Él no quería ser futbolista por la gloria ni por la fama. Su obsesión era ser futbolista profesional para ayudar a su familia y cumplir con la promesa que le hizo a su abuelo materno. Sacar a las ratas de casa. Poder dormir en una cama. Ver a su madre sonreír. Romelu Lukaku, el delantero belga de moda que está firmando un extraordinario papel en el Mundial de Rusia, tuvo que sortear multitud de obstáculos antes de convertirse en la estrella que es hoy en día.
Antes de convertirse en delantero del Manchester United y figura de Bélgica, Romelu Lukaku vivió entre ratas y sumergido en la pobreza. Y en una emocionante columna escrita para The Players Tribune, relató con detalle cómo consiguió superar los tremendos obstáculos que se le presentaron por el camino.
"Tenía seis años, y volví a casa a almorzar al salir del colegio. Mamá tenía lo mismo de siempre en el menú: pan y leche. Pero ese día volví a casa y mamá empezó a mezclar la botella de leche con algo más. Ella me sirvió el almuerzo con una sonrisa como si todo estuviera bien. Pero comprendí qué estaba haciendo. Estaba mezclando leche con agua. No teníamos suficiente dinero para hacer durar la botella toda la semana. No éramos solo pobres; estábamos en la quiebra más absoluta".
Fue la primera situación que advirtió de niño, pero no la única. Su padre también había sido jugador pero ya estaba en el final de su carrera y el dinero no alcanzaba. Por eso, el primer recorte llegó con el cable: "No más fútbol", recordó. Lo siguiente, más vital: el agua y la electricidad. "Mi mamá calentaba agua en la hornilla y yo en la ducha me la tiraba en la cabeza con una taza", escenificó
"Sabía que estábamos ahogados. Pero cuando ella mezcló agua con leche, me di cuenta de que ya no había nada que hacer. Que esta era nuestra vida. Pero no dije nada. Le juré a Dios, me hice una promesa. Hasta que un día vi a mi mamá llorando y entonces se lo conté: 'Ma, esto va a cambiar. Ya verás. Voy a jugar en el Anderlecht, y pasará pronto. Estaremos bien. No te preocupes más'. Tenía seis años. Entonces le pregunté a mi papá cuándo había empezado a jugar y me dijo a los 16. Será a los 16 entonces", revivió. Así fue cómo estableció la fecha de su debut y persiguió ese sueño hasta conseguirlo.
Pero antes tuvo que sufrir el maltrato de los adultos cuando jugaba contra otros chicos. "Nunca voy a olvidar la primera vez en la que escuché a los adultos decirme: 'Ey, ¿cuántos años tienes? ¿En qué año naciste?'. Yo no podía creerlo. A los 11 años, mientras jugaba para el equipo juvenil del Lièrse, uno de los padres del otro equipo quiso impedir que entrara al campo. '¿Cuántos años tiene este chico? ¿Dónde está su documentación? ¿Dónde nació?', preguntó. '¿De dónde soy? ¿Qué? Nací en Antwerp. Soy belga', pensé. Mi papá no estaba porque no tenía coche para ir a los partidos de visitante y por eso me defendí solo. Fui a buscar la documentación a la mochila, se la mostré y ellos la inspeccionaron".
Después de ese episodio, Lukaku volvió a prometerse algo: "Ser el mejor jugador belga de la historia". "No bueno. No excelente. El mejor. Jugué con mucha rabia, por muchas cosas: por las ratas que corrían por nuestra casa, porque no podía ver por televisión la Champions League, por aquellos padres que me miraban de esa forma... Y a los 12 anoté 76 goles en 34 partidos; todos los hice con las botas de mi papá", explicó.
Sin embargo, mientras se destacaba entre los chicos, Lukaku veía alejarse su objetivo de debutar a los 16: "Difícilmente jugaba en el sub 19 del Anderlecht. El técnico me dejaba en el banquillo. Y yo solo me preguntaba cómo iba a hacer para firmar mi primer contrato a los 16 años si seguía sin salir de titular en la sub 19. Entonces, hice una apuesta con el entrenador". ¿Qué apostó? Le prometió que iba a convertir 25 goles hasta diciembre. "Se me rió en la cara pero aceptó y redobló: "Si no los consigues, te quedas en la grada". Y yo le pedí que cocinara pancakes para todos". ¿Qué ocurrió? Llegó a los 25 en noviembre y comieron pancakes hasta Navidad.
El 13 de mayo de 2009, el día de su 16 cumpleaños, el delantero belga firmó su primer contrato profesional con el Anderlecht, tal como se lo había prometido a su madre y también a su abuelo, en esa última llamada a Congo en la que también le juró que cuidaría de su madre.
Lukaku había aterrizado en el fútbol profesional pero todavía tendría que trabajar mucho para seguir dando patadas a las adversidades. Tuvo que convivir con las críticas de la prensa: cuando jugaba bien, lo llamaban "Romelu Lukaku, el delantero belga"; pero cuando las cosas no salían tan bien, decían "Romelu Lukaku, el delantero belga de ascendencia congoleña".
"Si no te gusta la forma en la que juego me parece bien. Pero nací aquí. Me crié en Antwerp, Liège y Bruselas. Soñé con jugar en Anderlecht. Soñé con ser como Vincent Kompany. Comienzo una oración en francés y la termino en holandés, y digo cosas en español o en portugués o en lingala (lengua de Congo). Soy belga", remarcó. El 10 de marzo de 2010 debutó y dos años después fue convocado a Brasil 2014.
Aunque en Rusia disputa su segundo Mundial, hay una Copa del Mundo que nunca olvidará: la de 2002, cuando todavía tenía "agujeros" en sus zapatos. "Ese verano fui a la casa de un amigo para poder ver a Ronaldo Nazário en la final. Todo lo demás que sé de ese Mundial es por historias que escuché de los otros chicos en el colegio", relató.
Con 25 años, 172 goles a nivel clubes y 38 con la selección, además de un valor de mercado de 90 millones de euros, a Lukaku solo le gustaría hacer algo que no podrá cumplir: llamar a su abuelo para decirle que todo salió bien.
"¿Ves abuelo? Te lo dije. Tu hija está bien. Ya no hay más ratas en casa. Ya no dormimos en el suelo. La ansiedad y el estrés han desaparecido. Por fin estamos bien. Además, abuelo, ya no me piden la documentación en los campos. Ellos ya conocen mi nombre".
Su abuelo, allá donde esté, estará tremendamente orgulloso del gran Romelu Lukaku.