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Europa League

Carlos Bacca, el niño que picaba billetes en el bus al que quiere media Europa

El máximo goleador del Sevilla estuvo a punto de ni siquiera iniciar su carrera profesional, hasta que el destino giró y supo aprovecharlo.

El máximo goleador del Sevilla estuvo a punto de ni siquiera iniciar su carrera profesional, hasta que el destino giró y supo aprovecharlo.
Carlos Bacca celebra uno de sus goles en la final ante el Dnipro | Cordon Press

Cuando Martin Atkinson señaló el final del partido en Varsovia, el héroe de la final se derrumbó. Tras su sensacional doblete goleador en la cuarta final de la Europa League ganada por el Sevilla, Carlos Bacca (8 de septiembre de 1986, Puerto Colombia) se tapaba la cara mientras las lágrimas invadían su rostro. Tras quince emotivos segundos en el primer plano televisivo, el delantero se levantó para fundirse en la locura sobre el césped, que sus compañeros invadían en el habitual caos de los instantes siguientes al éxtasis. Pero antes, una mirada al cielo, un agradecimiento a la fuerza divina. Dedos hacia arriba, y otro agradecimiento. La profunda fe a la que se aferraba Carlos Bacca en tiempos pretéritos no le abandona ahora que es una de las grandes estrellas del fútbol internacional, el momento en que dicen en su país que "Dios le compensó al fin". Y es que el humilde hijo de Eloísa, hoy uno de los referentes de esa fábrica de delanteros natos que es el país cafetero, siempre se preocupó por asegurar el sustento familiar, que en ocasiones distó bastante de estar garantizado.

La historia del internacional colombiano no es la del futbolista que siempre se dedicó a golear, sin conocer otros aspectos de la vida. Con dieciocho años, cuando ya dejaba de ser un niño, el balompié no era más que un segundo empleo para él, casi un hobby ya. Había perdido la esperanza de ganarse la vida con la pelota en los pies. Una pérdida de tiempo que ya no podía continuar como actividad principal. Asegurar la calidad de vida, lo primero. El ocio y el deporte, después. Destacaba en los torneos locales en su ciudad, llamando la atención de algunos clubes potentes, pero sin llegar a irrumpir en sus categorías inferiores. Mientras, se ganaba el sustento con la actividad principal en Puerto Colombia, localidad pesquera por excelencia, y con un segundo empleo, cobrando a los viajeros de Expreso Colombia Caribe, una empresa de autobuses locales, trabajo que alcanzó a través de uno de los modestos equipos en los que jugó, para aumentar los ingresos con los que ayudar a la familia.

En un bus como éste trabajaba Bacca (Foto: www.kyenyke.com)

Hasta que en 2006 todo comenzaría a cambiar. Su buen nivel, con cuentas goleadoras inusuales, le permitió acceder a una prueba con el Barranquilla, club vinculado al Júnior de Barranquilla, uno de los grandes del país. Comenzaría a progresar por los equipos inferiores, llegando a la segunda división , desde donde saldría a la `B´ venezolana, al Minervén, donde fue máximo goleador y logró el ascenso. Regresaría a Barranquilla para subir a la máxima categoría, en una temporada en la que se enfrentaría a James Rodríguez, entonces un mozalbete de 16 años en el Envigado. Y desde ahí, la explosión. Ficharía por el Junior, el equipo de sus amores, y con los `tiburones´, compartiendo punta de lanza con Teo Gutiérrez, se consagraría como un goleador sensacional, con una enorme capacidad para romper las defensas en línea, como demostró en Varsovia, tras magníficos pases de Reyes y Vitolo. Un tipo, Bacca, habilidoso hasta el extremo para encontrar el espacio o creárselo al prójimo. Su gran virtud, sin duda.

Sus más de 70 goles con los rojiblancos le sirvieron para debutar con su selección en 2010, y para llegar a Europa, donde seguiría masacrando porterías en el Brujas, pese a la añoranza de la familia, y la extrañeza por un idioma y un clima demasiado hostiles. Pero los goles seguirían llegando, 25 en su segunda campaña, cuando el Sevilla llamaría a su puerta, teóricamente para competir el puesto con el pujante Kevin Gameiro.

El resto del viaje es más conocido. Dos temporadas en la ciudad hispalense, donde ha seguido quemando registros, pese a poder disponer incluso de muchos más minutos, pues la competencia con los Gameiro o Yago Aspas no es baladí. 17 goles la primera temporada, 27 en la segunda, sumando todas las competiciones. Y la consagración definitiva en la final de Varsovia. Muchos ya esperan su salida este verano del Sánchez Pizjuán, más aún si en la Copa América sigue reivindicándose, en una selección donde el delantero centro es una especie en auge: Jackson Martínez, Falcao, Teo Gutiérrez, y el propio Bacca, con James por detrás, ahí es nada. Eso sí, la presión será máxima, pues en Colombia creen que los cafeteros "deben hacer como España en 2008", pues ha llegado el momento de ganar algo, "de una vez".

Pase lo que pase en Chile con la cafetera, la próxima temporada debería jugar la Champions, bien con el Sevilla, merecedor de su puesto, o bien en un equipo de relumbrón. Aunque podría no hacerlo si cuajase el interés de un Milán que quiere empezar a reflotarse. En su actual club quisieran contar con él, pero empiezan a asumir que es el momento de salida, en el que Monchi deberá volver a hacer ingeniería para convertir lo que se cobre por Bacca, que no será poco, en nuevos fichajes que mantengan el nivel.

Lo que está claro, es que juegue donde juegue, Carlos Bacca siempre será uno de esos jugadores con los pies en el suelo, y agradecido por lo que le quede por vivir en un mundo en que ni soñaba estar cuando escuchaba aquello de "¡Parada!", y tras detener el conductor el autobús, él se disponía a cobrar al viajero, ganando un salario con el que poder ir a entrenar. Carpe diem, Carlos.

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