El fútbol no profesional está herido de muerte. Al menos durante el resto del 2020. A pesar de que en los últimos días la Real Federación Española de Fútbol (RFEF) parecía inclinarse por el reinicio de las competiciones después del verano (se hablaba del estreno de la Segunda B el último fin de semana de septiembre), la evolución de la pandemia del coronavirus con numerosos rebrotes en nuestro país ha hecho que desde las altas esferas de la Federación se comience a barajar un cambio de planes. La RFEF ha mantenido una reunión con las territoriales hoy lunes 10 de agosto, tras la cual la Federación Española de Fútbol deja en manos de las propias Federaciones Territoriales el marrón de concretar con las autoridades deportivas y sanitarias de su Comunidad los requisitos para empezar las competiciones.
En caso de que no se pudiera iniciar la actividad deportiva en el mes de octubre, y nos vayamos al 2021 bien en enero o en marzo, opciones que barajaba la Federación, muchos clubes de las competiciones afectadas se quedarían sin actividad durante nueve meses, ya que la gran mayoría -no los que han jugado los playoffs de ascenso- disputaron su último encuentro en marzo.
La sensación de temor en el fútbol modesto es generalizada. Si la competición no empieza hasta 2021, supondría la ruina de multitud de equipos no profesionales y pondría en muchas complicaciones a numerosos jugadores. Más de 400 familias de equipos de Segunda B y Tercera viven de los ingresos generados del fútbol.
Numerosos clubes y jugadores de Segunda B y Tercera han mostrado su indignación por entender que se les está tratando con discriminación con respecto a los jugadores que militan en las dos primeras categorías nacionales (consideradas profesionales y que dependen de LaLiga). La viabilidad del fútbol no profesional, peligra. Ahora la Real Federación Española de Fútbol se lava las manos y deja toda la responsabilidad en las decisiones que tome cada comunidad. Rubiales respira.