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El milagro De Biasi: Albania, de la miseria a las puertas de la elite

El equipo balcánico ha sufrido una metamorfosis espectacular que le aleja de ser la cenicienta que otrora fue.

El equipo balcánico ha sufrido una metamorfosis espectacular que le aleja de ser la cenicienta que otrora fue.
Afición albanesa durante la Eurocopa 2016 | Cordon Press

Aunque a priori no suene por nombre como el rival más temido en el camino hacia Rusia´2020, pocos rivales más orgullosos va a encontrar España enfrente que la Albania de Gianni de Biasi, un equipo que ha sufrido una metamorfosis espectacular en la última década, que le ha llevado de ser una de las grandes cenicientas europeas a clasificarse para la última Eurocopa, en un hecho absolutamente histórico para el país balcánico. Lo logrado por la selección de `la tierra de las águilas´ no es sino el fruto de un enorme trabajo de extracción del entrenador transalpino a lo largo y ancho del mundo, buscando árboles genealógicos y raíces albanesas. Un proceso arduo, complejísimo, cuando uno se adentra un poco en la historia de Albania.

La diáspora y la Gran Albania

No muchos pueblos en la tierra se asemejan en cuanto a sus particularidades al albanés, cuya área étnica y lingüística va mucho más allá de sus fronteras actuales. Son más de ocho millones repartidos por el planeta, de los que apenas tres habitan en la Albania moderna. El resto, diseminados: casi dos millones en Kosovo, más de medio millón en Macedonia, cifra similar a la de Grecia, los llamados arvanites. Además, existen importantes núcleos albaneses en Montenegro, el sur de Italia (arbëreshë), Croacia, Serbia y Rumanía. Un éxodo antiquísimo pero cuyo momento fundamental arranca cuando el moderno estado albanés declara su independencia del Imperio Otomano, a caballo entre 1912 y 1913. Es en aquel entonces cuando la mitad de la población se queda fuera de las fronteras del nuevo país, generando, claro, tensiones, reivindicaciones nacionalistas, sufrimientos y también alguna guerra. Años más tarde, las dificilísimas condiciones económicas en el país, ahogado en el régimen comunista de Enver Hoxha, promovieron la salida de aquellos que pudieron permitírselo, no ya sólo hacia la antigua Yugoslavia, sino hacia Italia y Grecia principalmente. Más moderna es la emigración a Suiza, donde hoy viven unos 300.000 albaneses, la mayoría llegados en los años 70, y otros cuantos tras el reciente conflicto en Kosovo.

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Albaneses étnicos muestran el signo de la victoria tras recuperar la ciudad de Kukes en el conflicto de Kosovo. | Cordon Press

La Esta es una situación que ha desembocado con el paso de los años en ciertos sectores albaneses en la instauración de un pensamiento acerca de la posible reunificación a futuro de la Gran Albania, que abarcaría, además de las fronteras actuales, algunas zonas de Grecia, Macedonia, Kosovo y Montenegro. Un sentimiento nacionalista que el traductor, columnista y escritor Elvi Sidheri, define como "una esperanza de unidad más utópica que real. Todos somos albaneses, con igual origen, idioma, historia y raíces, pero la mayoría se limita a eso, nada más." En todo caso, la independencia de Kosovo de Serbia, aún hoy día no reconocida por muchos países, entre ellos España, Rusia, y Serbia, ha supuesto un nuevo giro de tuerca para el nacionalismo albanés, que queda perfectamente definido en palabras de Sidheri: "ahora ambas partes de la moderna identidad albanesa podemos comunicarnos mejor, visitar a nuestros compatriotas, nuestra cultura se está unificando y económicamente estamos mucho más unidos que nunca. Sin embargo, los gobiernos de Albania y Kosovo no tienen algún objetivo de unificación, no hay hoja de ruta en ese sentido, y los partidos nacionalistas que abiertamente apoyan la unificación son bastante minoritarios. Se trata más o menos de una forma de patriotismo sentimental y poco agresivo", aclara.

Sin embargo, la Gran Albania es aún un objetivo para algunos que puede llegar a tener su peso específico en la política de la zona y, como no, en el deporte. El 14 de octubre de 2014, en Belgrado, se enfrentaban Serbia y Albania en el camino hacia el mundial. Quizá uno de esos enfrentamientos que la UEFA debería ahorrarse en los sorteos, a fin de evitar los graves incidentes que terminaron produciéndose cuando un dron con la bandera de la Gran Albania sobrevoló el estadio, suscitando una auténtica batalla campal en un partido que ya había comenzado con un complejo caldo de cultivo, cuando los hinchas serbios más radicales habían recibido al equipo visitante al grito de "¡Muerte a los albaneses!". Así las cosas, el partido de vuelta entre ambos equipos tuvo unas medidas de seguridad pocas veces vistas antes.

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El serbio Mitrovic agarra la bandera de la Gran Albania, generando una batalla campal entre ambos equipos. | Archivo

Y es que la de los Balcanes, esa región en constante evolución y que, en palabras de Winston Churchill, "produce más historia de la que puede digerir", es una historia sin duda inacabada. Las relaciones de Albania, y especialmente Kosovo, no son buenas con Serbia, a causa de la guerra de 1999 y la posterior independencia kosovar. Sin embargo, con Macedonia o Montenegro sí existe una retroalimentación positiva, mientras que con Grecia, pese a que en ocasiones hay tensiones nacionalistas por ambas partes, la situación hoy es tranquila, con más de ochocientos mil albaneses en tierras helenas, y una pequeña minoría griega en Albania, con sus derechos ampliamente reconocidos hoy día.

La de Albania es una larga historia de orgullo, que arranca en buena medida en el siglo XV, cuando el héroe nacional, Jorge Kastriota Skanderbeg, luchó incansablemente ante la ocupación turca. Tras su fallecimiento, muchos albaneses se desplazaron al sur de Italia, donde todavía hoy se mantienen sus descendientes, sintiendo con orgullo su etnia muy por encima del conflicto religioso. Como recuerda Elvi Sidheri "los albaneses como tradición somos albaneses, y después podemos ser musulmanes, cristianos, ateos, o cualquier otra cosa, pero el sentimiento nacional es mucho más fuerte que la afiliación religiosa". Hoy en día, la mayoría es musulmana, dividida entre los bektashi (chiítas moderados) y los sunníes, mientras que casi un 30% de la población es cristiana, mayoritariamente repartida entre ortodoxos y católicos. La relación entre los distintos grupos es abierta, y los matrimonios entre miembros de distintas religiones son una tradición del lugar. El albanés, por encima de todas las cosas, es albanés. El mayor ejemplo de ello ha sido Lorik Cana, central y capitán desde 2003 de la selección, y retirado de la misma tras la pasada Eurocopa. Nació en Kosovo, creció en Suiza tras la guerra, y defendió como pocos el sentimiento albanés, con el águila imperial tatuada en su hombro izquierdo.

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Lorik Cana, capitán y referente albanés los últimos años. | Archivo

El eterno hermano pobre del fútbol europeo

Albania ha sido durante muchos años algo parecido al hazmerreír de sus rivales continentales. La clásica perita en dulce, en la que lo único que preocupaba de enfrentarse a ella era el viaje, las instalaciones, o el alojamiento que se encontraría. Un país deprimido durante décadas, anclado en el pasado con el régimen comunista, y asfixiado cuando éste concluyó, que apenas podía competir a nivel deportivo contra sus vecinos más emergentes. En el año 1992, Granada acogió uno de los grupos del torneo preolímpico de baloncesto para los Juegos de Barcelona, en el que Albania se enfrentó a Francia, Italia, Israel, Bielorrusia, y Suiza. Lo más recordado hoy día de los balcánicos, que por supuesto no ganaron un solo partido, eran sus zapatillas, de materiales absolutamente inapropiados para competir al primer nivel, ya con el siglo XX tocando a su fin. Más parecidas al calzado de un ganadero que al de un baloncestista. Albania, a primeros de los 90, iba varias décadas por detrás del resto de Europa.

En lo referente al fútbol, pocos momentos quedan en el imaginario del aficionado local. Los más veteranos recuerdan la Copa de los Balcanes de 1946, celebrada en Tirana, con victoria local tras perder con Yugolavia y vencer a Bulgaria y Rumanía, logrando el único título rojinegro de la historia. Los de mediana edad, no olvidan el triunfo (2-0) ante la Bélgica de Jean Marie Pfaff o Enzo Scifo, en la clasificación al Mundial de México’ 1986, en el que los belgas, una potencia entonces, llegarían hasta semifinales, tras eliminar a España en los penaltis en cuartos. En la década siguiente, lo más memorable fue curiosamente una derrota por 4-3 en Hannover ante Alemania, en 1997, con gol en el último instante de Oliver Bierhoff. Paradójicamente, casi se puede afirmar que son los más jóvenes los que más han disfrutado de los éxitos de su selección.

El balance hasta ahora de los partidos oficiales entre ambas selecciones es rotundamente favorable al equipo español, que venció en los cinco duelos, anotando 24 goles y encajando apenas 2. Que sea número impar se debe a que el 18 de diciembre de 1991, la UEFA canceló un partido en Tirana, clasificatorio para Suecia’1992, porque ambas selecciones ya estaban eliminadas (fue el último gran torneo al que faltó España) y porque Albania en esas fechas no era precisamente el lugar más seguro del planeta, en plena crisis de gobierno, con dimisión del primer ministro, Ylli Bufi, el anuncio de que las reservas alimenticias del país estaban casi agotadas, y con la policía y el ejército con orden de disparar para evitar tumultos. Poco después, en el camino al mundial de Estados Unidos’1994, se produjo el último enfrentamiento hasta la fecha: la España Vicente Miera venció 3-0 en el Benito Villamarín y, ya con Javier Clemente, lo hizo por 1-5 en Tirana. Más escandaloso aún había sido el marcador en la clasificación para Suecia’ 1992 en Sevilla, con un devastador 9-0, cuatro goles de Emilio Butragueño mediantes. Sin embargo, cuando ambos equipos se enfrenten este domingo en el Loro Boriçi Stadium de Shkodër, las cosas a buen seguro serán bien diferentes. Albania ya no es ninguna cenicienta.

El despertar del águila bicéfala

Desde que el 4 de junio de 1991, el último gobierno socialista abandonara el poder en Albania, las cosas no fueron precisamente a mejor. Sumido en "la anarquía más total imaginable", evoca Elvi Sidheri, el país naufragó durante años en una crisis social y económica que parecía no tener fin. El fútbol, pese a apasionar al pueblo, no era ni de lejos una prioridad. Tuvo que pasar tiempo, e iniciarse incluso el nuevo siglo, para que el deporte albanés dejara de languidecer. Desde la elección de Armand Duka en 2002 como presidente de la Federación Albanesa de Futbol, las cosas empezaron a virar en positivo. Una de sus primeras medidas fue poner al italiano Giuseppe Dossena al cargo del equipo nacional. El ex jugador del Torino fue el primer seleccionador extranjero en casi 50 años. Con la apertura política hacia al exterior, tocaba nutrirse de profesionales avezados, e Italia era la salida más sensata, geográfica y culturalmente. En Albania, casi el 70% de la población es capaz de hablar fluidamente en italiano, y la Serie A es sin duda la competición más seguida, con muchísimos aficionados de Juventus, Milán o Inter. Más allá de todo eso, "la televisión italiana, sobre todo durante el aislamiento comunista, era la única ventana de libertad para los albaneses", afirma el traductor albanés. Tras Dossena, llegaron más técnicos extranjeros, siendo el de mejor recuerdo el alemán Hans Peter Briegel, bajo cuya dirección Albania logró importantes triunfos ante Rusia o la Grecia campeona de Europa en 2004. Pero el hombre que terminó por colocar a los rojos y negros en el panorama internacional es el italiano Gianni de Biasi, convertido hoy en una auténtica celebridad en el país. De hecho, desde 2015 es también ciudadano albanés.

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De Biasi (I) se abraza al capitán Lorik Cana tras el triunfo albanés ante Rumanía en la Eurocopa 2016. | Cordon Press

El que fuera técnico del Levante hace ya casi una década llegó al banquillo rojo y negro en diciembre de 2011, y desde el primer momento tuvo claro que el camino al éxito en su nueva experiencia pasaba por recolectar el mayor número de talento exiliado posible. No es inhabitual que los albaneses, tanto los que viven en el país como los que lo hacen fuera, tengan dos y hasta tres pasaportes, por lo que la ruta estaba marcada. Hasta setenta viajes en busca de apellidos con raíces albanesas entre los jóvenes jugadores en cada rincón del mundo. Un esfuerzo ímprobo que, sin duda, daría resultados. Muchos de ellos eran jugadores totalmente desconocidos aún para el público albanés, que De Biasi se sacó de la chistera con su laborioso trabajo de meses de búsqueda y reclutamiento. Al mismo tiempo, sirvió para rejuvenecer una selección en la que, ante España, sólo quedará el actual capitán Ansi Agolli de la época anterior a De Biasi. El italiano siempre buscó ganarse el corazón de sus discípulos. La primera vez que entrenó con el equipo, el italiano entregó una carta a cada jugador. "Si me seguís y dais lo mejor de vosotros, podréis ser recordados en la historia de Albania", como refleja un fantástico reportaje del programa `Fiebre Maldini´.

Un proceso que ha convertido al técnico italiano en un héroe nacional, y que el anterior portador del brazalete, Lorik Cana, describe con emoción en el documental `Battle in the Balkans´ (Batalla en los Balcanes): "la historia siempre ha estado en nuestra contra. Siempre hemos estado separados, sin la capacidad de estar juntos. Por primera vez hemos llevado a cabo el sueño de todos los albaneses. Clasificarnos para una gran competición como la Eurocopa sería la guinda del pastel".

Y la guinda terminó por llegar. Aprovechando el aumento en el número de equipos (de 16 a 24), Albania se coló en la fase final de Francia, entrando a través de un grupo nada sencillo, en el que se quedaron en el camino conjuntos como Dinamarca o Serbia, y en el que los de De Biasi se dieron el lujazo de vencer en Portugal por 0-1, en lo que fue probablemente su primera gran llamada de atención al fútbol de elite europeo. Una vez en el país galo, los balcánicos rozaron incluso el pase a los octavos de final tras vencer a Rumanía, después de haber dado la cara ante Francia y Suiza. Sin embargo, la sorprendente victoria de Eire ante Italia, echó por la borda la prolongación del sueño albanés. Pero el mero hecho de estar en Francia fue un chorro de optimismo para un pueblo acostumbrado a penar. Algo que, para Elvi Sidheri, "no se puede describir con palabras. Vivíamos despiertos un sueño mientras nuestros héroes y miles de aficionados con la bandera del águila bicéfala mostraban a toda Europa el orgullo de ser albanés. Fue una página histórica, que mostró el lado brillante de Albania, que por una vez era más evidente que lo oscuro que a menudo nos pinta tan mal a los ojos de la opinión pública europea."

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"Orgullosos de ser albaneses", se lee en la pancarta de la apasionada afición albanesa

Mirando al futuro, con Kosovo en mente

Albania sigue en la incesante carrera por borrar su mala imagen internacional. Candidato a entrar en la Unión Europea antes de 2020, el país ha evolucionado hoy día en pos de una prosperidad que ni mucho menos siempre tuvo. Reflejo de ello son las instalaciones deportivas, donde, hasta no hace tanto, sólo existía un estadio apto para competiciones internacionales, el Qemal Stafa de Tirana, reciamente demolido para construir un nuevo recinto adaptado a los tiempos, que estará rodeado de tiendas, hoteles, y hasta un museo. Pero mientras se construye el gran estadio del fútbol albanés, el Elbasan Arena, para 12.000 espectadores, y el Loro Boriçi Stadium de Shkoder, donde jugará España, con capacidad para 18.000, dan muestras suficientes de que Albania quiere asomar la cabeza en el fútbol continental también a nivel de instalaciones, por más que aún se encuentre lejos del potencial de otros países incluso de su entorno más cercano, como Grecia o Turquía.

Sin embargo, la reciente admisión de Kosovo como miembro de pleno derecho de la FIFA podría suponer a medio plazo un problema para Albania, a la hora de captar nuevos talentos. En el debut oficial de los kosovares ante Finlandia, con empate a 1 en tierras nórdicas, varios ex internacionales albaneses ya decidieron defender los colores de su `otro´ país. Tal es el caso de Alban Meha, actual jugador del Konyaspor turco, o Milot Rashica, del Vitesse holandés. Así que, aunque la mayoría albano-kosovares que jugaban con Albania se han mantenido en el bloque rojo y negro, desde luego al equipo de De Biasi le ha salido una competencia que le puede afectar, seguro, en el medio y largo plazo, al competir ambas selecciones por jugadores que anteriormente sólo podrían ser tentados por Albania, o sus otros países de origen. Algo quizá complejo de entender pero que Sidheri define de forma gráfica: "ahora somos una nación con dos estados y dos representaciones de fútbol".

¿Cuál es pues, el futuro del fútbol albanés, a qué aspira? El primer objetivo no puede ser otro que abandonar los tiempos más oscuros, tanto a nivel social como deportivo, un logro que parece estar sin duda en camino. Muchos jugadores albaneses están ya en el primer nivel europeo, las instalaciones están a años luz de lo que fueron hace unas décadas, y el país parece definitivamente encontrando el camino a seguir. En lo futbolístico, Albania ha dejado de ser esa selección con la que los seis puntos se daban por seguros en las clasificaciones, y a la que era imposible esperar en un torneo final. Hoy mira a la cara a cualquier rival, y sus últimos cinco partidos ante los recientes finalistas de la Eurocopa así lo atestiguan: ante Portugal, una victoria para cada uno, y ante Francia, tres partidos con los tres resultados posibles. No cabe duda que el fútbol albanés ha despertado, quién sabe si definitivamente, a la estela del propio país. Tanto es así, que el mismo De Biasi, en una entrevista con La Gazzeta Dello Sport, declaró hace unas semanas lo siguiente sobre las opciones de los suyos de estar en el Mundial de Rusia’2018: "me gustan los desafíos imposibles. Hace dos años, nadie habría estado tan loco para pronosticar que estaríamos en la Euro. Cuando hice debutar a Elsejd Hysaj años atrás, el presidente de la federación me dijo que había enloquecido. En mi opinión, España tiene un 50% de posibilidades de clasificarse, Italia un 40%, y Albania un 10%. Puede parecer demasiado, pero es que yo tengo mucha confianza".

Definitivamente, Albania se ha ganado el derecho a soñar con lo que hace no tanto era un imposible. Y de momento, llegará al partido contra España con 6 puntos y como líder del grupo. El águila bicéfala vuela más alto que nunca.

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