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Historias de Fútbol

La brutal tangana de Les Corts entre el Barça de Kubala y el Botafogo de Garrincha (XIV)

Decimocuarto artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el partido de la verbena de San Juan el 23 de junio de 1956.

Decimocuarto artículo de Historias de Fútbol, de la mano de CIHEFE, recordando el partido de la verbena de San Juan el 23 de junio de 1956.
Brutal tangana en Les Corts, en un 'amistoso' Barcelona-Botafogo en junio de 1956, con Kubala como protagonista. | CIHEFE

"Fueron a ver un partido de fútbol y acabaron presenciando un combate de boxeo". Así podría titularse la crónica de un encuentro teóricamente amistoso disputado por el Barça en el antiguo campo de Les Corts. El enfrentamiento prometía grandes alicientes, debido a la categoría de ambos adversarios, pero acabó degenerando en un espectáculo bochornoso y lamentable, sustituyendo el siempre deseable fair play por una batalla campal, más propia de la sección de Sucesos que de las páginas de Deportes.

La noche del 23 de junio de 1956 —la más corta del año—, la verbena de San Juan, ocurrieron dos cosas curiosas en Barcelona. Bueno, en realidad ocurrió una sola, porque la otra se imprimió algunos años más tarde, pues fue fruto de la imaginación de un magistral escritor, Juan Marsé, que sitúa en dichas horas el arranque de la que a mi modesto juicio es su mejor novela, Últimas tardes con Teresa, cuando su protagonista, el llamado Pijoaparte, bajó del Monte Carmelo y robó una moto en la Plaza Sanllehí, plantándose delante de una torre en San Gervasio, donde un grupo de jóvenes de la buena sociedad barcelonesa estaba celebrando un guateque.

En la vida real, y no demasiado lejos de allí, en el viejo campo de Les Corts, se disputaba un encuentro amistoso internacional enfrentando al Barça con el Botafogo carioca, un rival de postín, y en cuyas filas actuaba un extremo derecho de piernas torcidas y diabólico regate a quien todos conocían como Garrincha. Ya había finalizado la temporada regular, en la que los azulgranas, por tercer año consecutivo, no habían podido levantar ningún título, y aquel partido, organizado poco antes del paréntesis estival, le brindaba a la afición culé la posibilidad de ver en acción a uno de los principales equipos brasileños, cuyo fútbol ya se contaba entonces entre las principales potencias mundiales.

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Garrincha, ídolo del Botafogo y de la selección brasileña.

En aquellos tiempos, es preciso aclararlo, los partidos amistosos —y más los que tenían carácter internacional— se tomaban casi tan en serio como las competiciones oficiales, pues el prestigio de los clubes dependía también de cómo se manejasen en ellos. Y aquella noche de San Juan las cosas se pusieron bravas desde un principio. El partido servía también para que el publico culé volviese a presenciar las evoluciones de dos destacados jugadores paraguayos recientemente fichados: el defensa central Melanio Olmedo, que se había proclamado campeón del Sudamericano de 1953 con el combinado nacional guaraní, y el delantero Eulogio Martínez. El primero no llegaría a debutar oficialmente con el equipo azulgrana, y su estancia en nuestro país fue breve, regresando a su patria, donde más adelante se dedicaría a la política como alcalde de una comunidad llamada Minga Guazú (eran los primeros compases de la larguísima dictadura del general Alfredo Stroessner), mientras que el segundo no sólo triunfaría en el club, sino que también alcanzaría la internacionalidad con la selección española, tomando parte en el Campeonato del Mundo que se celebró en Chile en 1962.

Los hechos

El campo de Les Corts había estrenado iluminación artificial para encuentros nocturnos tan sólo un par de años antes, en septiembre de 1954, con motivo de otro partido internacional amistoso disputado frente al Stuttgart alemán, y que sirvió como homenaje, con motivo de su retirada, al veterano conserje o barraquer del recinto, el entrañable Avi Manuel Torres, que ya lo era en el anterior feudo barcelonista, el campo de la calle Industria. En esta ocasión el coliseo azulgrana presentó una muy buena entrada, con 40.000 espectadores en sus gradas, muchos de los cuales se llevaron para amenizar gastronómicamente la velada deportiva la tradicional Coca de Sant Joan, una masa de pastelería semejante al popular Roscón de Reyes, sólo que sin agujero en el centro, y hecha a base de harina, azúcar, huevos, cáscara de limón, manteca de cerdo y frutas confitadas, cuyo consumo era habitual en dicha festividad.

A las órdenes del colegiado catalán señor Julián Arnal Valdivieso, mientras que ambos conjuntos formaron de la siguiente manera: por el Barcelona jugaron Ramallets; Seguer, Olmedo, Gracia; Bosch, Segarra; Basora, Villaverde, Eulogio Martínez, Kubala y Tejada. Por el Botafogo lo hicieron Amaury; Maia, Tomé, Rubens; Bob, Juvenal; Garrincha, Joao Carlos, Alarcón, Wilson Moreira y Rodrigues. A destacar la ausencias en el cuadro carioca de dos de sus grandes figuras, Nilton Santos y Didí, que habían sido convocados por la selección brasileña.

Garrincha va a volver literalmente loco a su marcador, Sigfrid Gracia, que estará todo el tiempo persiguiendo a un fantasma. Tenía entonces sólo 22 años, y explotaría internacionalmente en el Mundial de Suecia de 1958, pero quienes le vieron en acción aquella calurosa noche sanjuanina se percataron de que estaban ante un jugador fuera de serie. Los albinegros y el Barça van a jugar a un gran nivel, pero los visitantes se adelantarán en el marcador gracias a dos goles conseguidos por los atacantes Joao Carlos y Alarcón. Y con ese 0-2 llegamos al minuto 63, cuando se va a desencadenar la tempestad. A la salida de un córner botado contra el marco brasileño, el guardameta Amaury deja fuera de combate de un puñetazo al medio volante Andreu Bosch, que había acudido al remate.

La jugada origina una masiva tangana y los jugadores de ambos equipos se enzarzarán a puñetazos y patadas, incluso con la participación de los ocupantes de los respectivos banquillos: suplentes, masajistas, utilleros, técnicos… en la trifulca resultaría lastimado, a causa de un golpe en la nariz que le produjo la consabida hemorragia, el mítico masajista azulgrana Ángel Mur, teniendo que ser retirado del campo con el rostro ensangrentado entre el encargado del material, Claudio Pellejero, y Basora.

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El masajista Ángel Mur (con la nariz ensangrentada) fue uno de los peor parados.

Mención aparte merece la actuación de Ladislao Kubala, que va a hacer frente, con una técnica pugilística muy ortodoxa, a varios jugadores del Botafogo. Laszi había sido boxeador de chaval, y busco la protección de una de las porterías para plantar cara a los exaltados brasileños. Con la espalda pegada al poste, para evitar que le atacasen por detrás, el hispano-húngaro noqueó a varios de sus improvisados contrincantes. La siempre fértil imaginación popular le atribuyó hasta media docena de rivales abatidos, aunque parece ser que sus víctimas fueron sólo dos o tres.

La Fuerza Pública presente en el recinto, la Policía Armada —los Grises, para entendernos—, intervino para restablecer el orden, y al parecer varios futbolistas de uno y otro equipo tuvieron que pasar por Comisaría. Eran tiempos en los que semejantes alteraciones de la paz pública, incluso en el interior de los recintos deportivos, no eran en absoluto permitidas por la Autoridad. El encuentro, lógicamente, ya no se reanudó tras estos graves incidentes, y para la historia y el palmarés internacional quedó registrada la victoria carioca por 0-2 en un combate tan singular.

Ambos equipos volverían a medir sus fuerzas al año siguiente, aunque en el sentido estrictamente deportivo de la palabra, en el transcurso de un torneo internacional que se celebraba en Caracas, denominado popularmente como Pequeña Copa del Mundo, que los azulgranas conquistarían en dicha edición de 1957. Cuentan también que esa noche mágica y tumultuosa un niño de doce años, vecino del barrio del Poble Sec, al pie de la montaña de Montjuic, y de nombre Joan Manuel Serrat, asistió por vez primera a un partido de fútbol, posiblemente como regalo al ser la víspera de su santo. Años más tarde, convertido ya en un famoso cantautor, compondría una hermosa canción costumbrista titulada Fiesta, dedicada a glosar precisamente la Noche de San Juan, y más adelante aun escribiría otro precioso tema consagrado en exclusiva su gran ídolo de la infancia, Kubala, el mismo que ese 23 de junio de 1956 dejó por un momento aparcado el fútbol y se lio a mamporros con unos brasileños vestidos a rayas blancas y negras, con una estrella solitaria en el pecho.


* Fernando Cuesta Fernández es licenciado en Historia y miembro del Centro de Investigaciones de Historia y Estadística del Fútbol Español (CIHEFE). Ha escrito varios libros sobre fútbol: La Pelota Ye-yé. Modernidad y rebeldía en el fútbol español. 1965-1973; El Barça de los Sesenta. La Travesía del Desierto; y Los Héroes del Domingo. Los ases del fútbol español en blanco y negro

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