El 31 de octubre de 1920, hace justo 100 años, nacía en Kaiserslautern Fritz Walter. Uno de los mejores futbolistas que ha dado Alemania en su historia. Aunque seguramente ni él mismo se lo podía imaginar cuando con 25 años era enviado a un Gulag de Siberia después de sobrevivir a un campo de concentración. Es la suya una historia de superación. De determinación. La historia de un hombre que se vio muerto, y poco después se convertía en un futbolista campeón del mundo.
Desde pequeño, Friedrich Walter sintió devoción por el fútbol. Igual que sus hermanos Ottmar y Ludwig. Los tres llegarían a jugar juntos en el Kaiserslautern. Aunque Ludwig –quien por cierto dicen que era el mejor de los tres- se retiró prematuramente al regresar mutilado del frente ruso.
En el caso de Fritz, a los 8 años ya pasó a formar parte del club de su ciudad, y a los 17 años debutaba con el primer equipo.
Sus comienzos fueron como delantero, con una gran capacidad goleadora. Pero no tardaría en retrasar su posición hasta el mediocampo. Ahí, manteniendo sus altos registros de cara a portería, podía explotar también otras facetas como su visión de juego y su liderazgo.
Tres años más tarde, con 20 años, debutaría con la selección absoluta de Alemania. Marcaría tres tantos en aquel primer encuentro ante Rumanía (9-3).
Era 1940, y la Guerra ya había comenzado. Una guerra que detendría su carrera en seco, y que a punto estuvo de detener también su vida.
Deportado a un gulag
Aunque no sería hasta 1942 cuando el Ejército alistó a Fritz Walter, que estuvo en los frentes de Francia, Córcega, Cerdeña, o Rumanía.
Consiguió sobrevivir a la Guerra, pero en enero de 1945, después de la caída de Berlín, fue capturado por el Ejército Rojo junto a centenares de combatientes alemanes. Fue enviado al campo de concentración de Maramarossziget, ya en Rumanía, donde contraería malaria.
Su siguiente paso sería el Gulag. Así estaba previsto en la hoja de ruta de los soviéticos, que cada día enviaban trenes desde aquellos campos de concentración hacia Siberia. El suyo tuvo la inmensa fortuna de detenerse en Ucrania.
Porque al hacerlo, y al bajar un rato los prisioneros que en él marchaban, pudieron ver cómo un grupo de soldados estaban improvisando una especie de partido de fútbol. El destino quiso que –según relata Miguel Ángel Lara en Marca- un balón cayera cerca de donde estaba parado Fritz Walter. No pudo resistirse: cogió el balón, hizo unos toques, y lo devolvió a de donde procedía.
Fue suficiente para que aquellos guardias le invitaran a unirse a ellos en el partidillo. Y aquello le salvó la vida. En el descanso, uno de los soldados se le acercó y le dijo: "Yo te conozco". Le había visto jugar un partido con la selección alemana ante Hungría.
Cuando unas horas después el tren arrancaba de nuevo hacia Siberia, lo hacía sin Fritz Walter. El guardia había asegurado a sus compañeros que aquel hombre no era alemán sino austriaco, evitando así una muerte más que segura.
El milagro de Berna
Después de unos meses pudo regresar a su Alemania natal, a Kaiserslautern, y no tardó en enrolarse de nuevo en el equipo. Y lo cierto es que a partir de entonces pudimos ver la mejor versión del Fritz Walter futbolista.
Aunque entonces todavía no existía la Bundesliga como tal, sino que se disputaban lo que se denominaban Oberligas (campeonatos regionales), Walter y el Kaiserlautern ganaron cinco consecutivas entre 1947 y 1951. Los ganadores de aquellas ligas regionales se enfrentaban después en una especie de campeonato nacional, resultando los Diablos Rojos los ganadores en 1951. Título que repetirían en 1953.
Pero el gran momento de Fritz Walter, y de toda Alemania, estaba aún por llegar.
Se produciría el 3 de julio de 1954. Aquel día, en Berna, Suiza, se disputaba la final del Mundial de fútbol. Un Mundial al que Alemania había llegado sin grandes aspiraciones. De hecho, necesitaría de un desempate ante Turquía para superar la fase de grupos.
Pero tras eliminar a Yugoslavia en cuartos y a Austria en semifinales, se mediría a Hungría por el título mundial. Una Hungría que en aquellos momentos era considerada la mayor potencia futbolística del mundo. Una Hungría que, sólo dos semanas antes, se había impuesto a Alemania en el segundo partido de la fase de grupos por un sonrojante 8 a 3. Una Hungría que, a los 8 minutos de la final, ya ganaba por 2 a 0.
Pero entonces llegó la reacción germana. Contra todo pronóstico, y liderados por Fritz Walter como gran estrella, remontaría el marcador. Un tanto de Helmut Rahn en el 84 le daría la victoria final por 3-2.
Walter, como capitán del equipo, fue el encargado de levantar al cielo la Copa Jules Rimet. Aquella victoria fue tan inesperada que quedó para la historia como ‘El milagro de Berna’.
Aunque el milagro, en realidad, se había producido nueve años antes, cuando aquel tren se detuvo en Ucrania; cuando aquel balón llegó a los pies de Walter; cuando aquel soldado húngaro le reconoció. Un gesto, un segundo, que salvó la vida de uno de los mejores futbolistas que se han visto en el continente europeo. Un gesto, un segundo, que cambió el fútbol alemán para siempre.
Múltiples reconocimientos
Porque Alemania, que hasta entonces no había conseguido ningún título internacional de calado, cimentó con aquella victoria en Berna, con aquel Campeonato del Mundo, la construcción de una selección que se mantiene como una de las grandes potencias hasta nuestros días.
No fue aquella tan solo una victoria futbolística. También significó una gran inyección de moral para el país germano, que seguía siendo visto como la gran vergüenza mundial, causante de una gran guerra. Un país castigado, humillado, que recuperaba su honor a través del fútbol.
En lo que respecta a Fritz Walter, continuó jugando con el Kaiserslautern y con la selección alemana hasta 1958. En total, 22 años de fútbol en los que jugó 411 partidos anotando 380 goles. 33 de ellos con Alemania.
Tras su retirada escribió varios libros sobre fútbol, y desde 1985 el estadio del Kaiserslautern lleva su nombre. Fallecería el 17 de junio de 2002, en Alsenborn.