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Antoni Lyko, el futbolista asesinado por marcar un gol en Auschwitz

Internacional polaco, su último partido de fútbol lo disputó en Auschwitz. Marcó dos goles a un equipo alemán. Al día siguiente fue fusilado.

Internacional polaco, su último partido de fútbol lo disputó en Auschwitz. Marcó dos goles a un equipo alemán. Al día siguiente fue fusilado.
Antoni Lyko, con la camiseta del Wisla Cracocia. | Archivo

Antoni Andrzej Lyko fue uno más de los muchos futbolistas polacos asesinados durante la II Guerra Mundial. Especialmente en campos de concentración. El suyo fue Auschwitz. Ahí aún podría disfrutar –si es que se puede definir así– del fútbol. Aunque dos goles suyos ante un equipo de comandantes alemanes significó su inmediata sentencia de muerte.

Nacido el 27 de mayo de 1907 en Ratowice, Cracovia, fue en el equipo del barrio, el Rakowizance, donde se formó como futbolista. Su rapidez, agilidad y facilidad para el regate le hicieron llamar pronto la atención de los mejores clubes del país, fichando por el Wisla Cracovia a los 23 años.

Toda su carrera transcurrió en el equipo más antiguo de Polonia, en el que se retiró, obligado por las circunstancias, a finales de 1938. Entre medias, tuvo tiempo de marcar 30 goles en las 8 temporadas que vistió la estrella blanca.

Fue citado para el Mundial de Francia de 1938, aunque finalmente una inoportuna lesión le impidió participar en la competición. Disputaría un encuentro más como internacional, sólo unas semanas después de concluir el campeonato del mundo.

Tras la invasión alemana de Polonia, en septiembre del 39, Antoni Lyko fue arrestado por la Gestapo en Cracovia supuestamente por relaciones con la Resistencia Armada Polaca. Fue enviado a Auschwitz.

Un gol mortal en Auschwitz

Y en Auschwitz, como en tantos otros campos de concentración, se jugaba al fútbol. Era, entendían, un sistema de mantener entretenidos a los prisioneros, pero sobre todo a los guardias. Solía ser los domingos. Y aquello, ante la dramática situación que estaban viviendo, permitía en cierta forma recordar a los prisioneros que estaban vivos. Que formaban parte de un algo. Evadirse de la realidad.

Uno de los habituales partidos era el que disputaban prisioneros polacos contra kapos o miembros de las SS presentes en Auschwitz. "La mayoría de las veces, los polacos tenían demasiado miedo de hacer un gol, porque después del partido podían recibir un golpe de los jefes, quienes buscaban a los ex jugadores y los obligaban a jugar. Tales partidos tenían lugar naturalmente los domingos, en el campamento entre los bloques", declararía al respecto Czeslaw Sowul, preso en aquellos momentos en el campo de concentración.

Uno de aquellos encuentros se disputó el 2 de junio de 1941. Sería el último de Antoni Lyko. En esa ocasión, el equipo compuesto por prisioneros polacos se impuso a los alemanes por 5-3. Lyko anotaría dos tantos. "Antes del partido le pedí que le hiciera dos goles a los alemanes. Incluso le prometí cigarrillos, que en ese momento era muy difícil. Lyko cumplió su promesa", recuerda Sowul.

Un disparo en la nuca

Al día siguiente, Antoni Lyko sería condenado a ejecución por "resistencia contra el poder del Estado". Junto a otros miembros importantes de la comunidad judía, entre los que se encontraban médicos, ingenieros, políticos o estudiantes, fue llevado a una fosa de grava fuera de los límites de Auschwitz. Fueron todos atados con alambres de púas, y fusilados a la vez.

Una fiesta, un espectáculo nazi, comandada por el Hauptsurmführer Karl Fritzsch, y para la que fueron invitados oficiales y suboficiales de las SS junto a sus esposas, con una presencia importante de alcohol en la celebración.

Lyko, según se relata, resistió inicialmente. No cayó junto a los demás, y hasta por dos ocasiones intentó escapar. Pero sería el propio Fritzsch quien, pistola en mano, le disparó en la nuca.

Poco después, los restos de Antoni Lyko, junto a sus 80 compañeros asesinados aquella misma mañana, desaparecían en el horno crematorio de Auschwitz.

Nunca se sabrá si su trágico destino final fue marcado por aquellos goles ante el equipo de kapos, o si ya estaba sellado. Probablemente, se trate de una mezcla de los dos: que lo primero precipitara una muerte segura.

En cualquier caso, como tantos otros, la Guerra truncó la carrera de un brillante futbolista, que vivió su última tarde de gloria un domingo de fútbol, pero en un campo de concentración.

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