados de Las Palmas se enfrentan entre ellos

El partido se detuvo en el 91, y en el 93 marcó el Córdoba, dejando a Las Palmas sin ascenso, y provocando una imagen muy fea en el fútbol español.

Quedaba apenas un minuto y medio para que finalizara el partido en estadio de Gran Canaria. Hasta ese momento, Las Palmas, merced a su victoria por 1-0 frente al Córdoba era equipo de primera división. Pero cuando el cronómetro marcaba más allá del minuto 91, cientos de aficionados canarios saltaron al terreno de juego. Daban por bueno el resultado a pesar de que no había terminado el partido. El colegiado del encuentro, el murciano José María Sánchez Martínez, decide parar el partido y avisa que con los aficionados ahí no se puede jugar y que se suspendería el partido. El propio presidente del club canario, Miguel Ángel Ramírez, tiene que bajar al césped a pedir a los aficionados que se alejen del césped y dejen que el partido finalice.

Pero este final no se lo esperaban y en el 93 empata Ulises Dávila, dándole el ascenso al Córdoba. Inmediatamente, temiéndose lo peor, el árbitro da por finalizado el partido y se encamina al túnel de vestuarios. Tras él salen los jugadores del Córdoba, felices por el ascenso, pero incrédulos por lo que allí estaba sucediendo. Porque se vio una estampida amarilla de aficionados de la UD Las Palmas corriendo hacia el césped.

Sillas, escupitajos y peleas

A partir de ese momento, batalla entre propios aficionados, periodistas y los cuerpos de seguridad. Los aficionados que se habían quedado en sus asientos le recriminan a los que habían bajado que habían parado el ritmo del partido y eso había provocado el empate final del Córdoba. Y desde arriba, escupían y lanzaban sillas a los que estaban abajo. Pero los que estaban en el césped, envalentonados yendo en grupos de varios se encaraban con los que estaban en las gradas, retándoles y devolviéndoles las sillas, que luego quedaban rotas por el terreno de juego.

Algunos periodistas y fotógrafos locales le echan en cara a esos aficionados que saltaron, en su mayoría adolescentes, lo que había provocado, viéndose lamentables imágenes por televisión, con patadas, cargas e incluso un grupo de chavales, no mayores de 17 o 18 años, acercándose a los dos banquillos a robar las bebidas isotónicas que tenían los dos equipos.

Los jugadores de Las Palmas ya se habían refugiado en su vestuario, cabreados por lo que habían provocado algunos de sus aficionados. El presidente pedía que esa imagen no manchara a toda una afición. Pero las cargas policiales y ver a cientos de aficionados encarándose con otros de su mismo equipo no fue la mejor forma de despedir la temporada.

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