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Yuki Kawauchi, el atleta que no quiere ser profesional

Sin renunciar a su puesto de trabajo como funcionario en Japón, este maratoniano se ha convertido en una leyenda en su país.

Sin renunciar a su puesto de trabajo como funcionario en Japón, este maratoniano se ha convertido en una leyenda en su país.
Yuki Kawauchi, tras completar el maratón en los Mundiales de Daegu. | Cordon Press

Como si se tratase del guión de una película, la historia del atleta japonés Yuki Kawauchi está asombrando al mundo del atletismo. Este funcionario que trabaja como administrativo en la Kasukabe High School, a 50 kilómetros de Tokio, se ha convertido en un héroe para los japoneses y su historia parece sacada de la ficción.

Kawauchi era un atleta amateur, que ofrecía un buen rendimiento en las carreras que participaba y estaba bien valorado en los círculos de los atletas no profesionales. En 2010, su nombre empezó a sonar con fuerza cuando se hizo con el cuarto puesto en el Maratón de Tokio, que le puso en el punto de mira de varios equipos profesionales, a los que rechazó.

Sin embargo, lo que nadie esperaba es que ese atleta que llegaba desfondado a las líneas de meta, con un gesto de sufrimiento mientras apuraba los últimos metros, lograse contra todo pronóstico la clasificación para los Mundiales de Daegu en 2011. Su tercer puesto en el Maratón de Tokio de aquel año, con un tiempo de 2:08:37, le convirtió en el primer japonés en cruzar la meta y le dio el pasaporte al Mundial.

Su cara de agonía en los finales de carrera y el hecho de que fuese un funcionario que alternaba su trabajo con el deporte, pronto agigantaron su figura en Japón donde le pusieron el apodo de Citizen Runner. Fue entonces cuando Kawauchi desveló que se había salido de los planes de entrenamiento oficiales, porque no podía compatibilizarlos con su trabajo, y era un atleta autodidacta a la hora de entrenar.

Había diseñado su propio plan de entrenamiento por las mañanas, mientras dedicaba las tardes a su trabajo en el instituto. Lejos de encontrar dificultades para combinar ambas cosas, el japonés realiza calendarios de competición muy por encima de los de los atletas profesionales. Un maratón mensual, pruebas de medio fondo y una exigente preparación que ha despertado la admiración y, a la vez el recelo, del mundo del atletismo.

Mientras un maratoniano profesional suele completar dos maratones anuales, y al menos deja un periodo de descanso de tres meses entre una prueba y otra, Kawauchi es capaz de realizar uno prácticamente cada mes. En 2012 disputó 10 y en lo que va de 2013 ya ha corrido cinco. El nipón segura que llegará en buena forma a los Mundiales de Moscú, para los que ha logrado la clasificación, y espera mejorar su 18º puesto de Daegu.

Aunque el resto de atletas consideran que sus métodos de trabajo son extremos, su manera de correr con los dientes apretados, y su capacidad de sacrificio y sufrimiento para dejar todas sus fuerzas en cada una de las pruebas en las que compite, le han convertido en un símbolo. Kawauchi, el maratoniano funcionario que no quiere ser profesional, está escribiendo una de esas historias que hacen del atletismo un deporte especial.

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