Triste y abatido, sin apenas poder hablar. Así ha comenzado la despedida de Iker Casillas, que este domingo ha dicho adiós a su vida en el Real Madrid. El portero blanco, entre lágrimas, apenas podía articular palabra. Respiró, bebió agua y llegaron los aplausos de algunos de los periodistas allí presentes. Llegó él solo, sin nadie de la entidad que le acompañara. Y se despidió solo.
Sabe que era la última vez que iba a estar en esa sala de prensa. Y lo ha hecho para leer un comunicado que ha comenzado diciendo que está ahí para "despedirme de todos, y en especial de los madridistas". Ha dicho que la decisión de irse del Real Madrid al Oporto la ha tomado por "dos motivos: la ilusión que me han mostrado el presidente y el entrenador del Oporto; y el cariño" que ha visto desde allí.
Dice adiós a esta institución que se lo ha dado todo: "Después de 25 años defendiendo el escudo del equipo más grande del mundo, llega un día difícil en mi vida deportiva: decir adiós a una institución que me lo ha dado todo. Con nueve años vestí por primera vez la camiseta del Real Madrid y vi cumplido mi sueño".
Y dice acordarse de todos los entrenadores que han pasado por su vida. "De todos. De todos. Porque de ellos he aprendido muchísimo". También se ha acordado de sus amigos, su familia, su mujer y su hijo.
Ha mandado un mensaje a todos los madridistas: "Por encima de recordarme por un buen portero o mal portero, sólo espero que la gente se acuerde de mí como buena persona. con mis defectos. Por tanto, gracias, gracias, miles de gracias. Nunca os podré olvidar y estad seguros de que allá donde vaya seguiré gritando 'Hala Madrid'", para terminar diciendo "c'est fini".
Y se emplaza al futuro. "No voy a decir porque será un punto y seguido".
Todo ello en un acto que apenas ha durado diez minutos, donde Casillas ha leído un comunicado y no se ha producido ninguna pregunta.