Menú

Heysel, la tragedia que cambió el fútbol

Tal día como hoy, pero de 1985, se producía una de las mayores tragedias vividas jamás en la historia del deporte: 39 muertos en un campo de fútbol.

Tal día como hoy, pero de 1985, se producía una de las mayores tragedias vividas jamás en la historia del deporte: 39 muertos en un campo de fútbol.
Avalancha de seguidores en el estado de Heysel, el 29 de mayo de 1985. | Archivo

El 29 de mayo de 1985 el Estadio de Heysel, en Bruselas, Bélgica, era escenario de una de las mayores tragedias vividas jamás en la historia del deporte. 39 aficionados, casi todos italianos, fallecían minutos antes de que comenzara la final de la Copa de Europa entre la Juventus de Turín y el Liverpool.

Un suceso que tuvo una mayor repercusión si cabe por el hecho de transmitirse en directo, y que dejó múltiples consecuencias directas e indirectas. Más allá, claro, de lo más importante: los 39 fallecidos y sus familias.

Un duelo entre dinastías

Empezamos por el contexto futbolístico. Porque aquella noche en Bruselas iba a disputarse mucho más que la final de la Copa de Europa. Liverpool y Juventus iban a escenificar el cambio de dominio en el fútbol europeo. Aunque, todo sea dicho, motivado en parta también por la tragedia vivida aquella noche.

Hasta la fecha, los clubes ingleses habían sido los reyes de Europa. Desde 1976, entre Liverpool, Nothingham Forest y Aston Villa se habían llevado ocho de las nueve de Copa de Europa disputadas. Sólo el Hamburgo alemán había sido capaz de romper esa dinastía en el 83.

Paralelamente, el fútbol italiano había experimentado un notable crecimiento con el comienzo de la década de los 80. El mejor reflejo, sin duda, la victoria en el Mundial del 82 de la selección italiana.

Además, había dinero. En aquellos años 80 no había equipo de la Serie A que no contara con extranjeros de talla mundial. Los mejores iban al calcio. La Juventus, claro, era uno de ellos. Con Platini a la cabeza. El año anterior a aquella final había sido campeona de la Recopa, y en la Supercopa Europea el equipo italiano se había impuesto al Liverpool.

Todo ello se llevaría a un nivel superior a finales de la década, con el dominio europeo del Milán de los holandeses.

Así que aquel 29 de mayo se enfrentaban dos equipos, dos países, que presumían de ser los mejores en ese momento. A pesar de que a la final el Liverpool llegaba como vigente campeón de Europa, mientras que hacía 18 años que ningún conjunto italiano había logrado hacerse con la orejona. De hecho, la Juventus no lo había logrado nunca. Aquella noche, la Juventus –y con ella Italia- quería dar un vuelco al fútbol del continente.

El fútbol, lo de menos

Pero aquella noche el fútbol fue lo de menos. Y lo sorprendente, de hecho, es que fuera. Que se jugara. Porque la dramática tragedia sucedió poco antes de la hora prevista para arrancar el encuentro.

Ya con el reparto de las entradas se produjo un error más que evitable, y que resultó crucial. Es habitual en este tipo de partidos que las aficiones rivales se sitúen en sectores diferentes para evitar el contacto -generalmente, una afición en cada fondo-, y en el centro, la zona neutral.

Sin embargo, muchos aficionados juventinos pudieron hacerse con entradas del Sector Z. Una zona contigua al fondo donde iban a estar los aficionados del Liverpool. Es decir, aficionados de ambos equipos que iban a estar separados únicamente por una pequeña valla.

Así, en cuanto los aficionados ingleses entraron a su zona –unos aficionados ingleses, por otro lado, que ya estaban en el punto de miro por el peligroso crecimiento del hooliganismo en aquellos años- vieron que había muchos aficionados italianos muy cerca. Y eso no sentó bien.

Unos acusan a los italianos por provocar primero. Otros aseguran que los ingleses comenzaron a atacar nada más entrar. Sea como fuere, lo cierto es que los aficionados del Liverpool no tardaron en saltar la valla, y lanzarse sobre los tiffossi. Y estos se encontraron acorralados entre los hooligans y un muro que había al final del sector. No había escapatoria.

La escena era dantesca. Los que se encontraban cerca de los hooligans querían huir ante sus amenazadores ataques. Pero los que se encontraban detrás no podían continuar su huida. Aquel dichoso muro se lo impedía. Y se aplastaron. Sin que la mayoría de ellos se diera cuenta, los aficionados italianos se aplastaron entre ellos. Centenares de aficionados aplastados entre ellos.

"Ha sido atroz. Un cúmulo de personas, unas sobre las otras, algo impresionante. No sé cómo he conseguido sobrevivir. Mi hermano no lo ha conseguido. Lo tenía al lado, y cuando yo logré quitarme un peso de encima, intenté abrazarlo y sacarlo de ahí. Pero un militar de la Cruz Roja me alejó de él, haciéndome ver que mi hermano ya estaba muerto", declaraba un aficionado juventino presente en Heysel en el programa "Linea Diretta" de Rai 1.

Sólo con la caída de aquel muro, y a pesar de los lógicos heridos que su derrumbamiento dejó, muchos aficionados pudieron por fin escapar.

Los gendarmes tardaron 20 minutos para efectuar la primera carga contra los hooligans. Evidentemente, ya era tarde. En total, serían 38 personas las fallecidas en el estadio: 33 italianos seguidores de la Juventus; dos belgas; dos franceses y un británico. Otro Juventino más lo haría horas después en el hospital, ascendiendo la cifra final de víctimas a 39. Los heridos se estiman en unos 600.

Una de las mayores tragedias vividas en la historia del fútbol. Por los fallecidos, claro; por tratarse de una final de Copa de Europa, con la atención mediática que ello supone; y porque al producirse poco antes del arranque del partido, las televisiones ya estaban en directo. Y se ofrecieron todas las imágenes. Para desesperación de los telespectadores. Especialmente de aquellos italianos que tenían familiares en Heysel.

Y aun así, hubo fútbol

Instantes después de todo aquello, arrancaba el partido.

Así se decidió en una tensa reunión entre miembros de ambos equipos, de la UEFA, de la Policía y de la ciudad de Bruselas. Se estimó que la mejor manera de que se restableciera el orden era disputándose la final. Que la suspensión y evacuación en ese momento hubiera complicado aún más las cosas.

Una decisión que acataron los futbolistas. Muchos de ellos, no de buen gusto. Si bien es cierto que, al menos según relatan jugadores de ambos conjuntos, nunca fueron conscientes de lo que realmente había sucedido. Sabían que había habido problemas; quizá algún muerto; pero desconocían la magnitud tremenda de la tragedia.

Así que una hora y media más tarde de lo previsto, comenzó la final. Y fue un partido malo. Quizá por la presión de jugar una final, como tantas veces ha sucedido. O quizá porque las sensaciones para disputarla tras lo acontecido instantes antes no eran las mejores, dejando un ambiente enrarecido durante todo el encuentro.

El resultado final fue de 1 a 0 a favor de la Juventus, con un gol de penalti de Michel Platini. Un penalti, por cierto, que el colegiado señaló tras una falta sobre Zbigniew Boniek que se había cometido fuera del área.

La Juventus era por primera vez en su historia campeona de Europa. Pero fue una victoria que en cualquier caso nunca ha dejado un buen sabor de boca. "No hay nada que celebrar, es un día catastrófico para el fútbol", declararía Platini a la mañana siguiente.

"Nos hemos arrepentido siempre de haber jugado aquel partido", afirmaría otro integrante del equipo juventino, Marco Tardelli, años más tarde. "Jamás hemos sentido aquella final como una victoria. Fue una derrota para todo el fútbol y para todo el mundo deportivo. Y no sólo para el deportivo".

Graves consecuencias

Un gendarme de la policía belga, dos organizadores, y 14 aficionados ingleses fueron condenados tras la tragedia. Éstos últimos recibieron tres años de prisión, que se suspenderían en mitad de la condena al entender que el homicidio fue involuntario.

En lo estrictamente futbolístico, la UEFA sancionó al Liverpool a diez años sin jugar competiciones europeas –luego se rebajaría a seis años-, y al resto de equipos ingleses a cinco años sin jugar en Europa. Aquello, claro, contribuyó al cambio de dinastía en el fútbol continental que se había iniciado aquella misma noche del 29 de mayo.

Durante diez años, Bélgica no acogió ningún acontecimiento deportivo de envergadura. El Estadio de Heysel no volvió a acoger nunca más un partido de fútbol hasta su completa remodelación en 1995, pasando a denominarse Estadio Rey Balduino.

Y a partir de ese mismo día, las medidas de seguridad para los partidos de alto riesgo se incrementaron notablemente. En la propia Inglaterra la primera ministra Margaret Thatcher anunció severas medidas para controlar los desórdenes.

Pero aún haría falta mucho más. Porque que sólo cuatro años más tarde, el 15 de abril de 1989, sucedería una nueva tragedia en el fútbol inglés, aún mayor si cabe: el desastre de Hillsborugh, con 96 fallecidos.

Temas

En Deportes

    0
    comentarios