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El 'Wunderteam': la maravillosa leyenda... hasta que apareció Hitler

Era un equipo excelso. Avanzado a su tiempo. Preparado para luchar por todo. Hasta que el III Reich se interpuso en su camino...

Era un equipo excelso. Avanzado a su tiempo. Preparado para luchar por todo. Hasta que el III Reich se interpuso en su camino...
Equipo del \'Wunderteam\', antes de un encuentro. | Archivo

Todos conocen la historia de Matthias Sindelar, quizá la más trágica y heroica de la historia del fútbol. Hace unos días tuve la oportunidad de contarla en El Primer Palo, de Juanma Rodríguez. Pero de su leyenda se desprende otro planteamiento: sería totalmente injusto recordar al Wunderteam sólo por su figura.

Porque aquella selección austriaca de los años 30 fue una de las primeras grandes potencias del mundo futbolístico. Quizá, la primera de ellas. Para muchos, precursora del juego que llegaría en las siguientes décadas. Sólo una serie de infortunios –una Guerra Mundial incluida- evitaron que alcanzara cotas mayores. Pero para los amantes del fútbol, el Wunderteam, el equipo maravilla, siempre será uno de los mejores equipos que jamás haya existido.

Meisl, el padre de todo ello

El 16 de mayo de 1931 está considerada como la fecha de nacimiento del Wunderteam, de aquella genial selección austriaca. ¿Por qué? Básicamente porque aquella fue la fecha en que se pudo disfrutar de la primera exhibición del equipo dirigido por Hugo Meisl, al imponerse por 5 a 0 a Escocia, en aquellos momentos una de las selecciones más potentes del continente europeo.

Era Hugo Meisl un hombre para todo en el fútbol de aquella época. Futbolista, árbitro, entrenador, dirigente...una persona, además, muy influyente, impulsor de la profesionalización del fútbol, y uno de los creadores de la Copa Mitropa, la precursora de la Copa de Europa.

Desde 1912 era el seleccionador austriaco –a excepción de los años de la Primera Guerra Mundial, en la que tuvo que dejar su cargo para acudir al combate y siempre mantuvo la misma línea de trabajo: el fútbol era un deporte noble, y los jugadores podían hacerlo bonito. ¿Cómo? Jugando todos, divirtiéndose todos. Y para ello, el sistema sólo podía sostenerse en pases cortos, veloces, y ataque total...

En los primeros años sus jugadores no tenían el talento para hacerlo. O, mejor dicho, sí para hacerlo, pero no para obtener resultados. Pero la línea de juego se fue instaurando poco a poco en el colectivo austriaco, y ya a principios de los años 30 pudo hacer una selección competitiva. Aquel 16 de mayo de 1931 quedó demostrado.

Un once para la historia

El líder de aquel equipo, obviamente, era Mattias Sindelar. Pero aquí hemos prometido no hablar de él, y sí hacerlo del equipo. La línea más fuerte, como no podía ser de otra manera, era la delantera. Además de Sindelar, estaban Zischek, Gschweidl, Schall y Vogel. Cinco jugadores para formar una máquina de hacer goles. Su mayor virtud, el ataque a los espacios, sin balón -aquella que cinco décadas más tarde predicaría Arrigo Sacchi ya en Italia-, y la presión al rival al perder el balón. ¿Les suena, verdad?

En el centro del campo, los futbolistas Braun y Nausch eran fuertes a la hora de defender, y rápidos cuando había que lanzar el ataque, buscando casi siempre a Hoffmann, el más técnico de los tres, que hacía de enganche con los delanteros.

En defensa, dos futbolistas incansables, capaces también de subir cuando hacía falta, y no exentos de calidad: Blum y Shcramseis, jugando siempre los dos a lanzar el fuera de juego. Y en la portería, Rudi Hiden, un guardameta sobrio, de mucho carácter, con un excelente juego aéreo. La famosa W-M, que poco después pasarían a usar casi todos los equipos europeos.

Una racha dominadora

Tras aquel encuentro ante Escocia, llegaron los siguientes compromisos, en los que la selección austriaca confirmó que se trataba del mejor equipo del momento. Dos victorias, dos goleadas, ante la vecina Alemania, por 6 a 0 y 5 a 0. 2 a 0 contra Suiza, empate a dos contra Hungría, y 8 a 1 de nuevo ante Suiza. Victoria también por 2 a 1 ante Italia, la Italia que poco después sería su mayor pesadilla.

Contra Hungría se tomó la revancha con un contundente 8 a 2. Empate a uno contra Checoslovaquia, la otra gran potencia de fútbol a orillas del Danubio, a la que días después se impondría por 3 a 2. 4 a 3 contra Suecia, y la única derrota, 4 a 3, ante Inglaterra en Stamford Bridge. Inglaterra seguía siendo terreno por conquistar... Aún llegarían dos victorias más, 6 a 1 ante Bélgica y 4 a 0 ante Francia, antes de llegar al Mundial de 1934. Fueron tres años de dominación, de tiranía en el continente...

El robo del Mundial

Hasta que llegó Italia 34. Ahí, Austria llegaba como gran favorita, vistos los precendentes, junto a la anfitriona. El Wunderteam se deshizo de Francia en octavos de final, y de Hungría en cuartos. En semifinales, los dos favoritos se enfrentaban. Y sucedió lo que tenía que suceder...

Era el Mundial de Italia, con una Italia en plena dictadura de Mussolini... así que no podía perder nunca. Como se demostraría en cuartos de final ante España. Como se confirmaría en semifinales ante Austria: un gol en fuera de juego de Guaita, un marcaje excesivamente duro de Monti a Sindelar, y un arbitraje más que sospechoso del sueco Ivan Eklind, fueron suficiente para la victoria italiana.

El final del Wunderteam

Aquel partido, para desgracia de los amantes del fútbol y sobre todo de los austriacos, iba a suponer el final del Wunderteam. Porque poco después, comenzó el asedio de la Alemania nazi en Austria. Els anschluss, su anexión, era uno de los grandes objetivos de Hitler, y tras años de malestar en el país –que, obviamente, también influyó a la hora de juntar a la selección austriaca-, todo terminó en marzo de 1938.

Aún así, Austria tuvo tiempo de participar en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936, y ser segundos en el campeonato de fútbol, después de deshacerse con comodidad de Egipto, Perú y Polonia, para volver a caer en la final ante Italia.

Pero una vez consumado el anschluss¸ diversos jugadores austriacos pasaron a formar parte de la selección alemana. Prácticamente todos, a excepción de Sindelar y Sterbar, y aquella historia que ya todos conocen. Pero aquel marzo de 1938 significó el final definitivo, en toda su extensión, del Wunderteam.

Meisl, 75 años antes

"Para jugadores técnicos e inteligentes, no puede haber esquemas fijos. Empezando por el portero, todos deben colaborar en un trabajo constructivo y eficaz. También el portero. Él, como los defensas, los centrocampistas y los delanteros, no puede lanzar la pelota sin una dirección, sin un plan. ¡Construir! Incluso el portero puede ser el inicio de un ataque, pasando el balón con precisión a los compañeros de las líneas más avanzadas.

Los once futbolistas de un equipo deben estar en continuo movimiento, para que el adversario no pueda anticipar sus intenciones. El medio izquierdo, con una diagonal a la derecha, puede determinar un vuelco del partido. Siempre en movimiento, y siempre con el objetivo en la portería contraria. También un centrocampista puede avanzar por sorpresa hasta la portería rival, y marcar su gol. Naturalmente, un compañero debe immediatamente tomar su lugar.

Según el momento o la situación del partido, el pase debe ser raso, o alto. Fuerte, o suave. Corto, o largo. No hay que darla siempre al pie del compañero, sino delante de él, al espacio que queda libre, para no detener su avance.

Este es, por tanto, mi sistema: ningún sistema. Inteligencia, velocidad y sorpresa son las claves para el éxito".

Seguramente, este texto podría corresponder a Pep Guardiola. O a algún brasileño. O a alguno de los muchos entrenadores que hoy día apuestan por este estilo de fútbol... Pero no, esa descripción es de 1931, obra de Hugo Meisl. Esa ideología fue la que inspiró al que, probablemente, sea el equipo más transgresivo -y trascendental- de la historia.

Meisl murió en 1937, a los 56 años. Fue de un ataque al corazón, mientras trabajaba en su despacho de la Federación Austriaca de fútbol. Probablemente, del dolor causado por la inminente anexión de su Austria por la Alemania de Hitler, y con ello el final del fútbol austriaco.

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