
Así se titulaba, hace un millón de años, una de aquellas populares canciones del verano —compuesta por Alberto Cortez e interpretada también por Karina y Los Tres Sudamericanos— que todo el mundo tarareaba durante unas semanas hasta que otro estribillo la sustituía. Y el título viene de perlas para recordar y rendir un merecido tributo a un futbolista modesto de la década de los años 1970, que era catalán de nacimiento, pero que también estuvo en Mallorca, dándose a conocer en el club bermellón como extremo izquierdo (aunque a veces también jugaba por la derecha), para irse luego, sorprendentemente, al Barça, vivir allí su efímero momento de gloria, y completar su carrera deportiva en las filas de la desaparecida Unión Deportiva Salamanca, en aquellas fechas en las que el conjunto charro hizo del Estadio Helmántico su particular fortín.
Un buen extremo... de Segunda
Pérez se llamaba —se llama— José María Pérez Boixaderas, y es natural de la localidad barcelonesa de Montcada i Reixac, donde nació el 2 de noviembre de 1947 y le dio las primeras patadas a un balón en los juveniles y luego en el primer equipo de la localidad, donde pasaría cuatro años mientras trabajaba como aprendiz de chapista en una fábrica de camiones. En algún momento el Barça se interesó por él (incluso se lo llevó a una gira europea de su conjunto juvenil), pero como le ofrecieron que se foguease en el Condal —entonces uno de los filiales azulgranas junto con el Atlético Cataluña—, el chico no lo vio claro y prefirió seguir en su pueblo. En 1968 sí que se fue a la Ciudad Condal, pero esta vez para jugar con el histórico Europa del barrio de Gracia, que acababa de descender a Tercera División. Y al año siguiente le tocó hacer la mili en Palma de Mallorca.

Le va a fichar el club que entonces jugaba sus partidos como local en el Lluís Sitjar, pero esa temporada 69-70 le cederá al Palma, su equipo filial, mientras que los bermellones actuaban en Primera. Pero al año siguiente, ya en la categoría de plata, es cuando se va a producir la explosión de Pérez. El Mallorca era uno de los gallitos de Segunda, con un equipo donde estaban Pereda, Pocholo, Alarcia, Cáceres o Ernesto Domínguez. En el torneo Ciutat de Palma del verano del 71 se enfrentará al Barça y, aunque los baleares pierden por 4-1, él va a marcarle un bonito gol de cabeza a Sadurní, y su actuación agradará mucho al entrenador neerlandés Rinus Michels, que acababa de sentarse en el banquillo azulgrana y solicitará su contratación. En aquellos tiempos, anteriores a la introducción del vídeo, informes de ojeadores al margen, los técnicos únicamente podían hacerse una idea de las cualidades de un futbolista observándole en vivo y en directo, y a menudo se dejaban guiar por la primera impresión. Así fichó el Barça a no pocos jugadores en los años 60 y 70, y bastantes resultaron a la postre un fiasco.
Un catalán pródigo en Can Barça
El desconocido Pérez fue un refuerzo sorprendente para un equipo que había comenzado muy mal la temporada, ocupando las últimas posiciones de la tabla y siendo prematuramente eliminado de la Recopa por un cuadro rumano que muchos años más tarde le daría un disgusto de órdago, el Steaua de Bucarest. ¿Por qué ficharon como revulsivo a un ignoto jugador de Segunda? Pérez era un extremo izquierda no muy técnico, pero rápido, fuerte y sobre todo muy luchador, virtud esta última que no parecía abundar en aquel Barça de los primeros años 70, marcado por la gran clase pero también la acusada frialdad y escasa combatividad de los Rexach, Marcial o Martí Filosía.

La primera temporada barcelonista de Pérez puede considerarse como excelente, dentro del discreto nivel que entonces exhibía el equipo azulgrana. Desde su debut, frente al Athletic de Bilbao en el Camp Nou, se convertiría en un fijo en las alineaciones de Michels con el número 11 a la espalda, aportando su tesón y capacidad batalladora, y a medida que avanzaba la competición también algunos goles, la mayoría de ellos muy importantes. Incluso se especuló con la posibilidad de que Kubala le convocase para la selección española, aunque finalmente no lo hizo.
A Mister Mármol —apodo que le endilgó la prensa al técnico neerlandés por su dureza y rigidez— le encantaba su rendimiento, su brega constante, y llegó a definirle como "una fuerza de la naturaleza". Y es que el bueno de Pérez no sería un estilista, pero sudaba la camiseta como un condenado, un auténtico jornalero del balón que curraba a destajo. Su irrupción llevará al ostracismo al internacional Pujol, pero al final el Barça no conseguirá el objetivo de todos los años, que no era otro que ganar el título de Liga, algo que no ocurría desde el ya muy lejano 1960.

En su segunda campaña como azulgrana, las prestaciones del de Montcada ya serán más intermitentes, tanto en la cifra de partidos jugados como en la de goles conseguidos, pero mucho peores serán aun las dos siguientes. Con la llegada de Johan Cruyff y Hugo Cholo Sotil en 1973 el Barça va a dar un impresionante salto de calidad, despachando una Liga modélica que por fin podrá llevarse a sus vitrinas. Y Michels, olvidándose de su "fuerza de la naturaleza", alineará como teórico extremo izquierdo a Marcial, que hará su mejor temporada y además incluso se va a destapar como goleador. De manera que los días del voluntarioso Pérez en el Camp Nou estaban ya contados...
De Cataluña a Castilla
Así que, visto que ya no pintaba nada en el club blaugrana, Pérez va a hacer las maletas de cara al curso 75-76 y se marchará muy lejos, a la Unión Deportiva Salamanca, que por aquellas fechas estrenaba su segunda temporada en la élite. En el Helmántico ofrecerá un buen rendimiento, junto a algunos exbarcelonistas como el tinerfeño Juanito, el gallego Tomé o el catalán Corominas, y al lado de elementos de la talla de D’Alessandro, Rezza, Robi, Alves, Juanjo o Lanchas. Permanecerá en el club charro por espacio de tres campañas, obteniendo excelentes clasificaciones y rozando los puestos que daban derecho a competición europea.

Luego volverá a su tierra, apurando sus últimos encuentros en el Gerona —así se llamaba entonces, antes de la Inmersión lingüística— y Europa, retirándose al filo de cumplir los 33. En una entrevista muy posterior declararía que no quiso seguir por más tiempo tras el balón, pues no le gustaba que por esos campos de Dios le llamasen "viejo". De modo que abandonó por completo el mundo del fútbol y trabajó en un negocio de perfumería hasta el momento de su jubilación. Este fue Pérez, que estuvo en Mallorca, el extraño fichaje culé del otoño del 71, con un Barça en horas bajísimas.
