
A las puertas de una semana complicada con el AC Milan y el Real Madrid a la vuelta de la esquina, el FC Barcelona se dio de bruces de camino en su visita a El Sadar y se dejó dos valiosos puntos ante Osasuna en un empate (0-0) insípido que corta su récord de victorias en el campeonato liguero.
Sabía el Barça que visitar Pamplona tradicionalmente es sinónimo de partidos complicados, resultados dolorosos y choques de una enorme intensidad. Y en ese contexto saltó al césped navarro bajo la tutela de Puyol. El capitán regresaba, tras siete meses, para afrontar la batalla navarra, mientras que Messi comenzaba en el banquillo y la responsabilidad en el ataque era de Neymar junto a Cesc y Pedro.
Pero el guión del Tata Martino no salió según lo esperado. El Barça se atragantó frente a un rival que decidió reducir espacios, juntar todas sus líneas en 40 metros y moverse como un bloque uniforme que esperaba los acercamientos de su rival. Y en ese escenario, la luz se volvió a apagar en el Barcelona. Esta temporada comienza a resultar habitual que el brillo, el dimamismo y el ritmo con el que tradicionalmente rindió a el equipo catalán, desaparezca enredado por el rival y el partido se vuelva gris y previsible.
El dominio fue absoluto de los de Martino desde la primera mitad pero, como ha sucedido en otras ocasiones, la movilidad de sus jugadores brilló por su ausencia. Osasuna planteó un partido de espacio reducido y máxima precisión y los visitantes se volvieron demasiado estáticos, previsibles y sin profundidad. Montoya y Pedro trataban de ejercer de puñales por las bandas, pero el Barça nunca se sintió cómodo en toda la primera parte. No sufría frente a un solidario equipo navarro, que perdió a Sisi nada más comenzar el choque, y los pases se volvieron horizontales. Neymar, Cesc y Pedro sufrían para moverse por el frente de ataque y el conjunto catalán perdió la fluidez de su juego y la comodidad.
La orquesta azulgrana no sonaba conjuntada y las acciones se convirtieron en demasiados ejercicios de solista fuera de la partitura de su director. Sin embargo, el escenario cambió en la segunda mitad. Osasuna, que no había inquietado a Víctor Valdés, dio un paso hacia adelante y trató de incomodar a su rival. Lejos de hacerlo, lo que hizo fue dejar entrever las primeras líneas de luz hacia su portería. Fue entonces cuando el Barça se sintió capaz de romper el empate y lo pudo hacer en varias ocasiones. Neymar no consiguió llegar a un pase de la muerte de Montoya y Cesc estuvo desconocido en dos mano a mano frente a Andrés Fernández. Ahí se agotaban las oportunidades de sacar los tres puntos.
Osasuna acusaba el esfuerzo y Martino decidió dar entrada a Messi. Pero ni siquiera el argentino fue capaz de dar brillo al juego azulgrana. El Barça se quedó sin luz en El Sadar y acabó atascado frente a un sacrificado Osasuna al que el empate le sabe a triunfo, aderezado con una dósis de moral. A una semana de el Clásico, tres puntos separan a Real Madrid y Barcelona, mientras el Atlético de Madrid ya tiene licencia para ejercer de líder. La Liga se apretó en El Sadar, uno de esos campos en los que se pierden y se ganan campeonatos.