Sus estrechas calles, los canales, la Piazza de San Marco, Rialto, el Palazzo Ducale o el Gran Canal abanderan una ciudad masificada por el turismo. Pizza, pasta, máscaras de carnavales o pequeños rincones llenos de enamorados... son todo lo que copa el pensamiento de cualquier turista. Sin embargo, al suroeste de la isla, lejos del terremoto de gente cámara en mano, posando o postureando para Instagram, se respira fútbol. Un elemento que sería imposible asociar a una ciudad como Venecia por distintos motivos. El primero de ellos porque no cuenta con un equipo de renombre que dispute grandes competiciones y, segundo, porque es difícil concebir el fútbol en una ciudad donde el agua es el principal atractivo.
Cualquiera que piense en Venecia recorrerá mentalmente los canales de la ciudad, visualizará las góndolas por los canales y los vaporettos transportando turistas. Y aunque la ruta mental nos obligue directamente a surcar cada rincón de la pequeña ciudad del Véneto, es importante recordar que en Italia el fútbol es uno de los pilares más importantes de la sociedad. En 1929 se creó la Serie A, pero en esta ocasión deberemos descender dos categorías —hasta la Serie C— y retroceder varios años atrás para encontrar al equipo que abandera la pequeña región transalpina y para los que el negro, verde y naranja revisten las gradas del Estadio Pier Luigi Penzo: el Venezia FC.
Italia fue uno de los países con mayor peso en las dos Guerras Mundiales, en especial en la Segunda. Tanto es así que el nombre del Estadio se lo debe a un aviador de la primera de las dos grandes Guerras. De hecho, es el segundo campo más antiguo de toda la península itálica (el primero es el del Génova, el Luigi Ferraris que abrió sus puertas en 1911). Inaugurado en 1913 y con capacidad para algo más de 7.000 espectadores, se sitúa cerca del parque Delle Rimembranze, en la isla de Santa Elena, y al lado de un pequeño puerto marítimo. Sirve como vía de escape del corazón veneciano y del ruido de los obturadores de las cámaras. Como si el fútbol otorgase paz a quien visita la zona del Penzo. Alejado del barullo y con una calma imposible de localizar en cualquier otro punto central de la ciudad.
Conforme te vas introduciendo en el interior de la pequeña isla de Santa Elena, comienzan a aparecer balones, niños jugando en el césped del parque de Rimembranze e, incluso, asoma tímido un pequeño campo de césped artificial callejero. Todo ello sirve de antesala antes de otear en el horizonte la figura de un estadio austero —cuanto menos— que corta la infinidad del Mar Adriático. El Pier Luigi Penzo es único, no hay un campo parecido en el mundo. Lo cercan un canal, el puerto deportivo de Santa Elena y la Iglesia de Santa Elena. Un mal despeje o un balonazo con demasiada fuerza puede suponer que el balón termine en el agua. Su traslado ha sido propuesto en numerosas ocasiones, pero una y otra vez, el Penzo continúa siendo el hogar del Venezia.
La historia del equipo
El Venezia es, por mérito propio, uno de los equipos tradicionales por antonomasia de Italia. Llevado a un segundo plano por sus problemas deportivos con hasta tres refundaciones (2005, 2009 y 2015), fue creado en 1907 con un combinado de aficionados y profesionales. Fueron cerca de 30 años en los que vagaron sin apenas éxitos y marcados siempre por la Guerra Mundial. Una época en la que bailaban entre la Serie C y la B. No obstante, el mayor éxito llegaría bajo el nombre de Associazione Fascista Calcio Venezia. Un nombre adoptado en 1933 y para el que no hace falta dar mucha explicación teniendo en cuenta el momento que vivía Europa y, en este caso concreto, Italia.
La Copa de Italia de 1941 conquistada ante la Roma siempre será recordada por el singular nombre bajo el que jugaban y por la pareja formada por Valentino Mazzola y Ezio Loik. Ambos abanderados del período dorado del que saca pecho el Venezia. Respectivamente aterrizaron por distintos motivos: Mazzola debido a sus prácticas militares y Loik procedente del Milan. Esa etapa dorada terminó cuando los leoni alati no tuvieron más remedio que venderles al Torino. Ambos, desgraciadamente, morirían años después en la tragedia aérea de Superga del equipo turinés.
Desde ese último gran éxito hasta los 80, fueron algo más de 40 años de deambular entre Serie A y categorías inferiores, varios cambios de nombre (incluida la desaparición de la palabra 'fascista' del nombre) y el punto de inflexión: la compra de Maurizio Zamparini en 1987 del Venezia y del Mestre. O lo que es lo mismo, comprar los dos rivales de ciudad, fusionarlos y hacerles jugar bajo el mismo nombre. Una dirección deportiva desastrosa que, si bien es cierto, permitió que varios nombres ilustres del fútbol italiano como Ferrucio Mazzola —hijo de Valentino—, Luciano Spalletti o Cesare Prandelli pasaran por el Francesco Baracca —campo donde disputaba sus encuentros el Mestre—, distanció a los aficionados, ya que terminaron por sentir poca identificación y simpatía por el nuevo equipo. Algo así como que Real Madrid y Atlético de Madrid se fusionen y jueguen en el Metropolitano. Impensable.
Desde 2015, cuando vivió su última refundación y separación del Mestre, ha tenido varios ascensos y descensos entre la Serie B y la C. Pero parece que, por fin, el fútbol del cuadro del león alado y los aficionados vuelven a una armonía y una consonancia que ha restaurado y eliminado las quiebras y el paso por los infiernos del Calcio italiano.
La llegada de Inzaghi al banquillo
En 2016, y tras la compra del equipo por parte de Joe Tacopina —abogado ítaloamericano con experiencia en la compra de otros clubes italianos como el Bolonia—, Filippo Inzaghi ocuparía la vacante en el banquillo del Venezia. Un movimiento clave y entendido como puro marketing donde el ex delantero del Milan obtendría experiencia y el equipo de los leoni alati visibilidad. Un negocio redondo para las partes implicadas.
Con el nombre que presenta en la actualidad, firmó una de las mejores temporadas que se le recuerda. Reconquistó el ascenso a la Serie B después de 12 años, siendo uno de los equipos menos goleados y con el segundo mejor ataque de la Liga. Ahora, con otro mítico del fútbol italiano como Walter Zenga en el banquillo, buscarán regresar tras el último descenso sufrido.
Con todo ello, el Venezia FC no es un producto autóctono que pueda ser utilizado para vender y explotar como atractivo turístico. Ni siquiera al pasear por la Piazza de San Marco (la Plaza Mayor veneciana) encuentras merchandising del club. Tampoco cerca del campo, donde la austeridad, la historia y pequeños vestigios de ideología pintan las paredes del estadio: cruces celtas, varios grafitis con el año '1988' y varias esvásticas borradas adornan la coraza del Penzo.
No hay rastro aparente de ciudadanos que luzcan orgullosos los colores y únicamente una tienda oficial, cerca de Rialto, es todo lo que puedes encontrar de productos oficiales del equipo. Sin embargo, Dybala, Cristiano Ronaldo, Icardi, Insigne son nombres que sí lucen en la mayoría de los puestos callejeros con los que te topas dando un paseo por Venecia.
Es difícil explicar y comprender cómo puede pasar tan desapercibido un equipo con tanta historia que cuenta con 20 temporadas en Serie A, 39 en Serie B y 29 en Serie C, así como su carencia de arraigo en una ciudad donde el fútbol ha sido vencido —por goleada— por el turismo.