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Harold Warren Moon, una historia de racismo y superación

Considerado uno de los mejores jugadores quarterbacks de la historia, tuvo que pasar años de su carrera jugando en otra liga por ser negro.

Considerado uno de los mejores jugadores quarterbacks de la historia, tuvo que pasar años de su carrera jugando en otra liga por ser negro.
Warren Moon, durante un partido con los Houston Oilers. | EFE

Harold Warren Moon es un nombre que, para todos aquellos seguidores del fútbol americano, les suena conocido. No en vano, está considerado como uno de los mejores quarterbacks de todos los tiempos. Es miembro del Hall of Fame, ha sido premiado como mejor jugador de la NFL (1989) y mejor jugador de la Pro Bowl (1997), entre muchas otras distinciones.

Sin embargo, tuvo que pasar varios años de su carrera jugando en la liga de Canadá. El motivo, que los equipos de la NFL, en aquella época, no querían un quarterback negro...

Con las alas cortadas

Harold Warren Moon nacía el 8 de noviembre de 1956 en Los Angeles. Era el cuarto hijo. Tenías tres hermanas mayores, y tendría tres hermanas menores. Con apenas siete años su padre fallecía de cáncer de hígado. Su madre, enfermera, sacó adelante a toda la familia, con Warren ejerciando de la figura masculina que no existía.

Cuando llegó al instituto tuvo que combinar las tareas en casa con los estudios, así que decidió que únicamente iba a practicar un deporte, para dedicar más tiempo a sus hermanas. Eligió el fútbol americano. Pero eligió que sería el mejor, que sería el quarterback.

Condiciones tenía para ello, como quedó patente en su etapa de instituto primero y universitaria después. En Alexander Hamilton High School comenzó a demostrar que la de quarterback era su posición. Ofreció actuaciones brillantes, y terminó siendo elegido en el mejor equipo de la ciudad.

Pero el año en que debía dar el salto a la Universidad se encontró con un gran problema, con el que no contaba: aquellas universidades que le querían en sus filas, querían que jugara en otra posición. No era una decisión técnica; muchas de aquellas universidades tenían por norma que un jugador negro no podía jugar de quarterback.

Finalmente acudió a West Los Angeles College, donde sí pudo jugar en su posición. Y lo hizo de maravilla. Pero estaba claro que no iba a ser fácil. Pese a su alto rendimiento, sólo cuatro o cinco universidades se interesaron por él.

University of Washington fue su destino. Y en el último año demostraría que no se habían equivocado. Llevó al equipo a ser campeón en 1978 de la Rose Bowl (la principal Copa para el campeón nacional a nivel de Universidades), después de una victoria ante los favoritos Michigan Wolverines por 27 a 20. Warren Moon fue elegido el jugador más valioso de aquella final, después de completar dos carreras, y dar un maravilloso y definitivo pase de 28 yardas.

Exiliado a Canadá

Pero ni siquiera aquella distinción fue suficiente para allanar su camino. Era negro, y aquello le iba a poner muchas más trabas de las que su inmensa calidad podía abrirle. Ningún equipo de la NFL le quiso elegir al año siguiente. Era impensable tener un quarterback negro. Así que Warren Moon tuvo que marcharse a Canadá. Concretamente, a los Edmonton Eskimos.

Ahí, se salió. Pero de una manera exagerada. Cinco Grey Cups –el título de campeón del país- en los seis años que compitió. Dos veces mejor jugador de la competición. El primero en superar las 5.000 yardas en una temporada. Una exhibición tras otra. En 2006, sería elegido el quinto mejor jugador en la historia de la Liga de Fútbol Canadiense.

Ahora sí, la NFL

Ya no había más remedio. La NFL le tuvo que acoger con los brazos abiertos. Con resignación, sólo podía rendirse ante lo que era un jugador necesario en la competición. Aunque fuera negro. También ayudó que en entrenador de su nuevo destino, los Houston Oilers, fuera su entrenador en Edmonton, Hugh Campbell.

Pese a muchas críticas desde muy diversos sectores, Harold Moon comenzó jugando de quarterback. No fue fácil. Demasiada presión. Allí donde a otros se les permitía fallar, él debía mostrarse implacable. Siempre con una lupa persiguiéndole. Siempre con el dedo acusador dispuesto a señalarle. Era negro, no podía jugar de quarterback. Y lo estaba haciendo...

Y al poco tiempo, comenzó a hacerlo muy bien. En cuando consiguió despojarse de parte de la presión, sus actuaciones fueron llamando de cada vez más la atención positivamente. Poco a poco se iban a olvidando de que era negro. Sólo era un quarterback. Un muy buen quarterback.

En su primera temporada consiguió un récord para la franquicia de 3338 yardas. Dos temporadas después, llevaba a los Oliers a conseguir por primera vez en mucho tiempo un registro positivo. Y a finales de los 80 ya se estableció como uno de los jugadores más importantes de toda la competición.

No en vano, firmó un contrato de 10 millones en cinco años, lo que, en aquel momento, le convertía en el jugador mejor pagado. No faltaron críticas. Aunque los tiempos ya habían cambiado, y en otros deportes como por ejemplo la NBA los jugadores negros ya dominaban la competición, en la conservadora NFL no terminó de sentar del todo bien que el jugador mejor pagado fuera negro. Moon respondió donde siempre lo había hecho: en el terreno de juego. Aquel año lideró numerosas estadísticas: por supuesto, la de yardas de pase, con 4689 yardas; pero también la de intentos (584), pases completos (362) y touchdowns (33).

Al año siguiente, en 1993, los Oilers vivieron la mejor temporada de su historia, después de cerrar la temporada regular con un 12-4 –imponiéndose así en la División Central-, pero, pese a las buenas sensaciones, en los playoffs se cruzaron con los Kansas City Chiefs de Joe Montana, ante los que sucumbieron por 28 a 20. En cualquier caso, no había duda: Warren Moon había llevado al equipo de Houston a ser una de las comparsas de la competición, a ser ser capaz de competir contra cualquiera.

A partir de aquel año, y tras 10 temporadas en Houston, comenzó un periplo por diversos equipos en los que fue ganando más dinero, pero jugando menos partidos. La edad, y sobre todo las lesiones, no perdonaban. Pero la calidad que atesoraba le permitió jugar hasta los 44 años. Así, pasó tres temporadas en Minnesota, donde volvió a superar las 4.000 yardas por temporada; dos años más en Seattle; y dos últimas temporadas en Kansas City.

Retirada como leyenda

En enero de 2001, camino ya de los 45 años, anunciaba su retirada. A sus espaldas dejaba 23 años de carrera, 17 de ellas en la NFL. Más de 70.000 yardas de pase (49.000 en la NFL y 21.000 en la CFL), 435 touchdowns, y más de 5000 pases completados. Elegido en nueve ocasiones en el mejor equipo de la Pro Bowl. Tres vece en la All-Pro. Una vez escogido ‚hombre del año‘ de la NFL. Otra, mejor jugador ofensivo de la competición. Otra, mejor jugador de la Pro-Bowl...

Pero sobre todo dejaba una historia de superación. De aquel que pese a su capacidad no le dejaron jugar en la mejor liga por el simple hecho de ser negro, pero que con su trabajo, constancia e insistencia terminó derribando aquella barrera, para convertirse en el primer quarterback afroamericano en entrar en el Hall of Fame de la NFL.

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