
Ya no recuerdo cuándo se iniciaron en Valencia las obras del Nuevo Mestalla, pero es bastante probable que la mayoría de los futbolistas que jugaban entonces en España se encuentren ya retirados, con excepción del incombustible Jesús Navas, claro está. Y paradójicamente, y pese a realizarse su construcción en tiempo muy difíciles, de evidente escasez, tanto el Santiago Bernabéu como el Camp Nou no tardaron mucho más de tres años en abrir sus puertas, contados desde la fecha en que se puso su primera piedra. Sin embargo, el Atlético de Madrid necesitó de unos cuantos más para mudarse desde el destartalado Metropolitano de la barriada de Cuatro Caminos a la ribera del Manzanares, pues la precaria economía colchonera de la primera mitad de los 60 impidió que se dedicasen los suficientes recursos para el normal progreso de la obra. Y ya que mencionamos al viejo Metropolitano, no está de más conocer algunas cosas acerca de aquel entrañable recinto deportivo…
Aquel viejo Metropolitano
El Stadium Metropolitano —una deliciosa denominación, de lo más camp— estaba situado en las cercanías de la Avenida de la Reina Victoria, en la manzana que actualmente forman la Plaza Ciudad de Viena, el Paseo de Juan XXIII y las calles Beatriz de Bobadilla, Santiago Rusiñol y Conde de la Cimera. Fue construido a principios de los años 20 del pasado siglo, y abrió sus puertas el día 13 de mayo de 1923. Inicialmente su arrendatario, el Atlético de Madrid, lo compartía con otros clubes de la Capital (Gimnástica, Unión Sporting y Racing Club de Madrid). Fue el primer campo de hierba en el que jugó el Atleti, y en un principio su aforo era de 25.000 espectadores, siendo posteriormente ampliado hasta 50.000. El terreno de juego estaba rodeado por una pista de atletismo. Su entrada se hallaba a 16 metros sobre el nivel del césped, y esa especie de terraplén natural se aprovechó para excavar en él una grada (conocida popularmente como la Gradona).

Se inauguró con la presencia da la Reina María Cristina —madre de Alfonso XIII y anterior Regente durante la minoría de edad del monarca—, la Infanta Isabel y los Infantes Juan (el futuro Conde de Barcelona, padre de Juan Carlos I, que realizó el saque de honor), Jaime y Gonzalo. Acudieron a tan señalado acontecimiento 17.000 espectadores, una cifra ya muy respetable, y se disputó un Atlético de Madrid-Real Sociedad de San Sebastián, con victoria local por 2-1. Monchín Triana, posteriormente fallecido durante la Guerra Civil, fue el autor del primer gol que se marcaba en el Metropolitano, tras driblar a varios rivales y batir de fuerte y colocado disparo al guardameta donostiarra Agustín Eizaguirre (padre de Ignacio el gran portero de los años 40 y 50 en las filas de Valencia, Real Sociedad, Osasuna y selección española).
La promotora de su construcción había sido la Compañía del Ferrocarril Metropolitano de Madrid, de ahí su nombre, y formaba parte de la llamada ‘Colonia del Metropolitano’. Durante nuestra contienda fratricida sufrió grandes desperfectos debido a la cercanía del frente de combate, situado en la vecina Ciudad Universitaria, y el Atlético —desde1939 a1946 conocido oficialmente como ‘Atlético Aviación Club’, por fusión con el equipo de la Aviación Nacional— tuvo que jugar desplazado durante bastante tiempo, primero en Chamartín (1939-40), y luego en Vallecas (1940-43), lo cual no fue óbice para que conquistase las dos primeras Ligas de la Posguerra, dirigido por el mítico Ricardo Zamora y con un equipo donde brillaban los Aparicio, Mesa, Germán, Gabilondo, Arencibia, Pruden, Campos y compañía. El 21 de febrero de 1943, con un encuentro frente al Real Madrid (2 a 1 a favor de los colchoneros), el Atleti retornó a su antigua casa, remozada y ampliada. Y en la temporada 46-47 y los inicios de la 47-48 le devolvió el favor a su eterno rival madridista, cediéndole el uso del Metropolitano mientras se terminaban las obras del nuevo terreno de juego merengue, el futuro Santiago Bernabéu.

En 1950 el Atleti va a comprar el estadio a la Sociedad Stadium, de los hermanos Otamendi. En 1954 este se ampliará hasta las 50.000 localidades. Pero muchas de ellas eran de pie, y por consiguiente más baratas, de modo que evidentes motivos de índole económica (el Real Madrid le duplicaba de largo el aforo) aconsejaron la construcción de un nuevo recinto deportivo, proceso que sin embargo va a dilatarse mucho en el tiempo. El 7 de mayo de1966 se disputaría el último partido en el Metropolitano, correspondiente a la ida de los cuartos de final de la Copa del Generalísimo, frente al Athletic de Bilbao, venciendo los rojiblancos madrileños por 1-0, con gol del hondureño Cardona, el último que se conseguía en el histórico campo de Cuatro Caminos. Atrás quedaban 515 partidos oficiales y 1496 goles colchoneros. También se habían celebrado allí veladas de boxeo y lucha libre, deportes entonces muy populares, así como partidos de Balonmano a 11 y Béisbol,y en varias ocasiones incluso había sido final de la Vuelta Ciclista a España (y algunos historiadores sostienen que en abril de 1939 sirvió como lugar de detención y confinamiento de presos del recién vencido bando republicano, y durante la guerra llegaron incluso a sembrarse huertos en él). Había acogido la final de la Copa del Generalísimo de 1943, entre el Real Madrid y el Athletic de Bilbao, que sería el vencedor, y en 1949 la de la Copa Eva Duarte de Perón, enfrentando al Valencia y al Barcelona. Fue sede también de tres partidos internacionales de la Selección Española: la histórica victoria sobre Inglaterra por 4 a 3 el día de San Isidro de1929, la primera vez que los Pross eran vencidos fuera del territorio británico, un España-Austria de 1935 (4 a 5 a favor del Wunderteam,) y finalmente un España-Irlanda de1946, con sorpresivo triunfo visitante por 0 a 1.
De Cuatro Caminos a orillas del Manzanares
Para finales de los años 50 todos los principales equipos de nuestro campeonato contaban con un nuevo terreno de juego —Real Madrid, Barcelona, Sevilla, Zaragoza—, o bien habían remozado y ampliado notablemente el suyo (Athletic de Bilbao, Valencia, Español…). De modo que el incómodo Metropolitano, pese a no haber cumplido aún los cuarenta años de existencia, ya se había quedado absolutamente desfasado y obsoleto, y urgía que un club como el Atlético de Madrid entrase de una vez por todas en la Modernidad.
La compra de los terrenos, a orillas del río Manzanares, y la construcción del nuevo campo se financiaron por medio de la emisión de obligaciones hipotecarias, que fueron suscritas en su gran mayoría por los propios socios del Atlético. La bendición de dichos terrenos, tuvo lugar el 7 de diciembre de 1958, y las obras dieron comienzo el 3 de agosto de 1959. El estadio va a ser proyectado por el mismísimo presidente del club, Javier Barroso (Madrid, 1903-1990), que era un destacado arquitecto, y también por su colega Miguel Ángel García-Lomas, quien con el tiempo llegaría a ser alcalde de la Villa y Corte. Sin embargo la deficiente situación económica por la que atravesaba el club de la calle del Barquillo obligó a que estas se paralizasen en 1961. Y aunque deportivamente el Atlético había resurgido a principios los años 60 (Campeón de la Copa del Generalísimo en 1960 y 1961, y de la Recopa en 1962, amén de finalista de esta misma competición en el 63, y de nuestro Torneo del KO en el 64), las arcas se hallaban vacías, e incluso no tuvo más remedio que traspasar a una de sus grandes estrellas, Joaquín Peiró, el Galgo de Cuatro Caminos, al Torino italiano, lo cual alivió la tesorería aunque también provocó airadas protestas entre su masa social.
Pero la llegada a la presidencia del promotor inmobiliario Vicente Calderón en 1964 va a imprimir un giro de 180 grados a la situación, reforzando al equipo y acelerando en el tema del nuevo campo. Vicente Calderón Pérez-Cavada (Torrelavega, Cantabria, 1913-Madrid, 1987) era ya en aquellos momentos un importante empresario y promotor inmobiliario (por ejemplo, uno de los mayores responsables del desarrollo turístico de la localidad valenciana de Gandía). Un año antes había entrado en la directiva atlética, siendo nombrado al poco tiempo vicepresidente, y el 21 de enero del 64 presidente en funciones, cargo refrendado en marzo por la Asamblea de Socios.

Con nuevos jugadores como Colo, Ruiz Sosa, Ufarte, Luís Aragonés o Cardona, el Atleti triunfa en la Copa en 1965 y en la temporada siguiente, 65-66, conquista su quinto título de liga, tres quince largos años de sequía. El momento, pues, parecía propicio para dar por fin el ‘Gran Salto Adelante’, que diría Mao Ze Dong. Los terrenos que ocupaba el vetusto Metropolitano ya estaban vendidos desde los tiempos de Javier Barroso, de modo que el Atlético se veía obligado a emigrar casi inmediatamente. En el verano de1966 se va a trabajar a marchas forzadas para que al menos una parte significativa del nuevo campo pudiese estar operativa en la inminente Liga 66-67, en la que un Atleti —cuya principal novedad sería la presencia de un joven delantero, nacido accidentalmente en Argentina pero de indudables raíces vascas, apellidado Gárate— iba a defender su titulo de campeón. Y la sensación del momento la constituye el hecho, inédito entonces en el fútbol europeo, de que todas las localidades del flamante Estadio del Manzanares van a ser de asiento, detalle nada baladí y que llenará de legítimo orgullo a los atléticos.
Estreno bajo la lluvia
El primer encuentro en el nuevo feudo colchonero, con el Valencia como adversario, fue retransmitido en directo a todo el país por Televisión Española, a pesar de tratarse de una hora nada habitual para el fútbol televisado, las 12 del mediodía. Presidiendo en el palco, junto a Vicente Calderón, se hallaban los ministros de Industria y Secretario General del Movimiento —del que dependía jerárquicamente nuestro deporte—: Gregorio Lopez Bravo (1923-1985), uno de los principales tecnócratas vinculados al instituto secular Opus Dei, y José Solís Ruiz (1913-1990), falangista y conocido también como "la Sonrisa del Régimen". Este primer choque en el estadio de la ribera del Manzanares aún por concluir —asistieron unos 20.000 aficionados—, y perteneciente a la cuarta jornada de Liga de la temporada 1966-67, estuvo dirigido por el árbitro del colegio asturiano Mariano Medina Iglesias, que curiosamente compartía nombre de pila y primer apellido con el popular ‘hombre del tiempo’ de la tele, y que un par de años más tarde se haría notar, y de qué modo, en la final de la XIV edición del Trofeo Carranza gaditano, disputada entre el Atlético de Madrid y el Club de Fútbol Barcelona, al expulsar a los azulgranas Gallego y Pereda, y al colchonero Ufarte. A sus órdenes, ambos conjuntos formaron de la siguiente manera: por el Atlético de Madrid, entrenado por el técnico brasileño Otto Gloria, Rodri; Rivilla, Griffa, Colo; Glaría, Iglesias; Cardona, Luís, Mendonça, Adelardo y Collar, y por el Valencia, dirigido por Mundo, Pesudo; Tatono, Mestre, Totó; Paquito, Roberto; Claramunt, Waldo, Ansola, Sol y Poli.
El primer gol conseguido en el nuevo campo lo va a marcar el Atleti, y llegará a los 19 minutos de la primera mitad, cuando Luis Aragonés remata de cabeza al fondo de las mallas valencianistas un buen centro de Cardona, inscribiendo así su nombre en letras de oro en la historia del club rojiblanco (y no será este el único capítulo destacado en el que aparezca el Zapatones…). Durante el encuentro, que no pasó de discreto, la lluvia otoñal hará molesto acto de presencia, obligando a bastantes espectadores a buscar refugio, y en la segunda parte los locales saldrían únicamente con diez jugadores por lesión de otro gran histórico, Adelardo, yerno del propio Vicente Calderón (el reglamento de la competición aún tardará varios años en permitir las sustituciones). En el minuto 71 otro futbolista importante de la época, el asturiano Paquito, va a lograr el tanto de la igualada para los levantinos, estableciendo así el resultado que ya sería definitivo.

Inauguración por todo lo alto: Franco y Juan Carlos en el palco
El 14 de julio de 1971, mientras continuaban los trabajos en el estadio, la Asamblea General del Atlético de Madrid decidió imponer el nombre de ‘Vicente Calderón’ al flamante feudo rojiblanco, siguiendo así con la costumbre establecida por otros clubes (Santiago Bernabéu, Sánchez Pizjuán, Luis Casanova, Benito Villamarín, Lluís Sitjar…). Y finalmente el 23 de mayo de 1972, y con la presencia del Jefe del Estado, Generalísimo Franco, y del entonces Príncipe de España Juan Carlos de Borbón, tuvo lugar la inauguración oficial del feudo colchonero, ya concluidas las obras de construcción, casi seis años después de su apertura al público, y con capacidad ya para 62.000 espectadores, todos sentados. Para conmemorar la ocasión se organizó un encuentro internacional amistoso entre las selecciones de España y Uruguay, que sirvió además como despedida del veterano lateral izquierdo rojiblanco Isacio Calleja, que había sido uno de los ganadores de la Eurocopa del 64 frente a la URSS y que se retiraba del fútbol al finalizar aquella misma temporada. El encuentro, finalizó con la victoria del combinado nacional por 2 a 0, tantos marcados por el oriundo valencianista Valdez, que debutaba, y por José Eulogio Gárate, y en él, a las órdenes del colegiado húngaro Karoly Palotai, ambos conjuntos presentaron las siguientes alineaciones: por España, Iribar: Sol, Gallego, Calleja (que ejerció de capitán, siendo sustituido en el minuto 67 por De la Cruz); Tonono, Claramunt; Ufarte, Irureta (Uriarte), Gárate, Asensi y Valdez, y por Uruguay, Carrasco, Mario González, Ascery, Masnik, Juan Carlos Blanco, Espárrago, Montero Castillo, Maneiro, Ferreira (Villalba), Lattuada (Luís Montero) y Morena (Corbo).Fue el primero de 11 partidos con la Selección Española como protagonista.

Auge y declive de un estadio
Pero la casa del Atlético de Madrid contaba con otra peculiaridad, aparte de tener todo su aforo compuesto por localidades de pie, extremo que años más tarde se extendería a todos los recintos de nuestro fútbol profesional, a partir de varios luctuosos sucesos acaecidos en terrenos de juego extranjeros. Esta era el insólito hecho de que justamente por debajo de su tribuna de preferencia pasaba una autopista con un intensísimo tráfico, la denominada M-30, una vía de circunvalación de la Capital que ya había sido proyectada en el Plan General de Ordenación Urbana de Madrid aprobado no mucho después del final de la Guerra Civil, en 1946, pero que solamente se llevaría a cabo, en lo concerniente al llamado Tramo del Manzanares (que iba desde el Puente de los Franceses a la Carretera de Cádiz), entre los años 1970 y 1974. Y no resulta muy aventurado pensar que ese incesante trasiego de vehículos, a lo largo de varias décadas, acabó por afectar a la estructura del estadio, acortando sensiblemente su vida útil. A lo que habría que añadir que a principios de los años 90 se le diagnosticó aluminosis, y hubo de sufrir una costosa reparación, en la época de la presidencia del inefable Jesús Gil y Gil.
El Estadio Vicente Calderón estaría operativo hasta la conclusión de la temporada 2016-17, tras la cual el Atlético de Madrid se va a trasladar a una nueva casa, el antiguo estadio de atletismo de la Peineta, al principio propiedad de la Comunidad de Madrid y más tarde del Ayuntamiento. Una vez frustradas varias candidaturas de la Capital como sede de unos Juegos Olímpicos, se producirá una permuta de terrenos, completándose un modernísimo recinto para uso futbolístico con una capacidad de 70.000 espectadores, muy alejado del anterior, emplazamiento rojiblanco, en el barrio de Rosas, perteneciente al distrito de San Blas-Canillejas, junto a la M-40, y recuperando el histórico nombre de Metropolitano, aunque acompañado por el de la empresa que en cada momento patrocine al club rojiblanco (los denominados ‘Title Rights’, hoy tan en boga en nuestro fútbol superprofesional), y que sería inaugurado el 16 de septiembre de 2017, con un Atleti-Málaga de la cuarta jornada de Liga.

El difunto Vicente Calderón había albergado desde ese inicial 2 de octubre de 1966 la cifra de 1.227 partidos del Atleti, con 775 victorias, 257 empates y 195 derrotas, 2.308 goles a favor de los locales y 1.038 en contra, y había visto ganar al conjunto colchonero cinco Ligas (1969-70, 1972-73, 1976-77, 1995-96 y 2013-14), siete Copas (1972, 1976, 1985, 1991, 1992, 1996 y 2013), dos Supercopas de España (1985 y 2014), tres Europa League (2010, 2012 y 2018), tres Supercopas de Europa (2010, 2012 y 2018), y la Copa Intercontinental de 1974, pero había sido también testigo de un traumático descenso a los infiernos de la Segunda División, al finalizar la última temporada del sigo XX (1999-2000). 11 partidos la Selección Española lo habían tenido como escenario, así como numerosos conciertos musicales —mítico el de los Rolling Stones en 1982—, siendo sede de hasta 14 finales de Copa, las correspondientes a los años 1973, 1974, 1975, 1977, 1979, 1981, 1986, 1989, 1994, 2005, 2008, 2012, 2016 y 2017, un atípico Barça-Alavés que fue el último partido disputado antes de su cierre y posterior demolición, en el marco de una ambiciosa operación urbanística (vulgo pelotazo), para construir viviendas y soterrar la dichosa M-30. El Pupas abandonaba de ese modo para siempre el Paseo de los Melancólicos. Tal vez este nuevo Metropolitano del siglo XXI le traiga por fin suerte, en forma de esa tan ansiada Champions, después de tres fallidas y dolorosas tentativas acariciando la Orejona con la punta de los dedos...