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Bundesliga

Volker Ippig, ¿el futbolista más radical de la historia?

Emblema del peculiar St. Pauli, fue todo un icono en el fútbol alemán de los 80 por su extraña carrera dentro y fuera de los terrenos de juego.

Emblema del peculiar St. Pauli, fue todo un icono en el fútbol alemán de los 80 por su extraña carrera dentro y fuera de los terrenos de juego.
Volker Ippig, en una de sus últimas temporadas en el St. Pauli | Archivo

Es muy probable que a la mayoría de los aficionados al fútbol el nombre de Volker Ippig no les diga nada. Sin embargo, en la década de los ochenta se convirtió en un icono en el fútbol de su país, Alemania. Aunque, todo sea dicho, más por sus andanzas fuera de los terrenos de juego que por sus logros deportivos.

Porque Volker Ippig, nacido en Eutin en enero de 1963 fue un futbolista atípico. Un portero atípico, para ser más concretos. Fue el FC St. Pauli el equipo que le llevó a la fama. O tal vez podría decirse al revés. Lo que está claro es que esa relación no fue fruto de la casualidad.

No hay que olvidar que el St. Pauli está considerado el equipo de fútbol alternativo más famoso del mundo, y sus seguidores se reparten por todo el planeta. Existen cincuenta peñas del equipo en todo el mundo, y sólo en Alemania su base de simpatizantes se estima en torno a los 11 millones de personas.

Perteneciente al distrito rojo de Hamburgo, ligado a los movimientos okupas y antifascistas, donde se mezclaban prostitutas, trabajadores y drogas blandas, fue en los años setenta cuando el St. Pauli llegó por primera vez a la Bundesliga. Su entorno, ligado al barrio, lo dio a conocer como un equipo singular, diferente.

Pero fue con Voker Ippig, portero del conjunto alemán entre 1980 y 1992, cuando el conjunto alcanzó su fama de equipo antisistema. No puede discernirse exactamente si fue Ippig quien ayudó a su equipo y su afición a granjearse aquel reconocimiento, o fue el equipo quien catapultó a Ippig a ganarse aquella fama. Las historias de ambos se combinan.

Porque mientras los aficionados del St. Pauli ondeaban la bandera pirata y en el estadio sonoba ‘Hells Bells’ de AC/DC antes de comenzar cada encuentro, su portero saltaba al campo siempre con el puño en alto, y con una imagen acorde con la moda punk de la época, en la que no podía faltar la cresta.

Lo que está claro es que Volker Ippig se convirtió en el emblema de aquel equipo simbólico. Y no sólo por su imagen. Sobre todo, por su modo de vida: un portero de la segunda división alemana viviendo de okupa en unos almacenes abandonados frente al Río Elba. Vivía con los okupas, y pensaba como ellos.

A la hora de jugar, cumplía con creces con lo que se le exigía a un portero. De hecho, recibió diversas ofertas para jugar en la primera divisón, pero Ippig siempre las rechazó. Sabía que en ningún otro equipo iba a poder vivir a su modo, y sabía que ya se había convertido en el ídolo de la afición y del barrio.

Dos abandonos por cumplir sus ideales

Tal era la filosofía de vida y del fútbol de Ippig que hasta en dos ocasiones decidió retirarse. La primera de ellas, en 1983, con 20 años, sin previo aviso. Años más tarde manifestaría que se sentía disgustado con el inmovilismo del mundo futbolístico, y por eso se marchó a trabajar de voluntario en una residencia de niños discapacitados.

Al año siguiente decide regresar al St. Pauli, que le acoge con los brazos abiertos. Pero no tardará en solicitar que le dejen volver a marchar temporalmente. En esta ocasión para trasladarse hasta Nicaragua, donde ayudará en la construcción de una escuela primaria en un país que acababa de vivir sus primeras elecciones tras la dictadura de Somoza.

Seis meses después retoma su lugar en la portería del St. Pauli y en el corazón del barrio.Y se convierte ya en un icono nacional, con multitud de seguidores y de detractores. Con él, la fama del St. Pauli se multiplica, a lo que sin duda ayuda el ascenso a la Bundesliga conseguido en la temporada 87/88.

Ippig continúa siendo el portero titular también en la máxima categoría del fútbol alemán, hasta que a finales de la temporada 90/91 sufre una severa lesión en una complicada salida, rompiéndose la vértebra torácica. Tiene 29 años, aún podría seguir jugando, pero es en ese momento cuando decide retirarse de manera definitiva del fútbol. Esta vez sí.

En ese momento comienza una vida como ermitaño, y se aleja de la realidad. Quizá demasiado. "Pasé mucho tiempo meditando, pero me aislé demasiado, y llegué a perder la concepción del mundo", declararía. En 1999 regresaría a su club de toda la vida, primero como entrenador de porteros, y después como entrenador del filial.

La experiencia no fue demasiado positiva. Su carácter no encajaba en la dirección de un vestuario. Y mucho menos funcionó cuando probó de hacerlo lejos de su equipo y de su barrio. Felix Magath, entonces entrenador del Wolfsburgo, le llamó para ser el entrenador de porteros del equipo. Ippig aceptó, pero con una serie de condiciones; entre ellas, que no trabaja más de tres días a la semana. En menos de un mes el club de la Volkswagen le rescindió el contrato.

Es entonces cuando Ippig abandona completamente el fútbol de elite, y se marcha a trabajar en el puerto de Hamburgo, entre contenedores, grúas y brazos mecánicos. Lugar donde sigue trabajando hoy. También dirige una escuela de porteros en su pueblo, Lensahn, donde los niños aprenden con ilusión del que saben que fue un portero de la primera división alemana, pero quizá desconocen todo su simbolismo durante los años 80.

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