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Nairo Quintana, la necesidad hizo al ciclista

El colombiano, que logró la segunda plaza del Tour de Francia en su debut, aprendió a subir rampas en bicicleta camino de la escuela.

El colombiano, que logró la segunda plaza del Tour de Francia en su debut, aprendió a subir rampas en bicicleta camino de la escuela.
Nairo Quintana gana una etapa en el Tour de Francia. | EFE

Cuando Nairo Quintana ascendía rampas de más del 8% cada mañana para recorrer los 16 kilómetros que separaban su casa de la escuela, no imaginaba que algún día esas pedaladas le convertirían en una estrella del ciclismo y le llevarían al segundo puesto en el Tour de Francia.

Nacido en 1990 en Tunja, capital del departamento de Boyacá (a 130 kilómetros de Bogotá y 3000 metros de altitud), Quintana pasó su infancia y adolescencia en el municipio de Cómbita junto a sus padres y sus cuatro hermanos. Hijo de campesinos, pasó su infancia en una casa construida con adobe y barro y fue un niño marcado por una debilidad, de la que se aprovecharon las enfermedades.

Un accidente laboral apartó a su padre del trabajo y, desde muy pequeño tuvo que ayudar en la venta de verduras y frutas por los pueblos alrededor de su casa. A pesar de ello, sus padres le animaron a no abandonar sus estudios. Sin embargo, la distancia y los escasos ingresos para pagar el transporte de sus tres hijos impedían que pudiese acudir.

Nairo, que en aquel momento era el mediano de tres hermanos, fue el que dejó de tomar el autobús y tuvo que aprender a montar en bicicleta para ir a clase. En total, cada día hacía 16 kilómetros de descenso hasta la escuela, situada en la localidad vecina de Arcabuco, y otro tanto cuesta arriba a la vuelta, con una pendiente del 8%. Poco a poco, se acostumbró a las empinadas rampas que tenía que superar y comenzó a dominar a la perfección su bicicleta.

Cerca de esa zona, donde Miguel Indurain ganó el Campeonato del Mundo contrarreloj, se entrenaban algunos ciclistas profesionales, que aprovechaban la altitud y las rampas para mejorar su condición física. Pronto se encontraron con un joven menudo, que transportaba una mochila con libros y se retorcía sobre una pesada bicicleta, mientras les aguantaba el ritmo.

Nunca pensó en hacerse ciclista. A pesar de haber concluido sus estudios de bachiller, la escasez de recursos le impedía acudir a la universidad. Su futuro apuntaba al ejército, en el que se había alistado su hermano mayor, pero cuando un mosquito le contagió la Leishmaniasis en la selva, entendió que la bicicleta era el medio para ganarse la vida.

Su padre le inscribía en las carreras, tras pactar con los organizadores el pago de algo de lo que pudiesen ganar y, poco a poco, Nairo Quintana empezó a participar en equipos. Su superioridad era tan grande que en 2009, su primer equipo profesional, el Boyacá, decidió enviarle a varias carreras a Europa. A partir de entonces, su carrera deportiva se resume en una continua progresión, que le llevó hasta las filas del equipo Movistar.

Habían descubierto un diamante, un escalador capaz de resistir las rampas más duras que se estaba preparando para mantener su nivel en carreras de tres semanas. Cuatro años más tarde, debutaría en el Tour de Francia con un segundo puesto que ha devuelto a Colombia a los tiempos de Fabio Parra. A pesar de las celebraciones y el enorme recibimiento que ha tenido en Colombia, Nairo Quintana sigue recordando el esfuerzo de su padre por sacarle adelante. No ha olvidado que su hazaña comenzó camino de la escuela en una vieja bicicleta.

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