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Bale y Cristiano curan las heridas del Madrid en Eibar (0-2)

Bale, en la primera parte y Ronaldo, de penalti en la recta final, dan la victoria al conjunto de Benítez.

Bale, en la primera parte y Ronaldo, de penalti en la recta final, dan la victoria al conjunto de Benítez.
Celebración del 0-1 del Real Madrid. | EFE

Tras la tempestad, siempre suele llegar la calma. A estas alturas de temporada, y hasta que la enfermería se vacíe y coger la velocidad de crucero sea una opción de factible, al Real Madrid no le queda más remedio que aguantar como sea la marejada. La superioridad con la que el Barcelona derriba rivales no es una opción para los blancos ahora mismo. Toca enfangarse, apretar los puños, y avanzar. Y en eso, los de Rafa Benítez cumplieron con nota en Ipurua. Nadie podrá reprochar a los jugadores blancos ni un ápice de falta de actitud en tierras guipuzcoanas. Cierto es que la excelencia dista mucho de ser lo ofrecieron en el estadio armero, pero sí que desde luego se puede considerar un primer paso para empezar a olvidar el sonrojo del Clásico y el último cuarto de hora ante el Shakhtar.

El de Eibar era un partido tramposo para los de Benítez. Uno de tantos en los que todo lo que no fuera, a priori, una goleada, sería dejar dudas. Pero este equipo de Mendilíbar no es un enemigo nada sencillo, más aún en su feudo. Hace tiempo que quedó atrás el cliché del equipo armero de la garra y el juego aéreo. Garitano transformó su estilo y el ex de Osasuna y Valladolid lo está consolidando. Los eibarreses son un equipo tan humilde como valiente, que salió a encimar al Madrid, buscando hacerle el campo pequeño. Y con una premisa muy clara: taparle la luz a Luka Modric, el cerebro sobre el que debe sustentarse la remontada del gigante blanco esta temporada, si esta es posible. Desde el minuto inicial se pudo ver como Dani García, cada vez que el croata tocaba el balón, le acosaba como una lapa. Junto a él, Kroos, que a día de hoy es un fantasma que vaga errante por los campos del fútbol español, y un Kovacic que ganó la partida a Casemiro para formar parte del once, y que mientras Modric estuvo tapado, fue el encargado de dar algo de criterio al centro del campo madrileño.

La adelantada defensa del Eibar era un arma de doble filo para un Madrid dudoso a estas alturas de temporada. Ausente el pichichi Borja Bastón, Enrich se partía la cara con Pepe en cada acción, y Berjón y el japonés Inui llevaban peligro por las bandas. Allí, Danilo a pie cambiado por mor de las bajas en la zaga, aparecía pundonoroso en ataque, pero sufría demasiado atrás, acosado por Berjón y Capa. Pero ante las balas blancas, el Eibar asumía lo que podía ocurrir. Y a los quince de juego, un balón largo para Cristiano dejó al luso delante de Riesgo, al que intentó batir por alto, aunque el arquero local le adivinó la intención y evitó el primero del partido. Una ocasión más en la que el de Madeira volvió a recordar que está lejos de su mejor momento físico, de juego, y de acierto de cara al arco rival. Fue el primero de muchos fallos de definición ante el gol. Lo impensable hace sólo unos meses.

Superado el ecuador de la primera mitad, Modric comenzó a liberarse de las garras de Dani García, cumplidor pero cansado, y el control visitante comenzó a ser mayor. El ex del Tottenham, al que ya se vio más suelto para subir al ataque ante el Shakhtar, incluso avisó con un disparo desde la frontal en el 41, poco antes de inventarse un centro genial para abrir el marcador. Tras sacar un córner en corto, ganó el espacio suficiente para sacar a relucir su prodigiosa pierna derecha, y mandarle un regalo a Gareth Bale al área vasca. El galés sólo tuvo que peinar lo justo el balón para superar a Riesgo. Una liberación para el Madrid, al que meterse con empate en la segunda parte le habría sido angustioso, y para el de Cardiff, que no marcaba en la Liga BBVA desde que lo hiciera ante el Betis, en la segunda jornada.

El gol oxigenó y dio tranquilidad a un Madrid necesitado de cualquier indicio de estabilidad. Modric ya dominaba el juego, bien escoltado por Kovacic, trabajador atrás y valiente en arrancadas verticales que deberán verse más cuando adquiera más galones. Hasta Kroos dejó tímidas muestras de lo que un día fue. Tómenlo como un inicio de recuperación, aunque la importancia del alemán siga siendo testimonial por más que la calidad le sobre. Pero al que no le aportó tranquilidad fue a Cristiano. Al luso no le relajan los goles de los demás. Ronaldo juega para sí mismo, primero, y para el Real Madrid, después. Necesita marcar, y ni su acierto está al nivel de tiempos pretéritos, ni recibió la ayuda de Gil Manzano, que se comió un claro penalti de Juncà sobre el siete, empujado por detrás cuando esperaba un centro de Danilo.

Cada error en el área del de Madeira no hacía sino aumentar las desesperadas facciones de su rostro. Cuando en el 74 se plantó en el área tras un buen balón de Lucas Vázquez, y no supo resolver, ya fue el colmo. Para él y el espectador, poco o nada acostumbrado a verle fallar tan clara oportunidad. Y para la parroquia local, claro, el motivo para hurgar en la herida, entre mofas por los errores, y pitos por el miedo que siempre genera Ronaldo. Como si se una venganza se tratase. Entre medias, también tuvo dos faltas, una justo en la frontal y otra a la que otrora era su distancia ideal. Nadie discutió que las chutaría el luso. Ambas se estrellaron en la barrera. Pero esto ya no es noticia.

Con el paso de los minutos, y pese a que el control era evidente para los de Benítez, sólo inquietados por un cabezazo desviado de Pantic y un chut lejano del nipón Inui, la intranquilidad amenazaba con volver, pues cualquier error haría perder puntos y empezar a ver la liga como una quimera. No faltó brega, ni pundonor, pero sí virtuosismo, y pólvora, factores que sólo se ganan cuando todo fluye con soltura, lo que no es el caso en el tirante vestuario blanco actualmente.

La sentencia no llegaría hasta el 82, cuando Ronaldo, al fin, logró su gol. Tuvo que ser de penalti, en una buena internada de Lucas Vázquez, siempre aprovechando sus minutos. La infracción de Dani García, posiblemente menos clara que la de Juncà minutos antes, la envió Cristiano al fondo de las mallas, certificando el necesario triunfo, pero sin relajar un ápice la tensión en la cara del Balón de Oro.

Fue, pues, un triunfo meritorio en lo laborioso, mas sin brillo ninguno. Pero se trataba justamente de eso, de evitar que el manicomio se insertara definitivamente en las interioridades de la plantilla merengue. La primera prueba se puede dar como superada. Pero para que lleguen los éxitos en mayo, Benítez deberá hacer que los suyos alcancen un nivel al que, por el momento, apenas se asoman. Lo de Eibar fue un ejercicio de supervivencia.

Eibar (0): Riesgo; Capa, Dos Santos, Pantic, Juncà; Escalante, Dani García, Adrián (Verdi, m. 70); Inui, Saúl Berjón (Hajrovic, m.86); y Sergi Enrich (Arruabarrena, m.86).

Real Madrid (2): Navas; Carvajal (Benzema, m. 85), Pepe, Nacho, Danilo; Kovacic (Casemiro, m.79), Modric, Kroos; James Rodríguez (Lucas Vázquez, m. 65), Bale y Cristiano Ronaldo.

Goles (0-1): Bale (m. 43); (0-2): Ronaldo (pen, m. 82).

Árbitro: Gil Manzano (extremeño). Mostró tarjeta amarilla a los locales Dos Santos, Escalante y Verdi y a los visitantes Kovacic, Pepe, y Lucas Vázquez.

Incidencias: partido disputado en el Estadio de Ipurúa, perteneciente a la 13ª jornada de la Liga BBVA.

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