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Nikolai Starostin y el caño a Beria que terminó con su deportación a un gulag

Nikolai Starostin, jugador del Spartak de Moscú, fue deportado a un gulag. El motivo, afirman, un caño que le hizo a Beria cuando se enfrentaron.

Nikolai Starostin, jugador del Spartak de Moscú, fue deportado a un gulag. El motivo, afirman, un caño que le hizo a Beria cuando se enfrentaron.

La familia Starostin significa mucho, casi todo, en la historia del Spartak de Moscú. Cuatro hermanos, Nikolai, Aleksandr, Andrej y Pëtr, nacidos respectivamente en 1902, 1903, 1906 y 1909, fueron los fundadores e impulsores del que más tarde se convertiría en uno de los clubes más importantes del fútbol soviético.

Hijos de un cazador y de una ama de casa de Moscú, concretamente del barrio de Presnja, el fútbol fue uno de los pocos entretenimientos que pudieron encontrar en su infancia, en una Rusia decadente, que estaba apunto de ver el final de su Imperio zarista y el inicio de la revolución soviética.

A medida que va creciendo el interés por el fútbol –el primer partido en Moscú se juega en 1901-, los cuatro hermanos Starostin, juntamente con los cinco hermanos Artemev y los tres hermanos Kanunninkov, darán lugar al Krasnaja Presnja. Un equipo que no parará de crecer desde su creación, un poco porque el interés hacia el fútbol va en aumento; un poco porque empieza a aparecer el profesionalismo; y un poco porque comienzan las ingerencias y presiones desde las instancias políticas –recordemos, totalitarias en aquella Rusia-.

Es así como Nikolai Starostin decide ir más allá, y en 1935 crea una sociedad polideportiva, que pueda competir con los grandes equipos ya existentes como el CSKA, equipo vinculado al ejército, o el Dínamo, el equipo del Ministerio del interior. Spartak es el nombre elegido, por un lado para rendir homenaje al esclavo que se rebeló contra Roma, Espartaco; y por otro para mostrar que es el único equipo nacido por iniciativa de un grupo de amigos, totalmente desvinculado de los poderes soviéticos.

Peligroso crecimiento

El caso es que fue precisamente ese hecho, el ser un equipo de pueblo, el que hizo que de inmediato se convirtiera en el preferido de la gran mayoría de soviéticos. Incluso, afirman, el propio Stalin admiraba al Spartak, pese a que era el rival de su equipo, el CSKA.

A quien no le hacía ninguna gracia era a Lavrenti Beria, jefe de la policía y el servicio secreto soviético (NKVD), y uno de los personajes más siniestros de aquella época. Era, ademas, exjugador, presidente, y gran apasionado al fútbol.

El éxito del Spartak le repudiaba, y para frenarlo no tuvo otra opción que arrestar a los cuatro hermanos Starostin. Fueron juzgados y condenados a diez años en Siberia por "alabar deportes burgueses y tratar de arrastrar motivos burgueses al deporte soviético"

Pero hay quien cuenta que el verdadero motivo no se queda ahí. Lo cierto es que Starostin y Beria se encontraron en los terrenos de juego en los años veinte, en partidos entre el Spartak y el Dinamo. Generalmente eran los primeros quienes se llevaban la victoria. Y Beria eso no lo podía soportar, dada la inmensa rivalidad que se había generado entre ambos conjuntos, reflejo de la resistencia al poder.

Hubo sobre todo dos derrotas del Dinamo, humillantes a los ojos de Beria; pero fue sobre todo una jugada, en la que Starostin le hizo un caño burlándose de él, que terminó por encender al futuro jefe de la policía. Desde aquella jugada, desde aquel caño, su objetivo era claro: terminar con Nikolai Starostin.

Ya lo intentó en 1939, cuando ordenó repetir una semifinal de Copa entre el Spartak y el Dinamo Tblisi –el equipo de su tierra- en el que se habían impuesto los moscovitas. Y aunque estos, de hecho, ya habían ganado la final, el partido se repitió. Volvió a ganar el Spartak. Y Beria explotó. Ordenó su detención, pero Molotov, mano derecha de Stalin, lo evitó. Sí lo conseguiría, como comentábamos anteriormente, en 1942.

El fútbol en el Gulag

Starostin no fue el único. Sus tres hermanos también fueron encerrados y torturados durante diez años. Pero ninguno de ellos cedió a la tortura. A través del fútbol, encontraron su vía de escape.

Desde el primero momento fueron reconocidos, de tal manera que todos los prisioneros ahí presentes querían contar con ellos en los partidillos que se disputaban cuando el cansancio –y las autoridades- lo permitían. Ya fuera como jugadores, o como entrenador, curiosamente del Dinamo, pues todos los equipos se llamaban así al estar detrás las fuerzas de seguridad. Aquella situación también permitió a los Starostin conseguir mejores raciones en el reparto de comida, o dormir en el gimnasio en lugar de en las barracas.

En definitiva, vivir en unas condiciones sensiblemente mejores, y de ese modo los cuatro hermanos salieron vivos del Gulag. El primero, Nikolai, seis años más tarde. Lo hizo, para su sorpresa, gracias a Vasili Dzhugashvili, el hijo de Stalin. Como su padre, era fiel seguidor del fútbol, y admiraba la figura de Nikolai Starostin. Así que ahora que tenía poder, solicitó que pudiera salir del Gulag y se convirtiera en el entrenador del equipo de fútbol de las Fuerzas Áereas, de las cuales acababa de ser nombrado comandante en jefe.

Pese a la oposición de Beria, la protección de Vasili permitió que Starostin permaneciera en Moscú, hasta que fue detenido por la policía secreta, creando un conflicto entre los dos líderes soviéticos. Finalmente, fue deportado a Kazajistán, hasta que en 1953, con la muerte de Stalin y la ejecución de Beria, pudo regresar a Moscú.

El Spartak y Starostin se reencuentran con el éxito

Y lo primero que hizo, como no podía ser de otra manera, fue volver a enrolarse al Spartak de Moscú. Ahora como responsable técnico, cargo que ostentaría hasta su muerte, convirtiédose en referencia de generaciones y generaciones de entrenadores y futbolistas.

Durante la siguiente década, bajo las órdenes de Starostin, el Spartak vivió su época dorada, ganando 4 ligas y tres subcampeonatos, además de dos Copas, y convirtiéndose en uno de los equipos más potentes del continente europeo.

Nikolai Starostin fallecería en 1996, a la edad de 94 años. Lo hizo cargado de títulos y éxitos con su equipo y también con la selección, de la que llegaría a ser presidente de la Federación, así como con distintos reconocimientos como Héroe del Trabajo, Maestro Emérito de Deportes, Orden al Mérito de la Patria, tres Orden de Lenin, o la Orden de la Amistad de los Pueblos. Pero sobre todo se marchó como uno de los personajes más importantes en la historia no sólo del Spartak de Moscú, sino de todo el fútbol soviético. Pese a la oposición de Beria.

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